Entrevista
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NATALIA VELIT
PINTORA
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«LA INSPIRACIÓN
NO EXISTE»
Cada dos años, Natalia Velit, deja su taller en París
y regresa al Perú en busca de sus raíces. En esta entrevista,
la joven pintora le cuenta a "Cosas" su historia, habla de su oficio y
de la vida dura del artista.
Natalia Velit partió a París, junto
a su familia, a los dieciséis años. Allá terminó
el colegio y decidió, sin dudarlo, estudiar arte. Ese era su sueño
desde niña, cuando se imaginaba que más adelante sería
pintora. La vena estética la heredó de su madre, quien se
había dedicado a la música, pero había llevado a Natalia
por el camino de la plástica. "Desde pequeña iba a talleres
de verano; allí descubrí la pintura y decidí que de
grande sólo me dedicaría a ella".
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COSAS DE ARTISTA
Sin embargo, Natalia deja rápidamente las reminiscencias infantiles
y explica su obra presente. Sus cuadros son trabajados al óleo sobre
tela y emplea tanto las técnicas clásica como el collage.
Para ella, pintar es una rutina diaria, algo sencillo y casi natural; no
obstante, lo difícil es que las demás personas acepten su
trabajo, como si dedicarse a la pintura no tuviera el mismo nivel de exigencia,
dedicación y talento que otras profesiones.
– ¿Y por qué no? En sociedades como la nuestra, lamentablemente,
las prioridades son otras a nivel masivo. Quizá se necesite más
médicos, abogados, agricultores; pero me parece que la cultura,
que abarca la pintura, la filosofía, el teatro, el cine, entre otras
cosas, es un pilar esencial en la vida en grupo. Si la sociedad no tiene
una base cultural, de nada sirve contar con el mejor agrónomo o
el mejor médico. Las dos cosas van en paralelo.
-
¿Cree que en nuestro país hay una
imagen
estereotipada del artista?
– Es triste, pero en el Perú el artista es marginado; se lo considera
un "loquito". A la gente le raro que una persona se dedique solamente a
pintar; no 1o ve como una profesión y eso es falta de cultura. En
Francia es una profesión tan digna como ser médico a abogado;
aquí se cree que los artistas son todos barbudos, cochinos y mal
vestidos. Son concepciones totalmente erradas. Felizmente no todos piensan
así.
– París me ha dado los estudios que necesitaba para desarrollar
mi arte. Eso, junto al hecho de ser peruana, ha suscitado un estilo característico
y particular en mi pintura, que refleja la fusión de las dos culturas.
LA REBELION
Fue a los doce años que tuvo su primer contacto "oficial" con
la pintura. En esa época comenzó a tomar clases con Edna
Velarde, una conocida pintora e historiadora dedicada a pintar los retratos
de los héroes nacionales. "Estaba impresionada con su taller;
recuerdo hasta el olor de la pintura de ese lugar", dice Natalia como
recordando el primer día de sus clases. En ese momento, la joven
comenzó a conocer los fundamentos de la pintura plasmando en sus
lienzos a Bolognesi, Grau o a San Martín en su caballo. "Me inicie
con el dibujo haciendo retratos. Tuve una excelente profesora en materia
de figuración", comenta.
-
¿Y cuándo se rebeló contra
la figuración?
– Me revelé cuando me fui a París, ya decidida a estudiar
pintura. Y mi rebelión ya fue total cuando me inicié en lo
abstracto. La gente cree que uno llega a la pintura abstracta por descarte
o porque uno no sabe dibujar y manchar es más fácil. Mentira,
yo llegué al abstracto después de haber tenido una época
figurativa, como cualquier pintor. Para llegar, hay todo un proceso.
-
Pero sus cuadros no son totalmente abstractos...
– Es cierto, están en la frontera entre la figuración y lo
abstracto. Pero sin una base figurativa sólida es imposible lograr
un buen abstracto; uno llega a ello por elección, no por consecuencia.
-
Al estar entre lo figurativo y lo abstracto, ¿cómo
le gustaría que la gente interprete sus cuadros?
– Mis cuadros los oriento a través del collage, con incrustaciones
de papel. Es por eso que, pese a tener de abstracto, en ellos siempre hay
algo concreto. Sin embargo, lo que quiero que vean es la labor didáctica
y pedagógica que rige el cuadro.
-
Como su trabajo sobre la memoria y el tiempo...
– Sí, estoy convencida de que los pueblos tienen una memoria, que
además de ser selectiva, es muy ingrata. Sólo nos acordamos
de lo que nos da la gana y lo demás lo botamos. Lo que sucede es
que durante el transcurso de la historia ha habido innumerables personajes
que han contribuido a un proceso evolutivo, pero no se ha valorado, realmente,
lo que hicieron. A ese tipo de personas o hechos es que yo oriento mi pintura,
como un homenaje e intentando que no sean olvidados. En los cuadros que
hago, lo que quiero es que el espectador se dé el trabajo de acercarse
y leer el texto que está pegado en él, para así descubrir
su historia.
-
¿Como su cuadro basado en la incursión
militar a la embajada de Japón?
– Por ejemplo. En ese cuadro quise plasmar cómo fue visto en Europa
este hecho en particular. En él pegué los recortes del diario
Le Monde, plasmando la opinión internacional sobre el tema, que
fue totalmente diferente a la opinión nacional. Lo que quiero es
que no nos olvidemos de que en un momento de nuestra historia esto ocurrió
y fue real.
INSPIRACIÓN
Por esas razones la obra de Natalia es, en cierto modo, una puerta abierta
a la interpretación. En su obra se ve el manejo de la tela, con
sus líneas de sombra y de cortes, delimitando siempre un fragmento
de espacio temporal. Y si se está más atento a los detalles,
se podrá ver los graffiti, trazos de escritura o, quizá,
trozos de periódicos fechados hablando de un acontecimiento en especial.
-
¿Sólo los hechos concretos inspiran
sus cuadros?
– Eso de la inspiración es mentira, no hay ninguna inspiración.
Este es un trabajo como cualquier otro y uno llega a su taller y todas
las mañanas tiene que pintar.
-
¿Se obliga a pintar como Vargas Llosa se
obliga a escribir?
– Sí, uno se obliga a pintar. Si no, podría quedarme sentada
todos los años de mi vida esperando la inspiración. ¿Qué
es la inspiración? Es algo totalmente abstracto que no tiene ningún
sentido real; es un estado de ánimo y ese estado se lo crea uno
mismo.
-
...O como algunas personas que usan sustancias
psicoactivas para, según ellas, "ser creativas".
– Respeto la posición de quienes lo hacen, pero esas cosas no me
parecen. Tal vez para muchos sea útil fumar un poco de marihuana;
pero si el día de mañana no lo haces, entonces no pintas.
Y si eso sucede, entonces de qué valen los años de estudio,
si lo que se necesita es marihuana. Lo que hay que hacer es tener en la
cabeza una idea clara de lo que vas a realizar, y concretarla. Eso lo tengo
clarísimo y no necesito de otro tipo de estímulos.
EL PRECIO DEL ARTE
A Natalia, cada vez le falta más espacio para desplegar su arte
sobre la tela, pues tiene una marcada tendencia hacia los formatos enormes;
es por eso que sus trabajos son difíciles de transportar y no pueden
conocer tierra peruana. Sin embargo, por más grande que sea el cuadro,
el valor nada tiene que ver con sus dimensiones.
-
¿Cuánto cuesta un cuadro suyo?
– Los de formato 1.95 por 1.30 metros, que son los más grandes que
puedo traer a Lima, cuestan 3 mil dólares.
– El precio de los cuadros no es –como muchos creen– lo que le provoca
al artista. Los precios van en función del currículo del
pintor; mientras se tenga más exposiciones individuales exitosas,
más vale un cuadro.
-
¿Y cómo imagina su pintura a futuro?
– A futuro quiero hacer cuadros tridimensionales, en varios planos. Que
mis trabajos dejen de tener un solo plano, para que se vuelvan una especie
de escultura. Dejarán de ser cuadros, pero continuarán con
la esencia de la pintura en sí. No sólo los colgarán
en la pared, sino que buscarán otro lugar en la casa para ponerlos.
Ese es mi proyecto.
Aída
Bellido Jiménez
N° 155 11 de Setiembre
de 1998
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