No tuvimos el placer de conocer a este eminente señor porque en el momento en que moría yo nacía y a Memo ni lo pedian, a pesar de ello, podemos decir del maestro Caso: abrió las puertas al conocimiento de la cultura zapoteca.

Nació a finales del siglo pasado en la ciudad de México, aunque en su juventud se dedicó a eso de las leyes, se dio cuenta que no era para eso, así pues busco suerte en la antropología. Y vaya que le fue bien - solo descubrió 180 tumbas en Monte Alban - y yo creo que fue la vida lo que no le dio tiempo para descubrir más.

Aunque para ese entonces ya habían saqueado casí todas, fue la tumba 7 su mayor hallazgo. Aquí encontró una rica ofrenda que no había sido vista por el hombre desde hace 1,000 años. Caso se volvió medio loco con el hallazgo, pero reflexionó y entregó sus resultados a la luz pública, gracias a ello tenemos idea de la importancia de la muerte en la cosmovisión zapoteca. Si quieren darse una idea de la magnitud de la ofrenda visiten el museo regional de Oaxaca.

Los trabajos de campo no fueron su única área, además fue el primero en interpretar sin ambigüedad los códices de origen prehispánico de la región zapoteca (el Vindobonensis, Bodley, Selden, Colombino, entre otros), llevando a la cultura zapoteca a un contexto histórico el cual podemos comprender. Estos códices nos llevan a las dinastías, matrimonios, acuerdos y guerras de aquel entonces.

Como ejemplo de esta narrativa el códice Nuttall nos dice:

Alfonso Caso también desempeñó algunos cargos públicos como el de la rectoría de la UNAM, director del museo de antropología y director del instituto indigenista en el que desempeño hasta su muerte en 1970.

Su trabajo es muestra de la perseverancia y del estudio dedicado, gente como el hace falta no digamos solo en México si no en el mundo, en el se reflejó que las respuestas superficiales no son suficientes, se debe buscar desde el origen de la cosas observando su evolución en el transcurso del tiempo.
 
 
 
 
 

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