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La biografía de Juan Pablo Rojas Paúl

 

 

RAMÓN J. VELÁSQUEZ:

LA RED DE LIBERALES Y SOCIALDEMÓCRATAS

Edgar C. Otálvora

 

Libertad al otro lado del río

Amenodoro Rangel Lamus al intentar describir a su hermano Carlos, dijo que siendo de espíritu huraño, amaba la lucha intensamente. Cuando niño, era él quien acaudillaba a la muchedumbre del barrio en sus travesuras y en sus juegos (Rangel, 1974). Con el tiempo Carlos Rangel Lamus crecería, vencería su poco apego al salón escolar, se haría tipógrafo-editor en una tradición que los escritores tachirenses han cultivado especialmente y al poco tiempo, sufriría el peso de la dictadura a manos de Eustoquio Gómez. Entre su trabajo de labriego y apicultor, Rangel Lamus encontró tiempo para armarse de una cultura enciclopédica y convertirse en educador. En los periódicos que dirigió solía incluir reseñas de la Revolución bolchevique y alegatos a favor de los derechos obreros. El 19 de abril de 1923 pronunció en San Cristóbal la que se tiene como la primera conferencia en tierras andinas sobre el socialismo (González, 1994, 211). El 26 de julio de 1937, durante un debate sobre los ferrocarriles en el Senado de la República, argumentó con el formidable Carlos Marx y su materialismo histórico (González, 1988, 140). Ese Carlos Rangel Lamus, socialista y nietzcheano, era el director del Liceo Simón Bolívar cuando Ramón J. Velásquez ocupaba su puesto de alumno. Carlos Rangel Lamus y Ramón Velásquez, “uno el maestro y el otro el padre-educador, impactaron hondamente el espíritu en formación de Ramón J. Velásquez” (Rincón, 1987,9).

Amenodoro el hermano, califica a Carlos el director del Liceo como apóstol y maestro, de voluntad áspera e inteligencia develada de conductor (Rangel, 1974). Ramón J. Velásquez  lo recuerda como un pensador y educador, furibundo antigomecista desde la cátedra:

 

-- Rangel Lamus siempre nos hablaba de la democracia y la libertad. Nos decía que pasando el río Táchira había un país que gozaba de esos derechos. De tal manera que cuando uno iba a Cúcuta, que era una de las grandes excursiones  para un muchacho tachirense, podía ver por las calles caminando libremente a los exiliados venezolanos.

 

A las cinco de la tarde comenzaban las sesiones del Congreso colombiano y las señales de radio las traían hasta San Cristóbal. Leonardo Ruiz Pineda, Miguel Moreno, Simón Becerra, Antonio Daza, Ramón J. Velásquez, los alumnos de Carlos Rangel, se  reunían para recibir sus primeras lecciones de debate parlamentario, los primeros ejemplos de ejercicio democratico, atentos al aparato de radio que emitía los grandes debates, reproducía la voz de los grandes oradores, Laureano Gómez, Jorge Eliécer Gaitán aún muy joven, liberales y conservadores haciendo alarde de elocuencia extraordinaria.

            Escuchaban radio y se procuraban los ejemplares de El Tiempo y de El Espectador que llegaban subrepticiamente a territorio venezolano. En sus páginas se incluían noticias sobre Venezuela que en Venezuela no se imprimían. En los diarios de Bogotá escribían venezolanos que en Venezuela no podían opinar, y eso era una experiencia nueva para Velásquez:

 

-- De manera tal que la imagen de un país democrático la obtuve, no sólo yo sino mi generación de liceístas,  escuchando los discursos de parlamentarios colombianos y  leyendo los periódicos de Bogotá. Después comenzamos a viajar a Cúcuta para escuchar a los políticos que venían en sus campañas electorales. Allá vimos la primera campaña de Alfonso López Pumarejo, vimos también a unos grandes oradores del partido conservador como a Silvio Villegas. Eran notables. Nosotros pudimos entonces entender lo que era el debate político, la oposición, pudimos ver masas en las calles que iban a apoyar a su candidato presidencial.

 

            La primera campaña presidencial de López Pumarejo, impulsando su “Revolución en marcha”, comenzó en 1933. Silvio Villegas, hizo del diario El País su  tribuna para enfrentar al conservador Laureano Gómez, y al presidente liberal López Pumarejo, ganándose la participación entre los llamados leopardos conservadores (Herran, 1975). Ya entonces Velásquez había colocado a  Colombia en el listado de  temas vitales para su inquiridora actividad intelectual y en su extensa actividad política.  Seguirles la huella a aquellos personajes se transformó en uno de sus intereses.

            La muerte de Juan Vicente Gómez y la progresiva apertura política del país coincide con la mudanza de Ramón J. Velásquez a Caracas, su vinculación con el grupo que pronto comenzaría a asumir la dirección del país y su incorporación en las tareas de acción política.

            Habiendo ingresado en 1938 a la Universidad Central de Venezuela, Velásquez se propone la organización de la Federación Venezolana de Estudiantes en el occidente del país. San Cristóbal fue la sede del Congreso Estudiantil al cual concurrieron representantes zulianos, andinos y llaneros, tal como lo recuerda Velásquez:.

 

-- Ahí conocí a Alirio Ugarte Pelayo quien fue por los estudiantes de Guanare. Alberto Carnevalli y Rigoberto Henrique Vera de Mérida. Roberto Gabaldón y Miguel María Máquez por Trujillo.  Invitamos tres colombianos. Indalecio Liévano Aguirre, Benjamín Ochoa y un muchacho que venía de Cali, de apellido Londoño, y de quien nunca supe nada más.  Con el tiempo Indalecio casó con la hija de Diógenes Escalante, fue Embajador de su país y luego Canciller en el gobierno de Alfonso López Michelsen. Mantuve amistad con Indalecio hasta el momento de su muerte. Ochoa fue un político liberal muy brillante, Representante a la Cámara por el Departamento Norte de Santander y en una de esas elecciones de los años cincuenta lo mataron en su oficina.

 

La relación con Liévano es quizás la  primera de muchas que forjó Velásquez con personajes que ocuparían posiciones importantes en la vida pública colombiana  y quienes fueron actores de las múltiples vinculaciones que existen entre ambos países. Liévano casó con la hija de Diógenes Escalante, quien en tres ocasiones había sido  señalado para ocupar la presidencia de Venezuela (1930, 1940 y 1945). El periodista Ramón J. Velásquez fue colaborador de Escalante en la breve circunstancia de 1945, cuando éste representó la opción electoral unitaria abortada por la insania del candidato. 

En los tempranos años de la década de los cuarenta Colombia comenzaba también a aparecer en la obra escrita de Velásquez. En 1940 como parte de su producción periodística publicó el trabajo “Alfonso López, el Irigoyen de Colombia”. Los diarios Centinela de San Cristóbal y Ahora de Caracas darían espacio para el artículo sobre López Pumarejo.  

 

Ramón J. Velásquez, 1941

Habiendo ingresado en 1938 a la Universidad Central de Venezuela, Velásquez se propone la organización de la Federación Venezolana de Estudiantes en el occidente del país. San Cristóbal fue la sede del Congreso Estudiantil al cual concurrieron representantes zulianos, andinos y llaneros, tal como lo recuerda Velásquez:.

 

-- Ahí conocí a Alirio Ugarte Pelayo quien fue por los estudiantes de Guanare. Alberto Carnevalli y Rigoberto Henrique Vera de Mérida. Roberto Gabaldón y Miguel María Máquez por Trujillo.  Invitamos tres colombianos. Indalecio Liévano Aguirre, Benjamín Ochoa y un muchacho que venía de Cali, de apellido Londoño, y de quien nunca supe nada más.  Con el tiempo Indalecio casó con la hija de Diógenes Escalante, fue Embajador de su país y luego Canciller en el gobierno de Alfonso López Michelsen. Mantuve amistad con Indalecio hasta el momento de su muerte. Ochoa fue un político liberal muy brillante, Representante a la Cámara por el Departamento Norte de Santander y en una de esas elecciones de los años cincuenta lo mataron en su oficina.

 

La relación con Liévano es quizás la  primera de muchas que forjó Velásquez con personajes que ocuparían posiciones importantes en la vida pública colombiana  y quienes fueron actores de las múltiples vinculaciones que existen entre ambos países. Liévano casó con la hija de Diógenes Escalante, quien en tres ocasiones había sido  señalado para ocupar la presidencia de Venezuela (1930, 1940 y 1945). El periodista Ramón J. Velásquez fue colaborador de Escalante en la breve circunstancia de 1945, cuando éste representó la opción electoral unitaria abortada por la insania del candidato. 

En los tempranos años de la década de los cuarenta Colombia comenzaba también a aparecer en la obra escrita de Velásquez. En 1940 como parte de su producción periodística publicó el trabajo “Alfonso López, el Irigoyen de Colombia”. Los diarios Centinela de San Cristóbal y Ahora de Caracas darían espacio para el artículo sobre López Pumarejo.  

 

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