112_02_04_KK3(337-26-01-1994-año XIII) Manuel C. Martínez M.
SADELAS
Sociedad Amigos de la Salud
Los callos de la humildad
Observe los tendones de Aquiles, particularmente los suyos, o los de las demás personas, damas y señoritas. En la mayoría de los casos muestreados verá una formación callosa cuyos orígenes se remontan a la adolescencia.
Ocurre que , cuando se trata de gente humilde, el calzado que pudieron usar fue generalmente baratico. Esta baratura, como se infiere, está asociada a zapatos de tercera calidad, aunque muy boniticos a los ávidos ojos de todo menesteroso o de menudo bolsillo .
Esa pésima calidad se refiere a que su confección va con cargo a suelas y cueros tiesos y rústicos, que darán inmediata salida a una seguidilla de ampollas que a fuerza de costumbre e insistencia se transforman en tremendos callos. No se diga de aquellos zapatos que le quedaban apretados, pero que se resignó a usar, no fuera cosa que mientras se encontraban los adecuados se le atravesara una necesidad urgente y prioritaria a su comprador.
Tales callos blanquecinos pasan a ser la defensa natural ante cuanto zapato de tercera siga poniéndose la gente de los humildes, y, de <<talón de Aquiles>> pasan a ser tendones de Aquiles, por aquello del lado flaco que representan, pues no es necesario buscar documentación curricular para reconocer mediante ellos el estatus de una persona: Basta con mirarle sus talones y las coyunturas superiores de sus dedos inferiores.
De vez en cuando usted observará personas con unos taloncillos divinamente tratados; estos revelan que sus padres fueron gente de buen dinero, que pudo adquirirle al dueño de esos tendones calzados de primera en suavidad, talla y elegancia, y única forma esa de evitarle al usuario la formación de los mencionados callos de la humildad.