Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires en 1936 en una familia
de inmigrantes de Europa oriental. Estudió
filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, además, pintura con
Juan Batlle Planas. Entre 1960
y 1964, se radicó en París donde trabajó para la revista “Cuadernos” y algunas
editoriales francesas. También fue traductora de Antonin Artaud,
Henri Michaux, Aimé Cesairé e Yves Bonnefoy y publicó poemas y críticas en
varios diarios. En París, también estudió historia de
la religión y literatura francesa en la Sorbona.
A su regreso a Buenos Aires publicó tres de sus principales volúmenes,
“Los trabajos y las noches”, “Extracción de la piedra de locura”
y “El infierno musical”. También
publicó su trabajo en prosa “La condesa sangrienta”.
En 1969 recibió una beca Guggenheim y en 1971 una Fullbright.
Además de las obras mencionadas publica también, entre otras, “Las
última inocencia”, “Las aventuras perdidas”, “Árbol de Diana”, “Los pequeños cantos”, etc. Muere en 1972 de una sobredosis intencional
de seconal.
"no estaré tranquila hasta que no escriba como
yo deseo,
sobre lo que yo deseo y de la manera
que deseo"
Alejandra Pizarnik
Es el cuarto borrador que escribo para hablar de vos, Alejandra. Me miras desde un cartel que enuncia tu nombre con forma de concurso universitario. ¿qué espero, me dictes? Qué me digas que tengo que decir de vos.
No, hoy no quiero tu voz, es necesario destruir los efluvios tóxicos de tu leyenda trágica. Obturarle la entrada al curso psicoanalítico que aparece en Clarín ofreciendo develar tu vida jugada en el lenguaje. Qué ingenuo quedarse atrapado y buscar en tus estrofas las piedritas verbales que contribuyan desde la poesía a hablar de patologías.
Proponerme una distancia crítica, dejar de lado la sacralización que se ha creado en torno a tu figura y no preocuparse por las razones de esa eterna niña diabólica sino realmente preguntarse cómo diablos hacías para escribir tan bien.
Difícil observar los recursos de tu poética sin romper el encantamiento de lo que dice en mí tu palabra. Lo que dice en nosotros tu palabra.
¿Con quién hablas Alejandra en Cold in hand blues? Los verbos diferencian claramente dos interlocutores. Sin embargo es uno en el final el que responde. Somos nosotros, los lectores a quienes apelas para que le demos el sentido propio. La palabra indecibl que está más allá del lenguaje. Tu voz desaparece para que se haga verbo en nuestra voz. Los pronombres transgreden sus marcas como un intento de ordenar un mundo que no entendemos y asusta.
Cold in hand blues
y qué
es lo que vas a decir
voy
a decir solamente algo
y qué
es lo que vas a hacer
voy
a ocultarme en el lenguaje
y por
qué
tengo
miedo
Sabías que el lenguaje es el que hace al mundo, por eso tenías que reinventarlo, trastocar el sentido de la palabra, tal vez en esto sí estabas cercana al tiempo estético en el que circulabas; Poesía Buenos Aires, los Invencionistas, Huidobro y el surrealismo francés. Pero para vos no era sólo la escritura automática o la reinvención de palabras sino comunicar sentidos pero sin rescatarlos de su naturaleza incierta y circular. Probando la lengua más allá de los límites y las convenciones.
La
palabra que sana
Esperando
que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que
se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe
el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además
más y otra cosa.
Naturaleza incierta de las cosas es tu voz, Alejandra. Esa voz que se oculta porque sabe que el lenguaje es algo que impide, es el límite. Por eso el acto de escribir se tematiza en tu poética, se convierte en una lucha entre el no poder decir porque el lenguaje expone y el no poder callar porque el lenguaje cubre.
En
esta noche, en este mundo(fragmento)
en
esta noche en este mundo
las
palabras del sueño de la infancia de la muerte
nunca
es eso lo que uno quiere decir
la
lengua natal castra
la
lengua es un órgano de conocimiento
del
fracaso de todo poema
castrado
por su propia lengua
que
es el órgano de la re-reación
del
re-conocimiento
pero
no el de la resurrección
de
algo a modo de negación
de
mi horizonte de maldoror con su perro
y nada
es promesa
entre
lo decible
que
equivale a mentir
(todo
lo que se puede decir es mentira)
el
resto es silencio
sólo
que el silencio no existe
no
las
palabras
no
hacen el amor
hacen
la ausencia
si
digo agua ¿beberé?
si
digo pan ¿comeré?
y el
perro de maldoror
en
esta noche en este mundo
donde
todo es posible
salvo
el
poema
hablo
sabiendo
que no se trata de eso
siempre
no se trata de eso
hoy
ayúdame a escribir el poema más prescindible
el que no sirva ni para
ser inservible
ayúdame
a escribir palabras
en
esta noche en este mundo
Las palabras, el lenguaje, sintaxis que piden resolver acertijos, paradoja simbolista, tal vez Alejandra? Buscabas transformar en objeto poético el misterio que se te develaba en el silencio.
Como agonista de un campo poético luchabas con palabras cotidianas pero a la vez filosas; que forman rutas de sentido en círculos inexplicables.
Silencio, sombra, voz, espejo, barco, ceniza, niña, viento, varían su registro según el sentido que ocupen en el verso. Pero no están para ser explicados, Alejandra, porque la lengua no te alcanza y te amordaza. Aunque intentabas formar un mapa no hay nada que debamos ordenar y exponer porque forman algo más sencillo y menos razonado de lo que yo pueda expresar. Sólo está en lo inmediato que sentimos al evocar la palabra. En ese primer rumor antes de ser signo.
Anillos
de Ceniza
son
mis voces cantando
para
que no canten ellos,
los
amordazados grismente en el alba,
los
vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay,
en la espera,
un
rumor a lila rompiéndose.
Y hay,
cuando viene el día,
una
partición del sol en pequeños soles negros.
Y cuando
es de noche, siempre,
una
tribu de palabras mutiladas
busca
asilo en mi garganta,
para
que no canten ellos,
los
funestos, los dueños del silencio.
A ese umbral, que hoy se me escapa del
decir y de todo análisis teórico llegaste vos Alejandra con tu escritura.
Ahora sólo resta el silencio, el análisis lo haré otro día.
NORAH LORENZO
Más
Pizarnik:
LA TIERRA MÁS AJENA
dos manos de flores pendientes resumen la
burda escultura de exóticas formas que
brillan vendiendo a las brujas el
augusto signo de vida por muerte
leyendo en las líneas las miles de
veces que vences o gimes o lloras o ríes o
emprendes camino a un paso fijo que
lucha en la noche repeliendo los
viles ataúdes que esgrime el fracaso
la vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui
en la cuerda de mi sonrisa
va pasando
mi corazón
abre la ventana
aquí estoy
mi sola y aterida sangre
percute en el mundo
pero no quiero hablar
de la muerte
ni de sus extrañas manos.
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
a buscar la vida
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo
13
que partió de mí un barco llevándome