Con el término Galaxia designamos a un conjunto de millones o incluso billones de estrellas relacionadas todas ellas entre sí por la gravedad. Las galaxias tienen diámetros que varían entre mil y varios cientos de miles de años-luz.
Tipos de galaxias
Un simple análisis a unas cuantas galaxias revela que todas se enmarcan, por su forma, dentro de cuatro categorías: elípticas, espirales normales, espirales barradas e irregulares.
Las elípticas son condensaciones simétricas con densos núcleos brillantes. Pueden ser esféricas o pueden tener formas ovaladas. En NGC 205 y NGC 221 (M 32) encontramos dos ejemplos de este grupo. Se trata de galaxias satélites de M 31, que pueden verse como simples manchas de luz a ambos lados de ésta cuando la observamos con telescopios de mediano tamaño. Su aspecto no es tan espectacular como el de las espirales, ya que aparecen mucho más compactas y con los instrumentos del aficionado, únicamente se aprecian, por regla general, pequeños discos difuminados de brillo débil.
Las espirales tienen estructuras en forma de
disco más o menos plano con un núcleo que sobresale
del mismo y del que parten los brazos en forma de espiral rodeándolo con una o
dos vueltas. Es el de nuestra galaxia, la Vía Láctea, así como de otros
ejemplos: M 51 en Canes Venatici, M 81 y M 101 en la Osa Mayor, y la propia M
31 en Andrómeda. La posición de una espiral puede hacer que visualmente
parezcan otro tipo de galaxias. Es el caso de M 104, en la constelación de
Virgo, popularmente llamada la Galaxia del Sombrero por su peculiar aspecto,
que se debe a que la vemos prácticamente de canto, es decir, en la dirección
del plano galáctico. Lo mismo ocurre con NGC 891, que, como M 31, se halla en
la constelación de Andrómeda.
Las galaxias espirales barradas se componen de un pequeño núcleo atravesado por una barra dispuesta diametralmente, de cuyos extremos parten dos brazos espirales. La causa que origina esta disposición tan peculiar se desconoce, aunque se supone con cierto fundamento que está relacionada con el campo magnético que caracteriza a este tipo de galaxia. Es el caso de NGC 1300 en la constelación de Eridano y NGC 7741 en Pegaso.
Finalmente, las irregulares son aquellas que
no tienen ninguna
forma definida; en ellas, las estrellas, nubes de polvo y gas se hallan
distribuidas de un modo anárquico; la causa de esta anarquía se explica
suponiendo que estas galaxias han sufrido fuertes perturbaciones
gravitacionales por parte de otras e incluso que son restos de choques entre
ellas, fenómeno relativamente frecuente. Los
ejemplos más cercanos que tenemos son las Nubes de Magallanes, satélites de la
Vía Láctea que están unidas a ella por una gran corriente de hidrógeno.
Nuestra galaxia es una espiral de tamaño bastante
grande. Hay galaxias mucho mayores, algunas de ellas de tipo elíptico, y otras
mucho menores, asimismo elípticas. Curiosamente, si observamos el firmamento,
la mayoría de las galaxias visibles tienen forma de espiral, aunque en realidad
estas no constituyen más que un 15 % del total (mientras que las elípticas son
el 70 % y las irregulares el 15 %). La razón de esta aparente contradicción es
que las espirales, por término medio, son mucho mayores y más brillantes que
las elípticas, resultando, por lo tanto, más visibles.
Si bien se conoce que las galaxias nacen de primitivas condensaciones de gas y polvo, en cambio, no está aún muy claro el proceso que siguió la materia cuando se formaron las galaxias para diferenciarse en tipo elíptico o espiral. Tras la primera clasificación por tipos que realizó Hubble a comienzos de siglo, se sugirió que las galaxias evolucionaban partiendo de una condensación de gases esférica o elíptica que va aplanándose, extendiendo a su alrededor unos brazos espiralmente para terminar disgregándose en lo que denominamos tipo irregular. Pero esta hipótesis hace años que se consideró desacertada, al igual que otras que surgieron posteriormente.
Hoy sabemos que las elípticas tienen poca cantidad
de gas y polvo y que están constituidas mayoritariamente por estrellas, con lo
cual sus esferas sufren un proceso de acreción (de achatamiento) mucho menor
que las espirales, en cuya composición entra, además de las estrellas, gran
cantidad de gas y de moléculas. Su menor densidad es la que propicia que en el
transcurso del tiempo acaben siendo discos muy planos con unos brazos que no
son más que “ondas de choque” de la materia.
De todas maneras, resulta altamente difícil obtener
una explicación convincente del proceso que siguieron cuerpos tan alejados, en
la distancia y en el tiempo. Esto es así particularmente porque nuestro periodo
de observación, por muchos años que comprenda, no es más que un ínfimo instante
dentro del proceso evolutivo de las galaxias, muy ligado, como se ve, con el de
toda la materia del universo.