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Nacer con los ojos abiertos supone un
destino favorable. En determinadas culturas se dice que el niño que nace así
será en el futuro un brujo o un vidente.
Si el bebé llega al mundo cuando el reloj da las tres,
las seis, las nueve o las doce, el afortunado tendrá buena vista, y si lo hace
en domingo, tendrá el mejor de los destinos.
A los recién nacidos suelen regalarles un sonajero o una
cucharilla de plata para que lo primero que toquen sea algo de metal y, así,
atraigan la buena suerte y el dinero. Por eso, también se les cuelga una
medallita de oro.
Si apagan las velas de la tarta de cumpleaños a la primera
tendrán buenos augurios.
La creencia de que los jorobados atraen la suerte se remonta varios siglos atrás. Muchos de ellos vieron degradada su condición al servir la joroba como soporte o escritorio de los demás pudientes. Por extensión, ver a un jorobado aseguraba el éxito, y tocarle atraía riqueza. Hasta hace bien poco, los billetes de lotería se frotaban sobre la joroba del desdichado vendedor con el convencimiento de que ganaría el número que se jugara.