17. Cristología. Conclusión sobre la cristología. Epílogo.
17. Cristología  

CONCLUSIÓN SOBRE LA CRISTOLOGÍA. EPÍLOGO.

Los problemas más acuciantes de la Cristología ya quedaron resueltos en los Concilios Ecuménicos de Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia. Hoy, en mi opinión, el estudio de Cristo desde una perspectiva estática deben considerarse casi cerrado, aquella cultura ya pasó, pero la terminología sigue sirviendo para delimitar los excesos. Prácticamente el lenguaje empleado en el Credo y los intentos de explicación dados, son insuficientes, como todo lenguaje sobre Dios, pero son los más adecuados hasta el día de hoy. No olvidemos que estamos asistiendo al nacimiento de sectas, grupos de "new age", "pseudoreligiosos" que desmontan y falsifican el significado de la persona de Jesús en base a sus intereses sectarios. Cristo como un aspecto de Dios, o como un hombre sorprendente pero un hombre, como un extraterrestre o como una forma de Dios. La teología liberal ha intentado explicar el misterio de Cristo, pero lo que han logrado ha sido destruir y confundir los dogmas. En mi opinión son demasiado esclavos de un secularismo radical que destroza cualquier perspectiva trascendente y divina de Cristo. Mientras los teólogos se preguntan sobre la historicidad de tal o cual relato, la posmodernidad diseña su nuevo "Cristo", como un personaje menos molesto, más ajeno a la salvación, o simplemente un nuevo eón, al modo del gnosticismo de los primeros tiempos.

La interpretación semiótica y simbólica que he trabajado en el capítulo me parece la más adecuada para acercarse a Cristo, por ser más catequética y universal. El significado de Jesús para sus contemporáneos Judíos era más explícito que para los cristianos de hoy, no está de más explicar a Cristo desde su contexto semita, que lejos de destruir su divinidad, la fortalece. La vida de Cristo para el Judío contemporáneo sólo podía admitir dos respuestas: o es un impostor y un blasfemo, o es verdaderamente el Mesías, el Hijo de Dios, y por consiguiente Dios mismo. De esa segunda respuesta hemos heredado la fe.

Si nos acercamos a una perspectiva más pastoral de la fe cristológica, descubrimos como satisfactoriamente las comunidades cristianas de la Iglesia posconciliar han recuperado a Cristo como centro de la vida en la fe. La problemática sigue estando en la fe sociológica, o en algunas devociones populares, que tergiversan el significado y el lugar de las distintas figuras y esquemas de la fe. Esa recuperación pastoral ha sido debida al descubrimiento de la fe como encuentro personal con Jesús, desde lo dinámico y experiencial. La vida del creyente adquiere un nuevo sentido y valor en el encuentro con Cristo muerto y resucitado, en su mensaje, sus gestos, y su amor hacia los hombres. Los frutos del acercamiento a Cristo y los deseos de ser fiel a su palabra y a su vida pueden hacer de nuestra Iglesia un lugar de renovación permanente, de nosotros depende, y de pedirlo al Espíritu.

No olvidemos tampoco que la fe cristiana, centrada en Jesucristo, es totalizadora, es decir, vuelve a enraizar toda la vida en el Señor. Los problemas del hombre, del mundo, del pecado, de la muerte, del trabajo y la justicia, de la alegría y la esperanza, del sufrimiento y el mal, de la política y la economía, de la liturgia y la celebración,... todos adquieren una sabia nueva, fecundante con Cristo, una nueva intuición. Por eso Cristo es para todos los hombres, pero para todo el hombre. En todas sus dimensiones y facetas somos redimidos.

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