Biografías Peloteros Ecuatorianos

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JUVENAL SAENZ GIL

Nació en Guayaquil un  7 de noviembre de 1919, sus padres Don Juan Juvenal Sáenz  y Doña Francisca Gil de Saenz, tuvo una niñez de privaciones pero las enseñanzas de sus padres y maestros moldearon su espiritu y su caracter como un hombre de bien.

Don Juvenal Sáenz Gil, es uno de los ejemplos vivos de trabajo constante y entrega apasionada y de los excelentes frutos que se cosechan cuando se da todo de sí para lograr el bien común.

Juvenal a sus 82 años

El majestuoso estadio Yeyo Uraga

Su trayectoria académica realizada en la escuela primaria Nueve de Octubre, luego   en el colegio Vicente Rocafuerte, de sus profesores recuerda con gran afecto y en su mente todavía está la nota de 10 obtenida en un examen de oratoria presidido por quien él mismo llama “genio de la Literatura”, Adolfo H. Simmonds, acompañado del Dr. Teodoro Alvarado Olea, rector de la época de este centro de estudio y del Dr. Humberto Mata. 

Sus primeros años los vivió en una casa alquilada en Francisco de Marcos y Chimborazo. Eran muy pobres. Su papá Juan Juvenal Sáenz trabajaba en el Municipio y su madre Francisca Gil de Sáenz, era educadora.

Deportista, aficionado al basquebol y al béisbol, en ambas disciplinas cosechó triunfos, y ministro de Obras Públicas en una de las presidencias del Dr. José María Velasco Ibarra. 

Allá por los años treinta, entre la sarteneja y la arcilla de un improvisado diamante, un muchacho de cortos años movía su guante y recibía una pelota que la lanzaba a las bases en busca del out salvador. Eran los duelos entre "Los Yanquis" y "Chicago", novenas que habíamos bautizado así, porque en los diarios, de vez en cuando, aparecían los relatos de hazañas realizadas por esos clubes en el béisbol grande de los Estados Unidos.

Los dos equipos eran del mismo barrio, con la diferencia de que Chicago, tenía jugadores menores que los yanquis. Ganaban "los del lago", y el que lanzaba la pelota a las bases, bateaba con consistencia, fildeaba con elelegancia, era Juvenal Sáenz Gil, de la barriada del Barcelona. Por las noches jugaba baloncesto en la vieja cancha del Progreso; en el adoquinado patio de la fábrica. Eran juegos, actuando en otro equipo del barrio, que practicaba básquet y fútbol, el Boca Juniors. Los sábados en la tarde y domingos en la mañana, en nuestro querido río Guayas, Juvenal con todos "los de la esquina" remaba hacia la isla Santay, en donde practicaba un "rugby" criollo. En todo destacaba Juvenal. Pudo ser la estrella rutilante del Barcelona, pero los estudios, o el destino, lo trajeron para el centro, y se afilió a Liga Deportiva Estudiantil, para convertirse en una de las grandes figuras de la época.

Nombrado a los 18 años profesor de Educación Física, y más adelante de las materias de Física y Matemáticas. Estudió Ingeniería Civil con la ayuda del Ing. Héctor Martínez Torres, uno de los mejores constructores en ese tiempo. Con él trabajó en la construcción de la ciudadela Victoria en Playas, General Villamil. Fueron años de gran productividad, pero la actividad constante lo obligó a interrumpir sus estudios.

De izquierda a derecha, sus nietos: Roberto, María Olga de Vallarino, Rubén y Denise Chalela; su hija Olga Sáenz de Chalela, don Juvenal, y sus bisnietos: Francisco y Daniel Vallarino, Rubén José Chalela y el pequeño Sergio Chalela. Los acompaña su mascota Zar.

Un constructor que no se detenía ni en sus vacaciones que las aprovechaba para levantar lo que sería una casa junto al mar. Más tarde trabajó en una compañía que obtuvo grandes logros en Guayaquil propiedad del Ing. Rubén Chalela Costa, quien se casó con su única hija Olguita.

A la que sería su primera esposa y el primer amor en su vida, Olga Castellanos, la conoció cuando tenía 16 años y ella 14. Fueron novios por algunos años y contrajeron matrimonio cuando él cumplió 24 años. Un matrimonio feliz que culmina con un mal desenlace al fallecer ella dando a luz al que hubiera sido su segundo hijo, el varón esperado, que también murió.

Un golpe muy duro en la vida de don Juvenal que solo logró superar ocho años después de este acontecimiento cuando contrajo matrimonio con Elba Ruiz Caamaño, quien falleció en 1999.

Extraordinario encestador, fue seleccionado permanente del Guayas, lo mismo que del Ecuador, concurriendo a varios torneos sudamericanos.

Recordar su triunfo en el baloncesto como seleccionado del Ecuador en Lima, Perú, le resulta  conmovedor. Mientras él estaba lejos del hogar, una noche, la prensa guayaquileña se congregó en la casa de su madre para comunicarle los logros de su hijo como cuarto anotador del campeonato Sudamericano de baloncesto. Era febrero de 1938. En grandes titulares los periódicos de la época exaltaban el sentimiento que embarga a doña Francisca Gil de Sáenz, madre de Juvenal: “Mi hijo me ha dado la sensación más dulce de mi vida”, se leía en la prensa.

Del basquebol se retira en 1947 al quedar campeón Sudamericano cuando derrota a Argentina, Perú y Chile en Río de Janeiro.

Pero lo que más nos importa es que siguió contagiado por el virus del béisbol, del cual nunca pudo librarse, para beneficio de todos.

Sus mejores momentos del béisbol, Juvenal se los entregó a Barcelona y Liga Deportiva del Ecuador, jugando en la tercera base. Fue seleccionado del Ecuador y considerado, por varias temporadas como el mejor en su posición.

Fue nombrado tesorero de la Federación Internacional de Béisbol Amateur, FIBA, en el  Congreso Mundial celebrado en México en 1963, cargo que desempeñó durante nueve años. Tanto en el basquet como en el béisbol ocupó la presidencia de clubes de estos dos deportes en el ámbito suramericano. Y como amante del deporte y profesional de la construcción levanta el estadio de béisbol: el Yeyo Úraga.

Es su mejor obra, la construcción de un gran diamante de pelota. Cuando se escriba "la vida del Yeyo Uraga", figurará su nombre fijado desde la primera piedra del magnífico estadio, hasta el último foco de luz que lo alumbra, a pesar de que muchas veces se lo ha querido mantener en tinieblas. Se podrá mencionar otros nombres y otras épocas; se discutirá sobre quien fue el que puso el primer hito; posteriormente, ya en el juego, también habrá discrepancias sobre el deportista que logró el primer "hit" o anotó la primera carrera, en ese diamante que tanto queremos. Lo que no se podrá discutir es que fue, Juvenal quien dio albergue definitivo al béisbol, construyendo tribunas, conectando luz, implementando el pasatiempo para que se jugara en las mejores condiciones y no fuera marginado y olvidado por falta de hogar propio.

Juvenal le dio al béisbol su clase indiscutible, como seleccionado de Guayas a los torneos nacionales, que eran definición entre los campeones de Pichincha, representando por el Gimnasiun Cóndor, y en el Reed Club, al que reforzaba en la tercera esquina, cuando jugaba esa posición defendiendo los colores del Barcelona. Tiempos en que se hacían tres deportes a la vez, y los muchachos "no tenían meniscos": éstos "llegaron" con el profesionalismo y los profesionales inescrupulosos.

En la política

Pero sin duda una de las etapas más productivas en su vida se da cuando es nombrado ministro de Obras Públicas en la quinta presidencia del Dr. José María Velasco Ibarra.

Su incursión en la política se origina por pura amistad y por insistencia de uno de sus amigos del alma, el Lcdo. Galo Martínez Merchán, con quien comparte una curiosa anécdota en compañía de Armando Espinel y Juan Carlos Faidutti.

En una oportunidad los cuatro viajaron a Buenos Aires, Argentina, donde vivía el doctor Velasco Ibarra con su esposa Corina. En un almuerzo ofrecido por ellos, a cada invitado (ocho en total) le correspondía un bisté de carne, pero al llegarle el turno a Juan Carlos Faidutti este tomó dos pedazos y al último invitado no le llegó nada. “Fue muy gracioso”, comenta con una amplia sonrisa.

Con Velasco Ibarra trabó una gran amistad. “Admiraba su inteligencia y sus dotes de buen orador. Además, por el año 38 toda mi familia, en especial mi padre, promociona el velasquismo”, añade.

Y es tal el aprecio que el ex presidente le manifiesta, que en una misiva le agradece abiertamente su trabajo como ministro de Obras Públicas entre 1968 hasta 1971. “...Vivo ardiendo en gratitud con usted cada vez que pienso en su forma de hacer las cosas, pues ha creado puentes, viaductos, carreteras, ha realizado arreglos en telecomunicaciones. Usted, como Pedro Carbo, reemplazó con actividad maravillosa los meses perdidos. Gracias, gracias”, le escribe el ex presidente a don Juvenal. No exageraba entonces en exaltar las cualidades de este hombre que en el despacho de su Ministerio trabajaba desde las siete de la mañana hasta entrada la noche.

Uno de los trabajos más significativos en el Ministerio fue la construcción del puente que permitió el paso de los productos agrícolas de los alrededores de Riobamba hasta la Costa. Antes de que este existiera, los habitantes de las poblaciones indígenas debían arriesgar su vida recorriendo un camino muy empinado de 100 metros para poder tomar el tren en Cochabamba que los trasladaba hasta Guayaquil. Para la construcción de este puente, que se lo conoció como “salsipuedes”, Juvenal se entrevista con el embajador de Francia y desde ese país trae los materiales y empieza a dirigir la obra.

Su Retiro del Diamante

Sin pompa, tal cual ha sido su vida deportiva, Juvenal Sáenz se retiró de los diamantes, pero siguió metido en el béisbol, en la cabaña o en el palacio, en la directiva o en el campo; protegió a Liga y le trajo jugadores panameños unas veces, dominicanos otras, para llevarla hasta un Campeonato; después Liga se retiró momentáneamente y él se quedó en la directiva de la pelota ecuatoriana. Fue presidente de la delegación que conquistó el Campeonato Sudamericano de 1963, en Buenos Aires.

Fue Presidente de la Federación Deportiva Nacional, y en el campo internacional, tesorero por muchos años de la F IBA, que controlaba el béisbol aficionado en el mundo. En 1963 había sido nombrado para el cargo y nueve años después, en Nicaragua, terminaba por propia voluntad su período, habiéndole tocado a Ricardo Chacón con otros dirigentes, concurrir al Congreso de la FIBA para entregar los fondos que Juvenal les encargaba pusiéran en manos del directorio entrante, ya que él no podía salir del país por sus ocupaciones. Un voto de aplauso, aceptado por unanimidad, fue el agradecimiento del organismo máximo del béisbol, y un deseo de que pronto se reincorporara nuevamente a la FIBA, que en ese tiempo tenía problemas serios en su integración por cuanto sus principales dirigentes no estaban llevando una política acorde con los postulados del béisbol, lo cual Sáenz aceptaba y de allí provenía el porqué de su renuncia.

De todo esto se hace eco Carlos García, en su libro "Béisbol para siempre", su relato es concreto: "Sáenz Gil, ex-Ministro de Fomento y Obras Públicas del Ecuador, y un apasionado fanático del béisbol, prestigió al Ecuador cuando, sirviendo como Tesorero de la FIBA, renunció debido a los incorrectos procedimientos llevados a cabo por sus compañeros del Comité Ejecutivo en el caso de Nicaragua". El tiempo se encargó de darle la razón y su valiente gesto quedó registrado como una acción que le honra y dignifica. Y en el párrafo dedicado a nuestros diamantes, el mismo libro y la misma pluma acepta que una obra de Sáenz es admirada: "Si usted va a la encantadora y progresista ciudad de Guayaquil, se quedará sorprendido del precioso y funcional estadio de béisbol "Yeyo Uraga", construido bajo la orientación profesional de Juvenal Sáenz Gil, el que ha sido escenario de grandes encuentros de pelota chica a nivel nacional e internacional".

  Otra vista del hermoso y funcional estadio de béisbol de Guayaquil, el "Yeyo Uraga"

Esta es la obra y este es el hombre que le ha dado al béisbol todo lo posible a través de su vida pública y de su vida deportiva. Un hombre que no conoce de remansos cuando se trata de impulsar, de levantar su pasatiempo favorito. Ante el problema de la supervivencia de esta disciplina, la dotó de lo mejor que puede entregarse en este medio tan estrecho y egoísta, con los deportes que no tienen el membrete fascinante de la autopropaganda popular. Su mejor propaganda está en quienes le agradecieron por esa labor gigantesca sobre un deporte pequeño.

Un deporte guayaquileño cien por cien, un deporte que tiene su "Yeyo Uraga".

En honor suyo, el complejo deportivo de la Kennedy se llama "Juvenal Saenz Gil".

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