17. Cristología. La cristología del Concilio Vaticano II.
17. Cristología  

LA CRISTOLOGÍA DEL CONCILIO VATICANO II.

El Concilio Vaticano II es esencialmente cristocéntrico, desde el inicio hasta el final, y con un deseo fuerte de renovación en la pastoral. Ya en el número tres y cinco del mensaje de los Padres conciliares a todos los hombres, del 20 octubre del 62, aparece el deseo de manifestarse cada vez más conformes al Evangelio de Cristo y, más tarde dice "renovarnos de tal manera que aparezca a todo el mundo la faz amable de Jesucristo, que luce en nuestros corazones para resplandor de la claridad de Dios". En los números siguientes de esta introducción conciliar se habla de imitar a Cristo en la atención a los más humildes, citando a 2Cor 5 la caridad de Cristo nos apremia. No está de más leer éstos importantes textos.

Siguiendo los documentos principales del Concilio encontramos el deseo de evidenciar la fe y el seguimiento de Cristo como raíz decisiva de la construcción de las teologías y las líneas pastorales diversas. Cristo será el centro para la vida de la Iglesia. En la Lumen Gentium aparece en los números 1, 2 y 3 la vinculación de Cristo en el Misterio de la Iglesia. La cristología presentada es dinámica, más cercana al Evangelio que la elaborada en los Concilios dogmáticos de los primeros siglos. En el Concilio no se discute la naturaleza de Cristo, sino que se le trata de integrar en la vida cotidiana de la comunidad eclesial. Desde este deseo se configuran éstos números. La Iglesia es sacramento visible de Cristo, signo de unidad para los hombres, es Hijo es el redentor, es el Unigénito de Dios. La Iglesia trata de continuar el Misterio de salvación de Cristo en el mundo, constituyendo un solo cuerpo con el Salvador.

Cuando en el capítulo segundo de LG, al hablar del Pueblo de Dios se vuelve a mencionar a Cristo en la comunidad eclesial, se subraya que es el pastor que conduce a su pueblo, el sacerdocio común de los fieles está enraizado en el corazón de Cristo. También desarrollando el ministerio jerárquico alude a Cristo como modelo e imagen en la que configurar el corazón del Presbítero y del Obispo, los fieles laicos están especialmente vinculados a Cristo por el Bautismo. Los religiosos imitan las perfecciones de Cristo en sus vidas. Cristo es para el hombre y la Iglesia de hoy, podemos concluir.

El capítulo VII de LG, dedicado a la escatología nos presenta a Cristo resucitado, que nos muestra el camino de salvación. Jesucristo es el Señor de la historia y la puerta de la redención, por lo que el amor a los santos tiende a Cristo. También en el capítulo VIII relativo a María, Madre de Dios, se vuelve a encontrar la figura de Jesucristo, raíz de la devoción mariana, y de la entrega de ésta a los hombres, como madre de la humanidad. María nos lleva a Cristo, y Cristo nos ofrece a María como madre. Los estudios de mariología los enraizamos también en la cristología.

No examinamos de nuevo la Dei Verbum, sobre la revelación, porque ya está suficientemente presentada, simplemente recordamos cómo de nuevo la teología de la revelación se hace desde Cristo, centro de la revelación de Dios a los hombres, tal como indica Hebreos, en los últimos tiempos nos ha hablado a través de su Hijo.

En los documentos sobre la Liturgia, la Sacrosanctum Concilium, reitera su cristocentrismo. En el número 2 se menciona como la liturgia es medio para manifestar y expresar los fieles el Misterio de Cristo. El número 5 habla de la obra de salvación realizada por Jesús, su entrega por amor, su Pasión y Resurrección. Del costado de Cristo nace la Iglesia entera. Esa labor redentora de Jesucristo es continuada por su mandato por la Iglesia, es decir, celebramos en la liturgia a Cristo mismo, encarnado, muerto y resucitado, con Él recibimos el misterio de salvación. En el número siete dice que Jesús está presente en la liturgia, presente en la comunidad, en la asamblea, en la palabra, en el gesto, es su misma acción sagrada la ofrecida por la Iglesia.

Finalmente en Gaudium et Spes, Cristo es ofrecido por la Iglesia al mundo, como lo mejor que puede dar, es presentado como el mejor regalo de Dios a la humanidad. La Iglesia sólo puede señalarlo para guiar a los hombres a Él. Ofrece a Cristo como modelo de hombre, como ejemplo de humanidad nueva, GS 22. Invita a la fraternidad universal, desde lo enseñado por Jesús, GS 24. Quiere la Iglesia encarnarse y ofrecerse al mundo al igual que lo hace Jesús, así lo pone de manifiesto constantemente en el documento, especialmente en el número 32 y muchos otros. Es un texto en el que la presencia de Jesús modelo de hombre, puente de unión y camino para Dios es constante y firme. Es una invitación para la esperanza de los hombres.

En casi todos los documentos del Vaticano II, además de los mencionados, hay referencias a Cristo como centro de la elaboración magisterial. Es más, incluso podríamos llevar la afirmación más lejos, prácticamente casi todo el magisterio posterior de los pontífices está enraizado en Cristo. Es rara la exhortación, la encíclica, el documento de los Papas o de cualquiera conferencia episcopal que no inicie su exposición desde Dios y Cristo. Es posible que la influencia determinante del Concilio y todo lo que supuso hayan hecho posible esto. Esta práctica tampoco era totalmente ajena antes de pontificado de Juan XXIII, pero lo cierto es que la frescura y deseo de fidelidad al Evangelio en el Concilio Vaticano II han hecho revivir el deseo de ver en el Señor Jesús lo mejor de nuestra pobre comunidad eclesial. Por suerte con una presentación de un Cristo, dinámico, vivo, redentor y salvador, más cercano al dinamismo evangélico que al mundo estático griego, y que tanto dio que hablar y discutir en otro tiempo.

<< >>
1
Hosted by www.Geocities.ws