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En julio de 2000 realicé
un viaje de estudios a Marruecos. En principio, todo estaba calculado
para quedarse allí un mes, que era el periodo que duraba el cursillo de
árabe que me disponía a realizar en la Universidad Muhammad V de
Rabat. Pero finalmente, la
experiencia se alargó unos días más, hasta el día 5 de agosto de ese
año 2000.
Aquel viaje, representó
para mí algo más que un desplazamiento físico a otro país, a otro
continente, a otra cultura, o a otra época en el tiempo. Fue también
un auténtico viaje interior; un viaje que marcó definitivamente, un
antes y un después en mi forma de ver la vida.
Detrás de "Musafir",
no se esconde nadie especial. Solamente un ser humano más. Una
persona que ha vivido, (como muchas otras quizás), un largo periodo de
oscuridad interior. Una ausencia de luz que, definitivamente, se acabó
en el mismo instante en el que decidí irme de viaje. Cuando iba de
camino en el ferry de Tánger, no sólo dejaba atrás mi casa y mi
rutina por un tiempo. No; era consciente de que abandonaba
definitivamente una vida y que comenzaba otra mucho más gratificante:
mi verdadera vida. Sentimientos contradictorios guardo de mi regreso a
España. Abandonar la ciudad de Rabat, después de cinco semanas se me
hizo difícil. Y en el mismo ferry que un mes antes me acercó a
Marruecos, no pude evitar mirar hacia atrás, en la cálida noche de
agosto, y contemplar emocionado cómo iban desapareciendo las luces de la
ciudad de Tánger.
Fue en Marruecos donde
conocí a una persona totalmente especial para mí. Después de haber
vivido en la misma ciudad durante casi siete años sin conocernos, el
azar quiso que fuera a 1500 Km. donde supimos el uno del otro. A mi
amiga Qamar le he de agradecer sinceramente la inestimable ayuda y
comprensión que me ha brindado desde el mismo día en que nos conocimos
hasta hoy. Los lazos de amistad que hemos creado en estos últimos siete
años, muy difícilmente se borrarán.
Reivindico con estas
líneas el espíritu beneficioso del "viaje" desde mi propia
experiencia personal. No importa el destino último de éste: lo más
importante es el propio camino. No he realizado el Camino de Santiago,
pero comprendo perfectamente las sensaciones que me transmiten quienes
lo han vivido, puesto que para mí, mi Santiago particular en este caso,
estaba un poco más al sur... siempre el sur.
"Porque más allá del horizonte donde la
luna se funde con el mar en un baño de plata..., y más allá, donde
las mujeres al atardecer cuando el sol tiñe de oro las aguas, cantan a
sus hijos cuentos soñados en épocas pasadas y los viejos se
entretienen jugando a las cartas, mientras el jazmín llena de dulzor el
aire cálido y las barcas se alejan esperando tener buena jornada de
pesca... más allá, en definitiva, el mundo también existe".
Erik.
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