Belleza desconocida

Parto con una mención al escritor Thomas Hardy hecha por Schroeder en una tira de Peanuts. Ojalá tuviera más información como para hallar el original.

Thomas Hardy un día vio a una chica en el autobús. Se dijo que tenía "una de esas caras de fascinante belleza que casualmente se ven por las calles, pero no entre las propias amistades. ¿De dónde vienen? ¿Quién las conquista? ¿Quién llega a conocerlas?", se preguntó.

Bueno, eso mismo me pasó ayer. En el bus de vuelta de Valparaíso a Santiago, en el asiento junto al mío se sentó una de esas chicas de fascinante belleza que no se ven entre las propias amistades. Su rostro no tenía nada obviamente extraordinario, no era rubia, pecosa ni tenía ojos verdes, pero la proporción, forma y distribución de sus rasgos dio con la combinación justa para provocar el placer en la contemplación. Platón definió la belleza como “el resplandor de la idea en la cosa”, la expresión en la materialidad de una idea divina. Eso fue.

Era una mezcla entre Eliza Dushku y Blanca Lewin. Su corto cabello negro era levemente ondulado y parecía sentarle cómoda. Tenía una mirada penetrante, de las que te incomodan si se fijan en ti por más de tres segundos, una expresión pensativa, calma, como evitando ser importunada por el mundo exterior. Su talla era pequeña, de ropa juvenil pero sobria. Cuando la vi estaba leyendo Demian. Ignoro si le gustó o no, pero no cualquiera llega y lee ese libro.

Cuando me bajé del bus ella seguía hasta el terminal. Como yo estaba al lado de la ventana tuve que pedirle permiso para salir. Salió al pasillo y me sonrió cuando le dije "Gracias". Fue una sonrisa de menos de un segundo, pero bastó para dar unos minutos más de luz al día que a esa hora ya se extinguía. Esa fue la única palabra de nuestra conversación. Nunca supe su nombre ni de dónde venía y con certeza nunca más la volveré a ver, pero seguramente no olvidaré ese viaje. Ni a ella.