Sadelas

 Sociedad Amigos de la Salud *

El ENCANTO de la INTIMIDAD

Entendida la Intimidad como un acto privado y personalísimo, que puede involucrar a dos o más personas, nada, absolutamente nada, puede violarla cuando se trate de una acción de corriente intimidad, o sea, nadie podrá jamás enterarse con certeza de los actos realizados en privado por una persona cualquiera, ni siquiera cuando alguno de los partícipes   de la intimidad revele lo sucedido, habida cuenta de que siempre quedará la duda de su potencial charlatanería. 

Tal es el encanto de la intimidad. Porque es un hecho que toda persona suele suponer que los demás suponen lo que aquella íntimamente hace, pero siempre será una suposición. Los modernísimos vídeos y medios fílmicos electrónicos tampoco pueden dar plena fe de lo acontecido en la intimidad. 

Entonces, ocurre que podemos hacer, deshacer, cantar, bailar, coser, comer, descomer y muchas otras cosas más, solo o en compañía de terceros, pero para cada uno de estos siempre privará la inviolabilidad    de lo acontecido, ya que siempre será respetada su intimidad como si no hubiere ocurrido nada, como si no hiciéramos lo que hacemos, ni deshiciéramos lo que deshacemos, ni cantáramos lo que cantamos, ni bailáramos lo que bailamos, ni cosiéramos lo que cosemos, ni comiéramos lo que comemos, ni descomiéramos lo que descomemos. 

Sólo los actos públicos, donde simultáneamente todos presencien lo que los concurrentes hagan, pierden el encanto de la intimidad, son acciones conocidas plenamente por todos y nadie podrá negar que hizo lo fue visto, oído u olido  por todos.

Pero no es porque se trate de acciones comunes a todo ser humano la razón por la que no tiene gracia apuntar ni reseñar las intimidades de terceros, sino porque encantadoramente sólo nosotros mismos podemos saber lo que íntimamente hacemos, y ni siquiera quienes atestigüen podrán hacer valer sus revelaciones so pena de quedar en ridículo.

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 * Sociedad, en su  sentido holístico, porque cada ser humano la representa. Sólo por desviaciones del pensamiento aún no enderezadas, tendemos a  salirnos de ella, como si   la primera  estuviera allá, y el segundo, acá.

Manuel C. Martínez C.

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