El
autor y su época.
Suele
considerarse a Hegel como el primer filósofo contemporáneo, nacido en 1770,
el mismo año en que nacieron Hölderlin y Beethoven. Kant murió en 1804, y
en ese mismo año nació Feuerbach, que tanta influencia habría de tener
sobre Marx, nacido en 1818.
Por
otra parte, Napoleón vivió entre 1769 y 1821. Goya, Goethe... Al mismo
tiempo tienen lugar un importante número de descubrimientos médicos y
científicos: el descubrimiento del oxígeno (1774), la vacuna contra la
viruela (1796), la batería eléctrica (1800), la máquina de vapor (1803), el
lenguaje Morse (1844), la dinamita (1866), el tendido ferroviario (1830), el
metro se inaugura en Londres en 1863, y los trabajos de Mendel sobre la
herencia genética, de 1865. El ser humano crece y progresa...
Después
de la Revolución Francesa, la Revolución Industrial en los distintos
países, el nacimiento de los movimientos obreros y sindicales, el anarquismo
y la lucha social pueden considerarse como las características principales
del siglo XIX y de los primeros años del XX.
En
1855 murió Kierkegaard y al año siguiente nació Freud. En 1859 nacieron
Bergson y Husserl, y en 1860 murió Schopenhauer.
Por
su parte Nietzsche nació en 1844 y murió en 1900. En este año Freud
publicaba su obra La interpretación de
los sueños. Nietzsche fue quizá el último filósofo del siglo XIX que,
solapándose en parte con la época de los grandes movimientos sociales
derivados de Hegel, permaneció, sin embargo, totalmente ajeno y de espaldas a
ellos, despreciándolos por predicar, según él, una moral "de
rebaño", por demagogos y por preocuparse de los "pequeños",
en prejuicio de los "grandes".
Vida
y obras.
Vida:
Friedrich
Wilhelm Nietzsche nació en Röcken, cerca de Leipzig, en 1844, en el seno de
una familia en la que tanto su padre como varios de sus tíos y abuelos eran
pastores protestantes. Estudió en la escuela de Pforta y cursó filología
clásica en Bonn y en Leipzig. Durante el primer semestre, en Bonn, asiste
también a un curso de teología. En Leipzig conoce la filosofía de
Schopenhauer, y traba amistad con Richard Wagner: ambas cosas tendrán un gran
influjo en sus primeros pasos en la filosofía.
A
los 24 años es ya profesor de filología en Basilea. Intervino durante
algunos meses en la guerra franco-prusiana de 1870-71, como voluntario en el
cuerpo de sanidad, donde contrae una grave enfermedad. Desde entonces, su
salud queda afectada: durante el resto de su vida sufrirá terribles dolores
de cabeza que, posteriormente, se unirán a pérdidas temporales de la razón.
Esto motiva su prematuro retiro de la docencia en 1877. A partir de esa fecha
lleva una vida errante por diversas ciudades de Suiza, Francia e Italia. En
1889 pierde definitivamente la razón, y vive asistido por su madre y por su
hermana hasta su muerte, ocurrida en 1900.
Obras:
Las
principales obras de Nietzsche se pueden agrupar en tres períodos:
1)
Al primer período pertenece El origen
de la tragedia en el espíritu de la música, escrita en 1871. Las obras
de esta época denotan un gran influjo de las óperas de Wagner, y están
impregnadas de mitología y folklore.
2)
Entre las obras del segundo período cabe destacar Humano, demasiado humano, de 1881, y La gaya ciencia de 1882. En ellas aparece un Nietzsche teórico,
positivista, intelectual, indudablemente influenciado por los ilustrados
franceses y por el positivismo inglés. Las figuras de referencia no son ya
Schopenhauer y Wagner, sino Voltaire y Descartes;
3)
El tercer período es ya la época de madurez del pensamiento de Nietzsche. En
él se encuadran sus obras más conocidas, como Así
habló Zaratustra, escrita en 1883-85; Más
allá del bien y del mal, de 1886; La
genealogía de la moral, de 1887. En este período aparecen los temas más
característicos de la filosofía de Nietzsche: la muerte de Dios, el
superhombre, etc. En los escritos de 1888 (Ecce
Homo, El Anticristo), se ven ya
algunas señales de la crisis de locura que, a partir de enero de 1889, le
priva para siempre de la posibilidad de continuar escribiendo. Después de la
muerte de Nietzsche, su hermana Elisabeth y su fiel amanuense Peter Gast,
reuniendo a su modo diversos escritos que Nietzsche había dejado, publicaron
en Leipzig, el año 1901, la obra La
voluntad de poder. La investigación posterior criticó duramente esta
edición, por descubrir en ella una ordenación arbitraria de materiales y
algunas manipulaciones del texto. Sin embargo, estas deficiencias no parecen
afectar a la esencia del pensamiento de Nietzsche, ni cambian el sentido de
los textos, que son todos del autor.
Pensamiento
de Nietzsche.
Nietzsche
es uno de los filósofos que más ha influido a lo largo del siglo XX. Su
pensamiento hay que enmarcarlo entre los posthegelianos pues, en parte, se
explica como una reacción ante y frente al fracaso de la filosofía de Hegel.
Hegel
intentó pensarlo todo, hacer que todo lo real fuera racional y todo lo
racional fuera real. Al margen de que lo lograra o no, lo importante es tener
en cuenta que, en cualquier caso la razón había quedado descalificada para
interpretar la realidad: si Hegel había fracasado, entonces era evidente que
el hombre no podía hacerse con la realidad, someterla a la racionalidad; en
ese caso no quedaba más remedio que aceptar que la filosofía no era más que
una pretensión imposible. Pero si Hegel había triunfado la consecuencia era
la misma que en el caso anterior: una vez que con Hegel se ha logrado la
explicación total de la realidad, una vez que la historia ha llegado a su fin
porque se ha conseguido comprenderla plenamente, ya no queda nada por hacer
porque todo lo pensable ha sido pensado y todo lo real se ha realizado; lo
posterior a Hegel sería, pues, pura irracionalidad, una historia sin sentido.
Nietzsche, de todas formas, pensará que Hegel ha fracasado, no porque lo haya
explicado todo sino porque no ha explicado nada, es decir, porque la realidad
no es racional.
Si
la razón no es la clave para conducir nuestra vida, si no nos orienta acerca
del sentido de la realidad, queda que sea la voluntad quien se encargue de
esta tarea. El hombre es un sujeto dinámico, el sujeto de una voluntad que
continuamente decide y tiende a alcanzar nuevas metas, o sea, a ir a más, a
realizar proyectos más ambiciosos. Este será el núcleo de la antropología
de Nietzsche: la razón es un mero instrumento al servicio de la voluntad y
ésta es una tendencia curvada sobre sí misma, una fuerza que no tiende hacia
otro, que no tiene objeto, sino que no desea más que su propia expansión, su
autorrealización: hacer del sujeto un ser autónomo que se baste a sí mismo
y que, a la vez, vaya siempre a más.
Por
todo lo dicho se comprende que la filosofía de Nietzsche haya sido calificada
de voluntarista, irracionalista, nihilista y vitalista.
La
crítica de Nietzsche a la filosofía y al cristianismo.
Nietzsche
no es un filósofo sistemático que exponga sus ideas de un modo académico y
ordenado. Parte de un hecho que para él es incontestable y que, por lo tanto,
no necesita demostrar: la razón no es quien debe dirigir la vida humana
porque no es capaz de hacerse cargo de la realidad y porque ésta no es
racional no posee lagos. A partir de
aquí Nietzsche juzga que la historia de la cultura occidente desde Grecia
hasta nuestros días, ha sido la historia de un grave error.
El
nacimiento de la filosofía marca el momento en que Occidente se aparta de la
realidad y toma un camino equivocado. En Grecia existían cultos dionisíacos
en los que se festejaba a la vida, entendiéndola como un juego sin reglas de
todas las fuerzas irracionales del hombre; sentimientos, apetitos, instintos y
deseos vitales, que emanan espontáneamente del hombre, y se satisfacían en
las orgías en las que se honraba al dios Dionisos; es decir, la vida se
entendía como una borrachera de instintos y tendencias que debían ser
satisfechos para que la persona viviera su vida en plenitud.
Frente
a esta concepción de la vida los filósofos intentaron someter y domesticar
los instintos, racionalizarlos, de modo que la razón controlara la vida. La
filosofía es, por eso, el intento de conocer las cosas como son en sí
mismas, de estabilizarlas, de fijarlas, como si su ser fuera estable y
permanente, y de adecuar la conducta humana a esa pretendida verdad. Ahora
bien, si lo propio del hombre es la voluntad, el deseo insaciable de ir
siempre a más, tratar de "fijar" la esencia humana, tratar de
definir al hombre y de determinarle un fin último es, en realidad, limitarlo,
impedir el despliegue de la voluntad, ponerle metas, frenar su pleno
desarrollo. La filosofía en cuanto considera la realidad como algo acabado,
hecho, fijo y estable, es la gran enemiga de la vida, la gran mentira que, en
nombre de la razón, limita al hombre y le somete. Por eso Nietzsche piensa
que la filosofía sólo pudo nacer por la cobardía de algunos hombres a
enfrentarse con la realidad de la vida; si la vida es un torbellino de
pasiones y tendencias incontroladas, una fuerza difícil de controlar y
dirigir, no faltó quienes, para no ser arrastrados por ella decidieron
fijarla, estabilizarla, someterla a la razón, de modo que pudieran
controlarla y dirigirla, aun a riesgo de renunciar a lo más propiamente
humano. Ante el desenfreno de una vida vivida a tope, los filósofos
"inventaron" la verdad, como si la realidad fuera algo determinado y
fijo; de este modo fueron creando también una ética, una teoría sobre el
bien y el mal, sobre cómo debe ser la conducta humana para que sea ella quien
se imponga a la realidad y no ésta quien le arrastre.
Sócrates
y Platón fueron los pensadores que llevaron a cabo esta tarea: el mundo de
las Ideas no es más que un mundo de esencias pensadas inventadas por la
razón con el que el hombre pretendía inmovilizar la realidad para poder
someterla y controlarla y, en el fondo, para intentar controlarse a sí mismo.
Pero la verdad no existe porque la realidad está en cambio continuo y es
imposible fijarla con el pensamiento, formarse una idea definitiva de ella Por
eso afirma Nietzsche que la verdad no es más que una mentira pactada.
El
desenmascaramiento de la historia de la filosofía.
Si
la verdad no existe, ¿cómo ha podido inventarse? ¿En qué consiste
realmente lo que los filósofos consideran como verdadero? Nietzsche va a
iniciar ahora un modo de hacer filosofía que estará de moda durante todo el
siglo XX, la filosofía del desenmascaramiento y la sospecha: puesto que no es
posible que la filosofía encierre ni una sola verdad, el móvil que ha
conducido a los filósofos a lo largo de la historia ha debido ser un
interés, un motivo voluntario, que les ha servido de guía para conducir la
razón y fabricar teorías que justificaran sus verdaderas intenciones. A este
modo de hacer filosofía le llamará Nietzsche "filosofía Histórica' y
consistirá, en resumen, en reducir la ontología a axiología y ésta, a su
vez, a psicología.
Se
trata de descubrir el origen de las principales ideas de la cultura y de la
filosofía; para ello primero hay que investigar a qué necesidad vital sirve
dicha idea; porque si ante una necesidad existen muchos modos de satisfacerla,
los filósofos buscaron el medio menos violento, el menos conflictivo -aunque
fuera también el menos conveniente-; a este tipo de comportamiento le
concedieron un valor, de modo que pudiera ser socialmente aceptado y se le
viera como valioso. Luego buscaron una justificación teórica, un fundamento
trascendente que convirtiera esa conducta o esa idea en objetiva y eterna; de
este modo las ideas filosóficas se fueron convirtiendo en normas e ideas
absolutas, con un valor "en sí', al margen de lo que eran
primitivamente: modos concretos, históricos y prácticos de satisfacer
necesidades vitales. Por eso la historia de la filosofía es, en realidad, la
historia de una gran mentira pues todas sus teorías y valoraciones han sido
inventadas por los hombres y carecen de un verdadero fundamento real y
objetivo. La verdad, pues, no existe; es una ficción elaborada por la razón
para encubrir y satisfacer necesidades vitales tales
La
idea de Dios.
La
verdad requiere un fundamento: la verdad se basa en el ser de las cosas, en un
ser fijo, permanente e inmutable, el cual, a su vez, ha debido ser hecho, debe
tener una causa última que lo explique. En Occidente esta idea última que da
razón de toda la realidad es la idea de Dios. Así lo han entendido siempre
los filósofos y por eso se han elaborado tantas pruebas de su existencia.
Esto significa que la idea de Dios es la base en la que se apoya toda la
filosofía y toda la cultura occidental.
Pero
si la verdad no existe, Dios es la mayor de las mentiras que han inventado los
hombres. Todas las ideas y todos los valores se fundamentan en Él: Él es el
creador, el que ha dado el ser a todas las cosas y las ha hecho ser como son;
Dios es también el fundamento de las normas éticas, el que dice cómo
debemos comportamos. Por eso la crítica de la idea de Dios es núcleo de la
filosofía de Nietzsche: si Dios desaparece, si se hace ver a los hombres que
Dios no existe, entonces es posible cambiar todas las cosas, acabar de raíz
con la cultura de Occidente.
Según
Nietzsche Dios es "la síntesis de toda idealidad trascendente",
"la fórmula suprema de toda calumnia contra este mundo y de toda mentira
respecto del más allá". Sólo es posible pensar en otro mundo si se
acepta la existencia de Dios; pero si de verdad existiera otro mundo éste no
sería el verdadero y la vida carecería en sí misma de valor porque no
sería más que un camino hacia otra realidad. Es decir, la existencia de Dios
relativizaría la vida, le quitaría su valor y sometería la voluntad a una
voluntad ajena; en estas circunstancias el hombre no podría realizar todos
sus impulsos, sus deseos, sus anhelos, sino que habría que someterse a la
voluntad divina. Por eso todas las ideas filosóficas y todos los ideales de
los que ha vivido Occidente se resumen en la idea de Dios. Hacer ver que Dios
no existe, que es una invención del hombre, es el único modo de terminar con
los errores de nuestra cultura.
La
moral de esclavos y la moral de señores.
Una
de las consecuencias más importantes del miedo a la vida que ha dominado la
cultura occidental ha sido la formulación de una ética con valor objetivo,
absoluto y trascendente. Si este mundo no es el verdadero, si la felicidad se
conseguiré más allá, en la otra vida, entonces los valores temporales,
materiales y subjetivos han de ser negados.
¿Cómo
se ha podido llegar a esta situación? ¿Cómo ha sido posible que los
verdaderos valores hayan sido sustituidos por otros falsos? La respuesta de
Nietzsche es siempre la misma: ha sido el miedo y la cobardía la que han dado
lugar a la ética cristiana. Aquellos que se consideraban inferiores, aquellos
que creían imposible imponer sus ideales, han engañado a los fuertes
haciéndoles creer que la humildad, la paciencia, la caridad, la pobreza, la
templanza, el perdón, etc., son los verdaderos valores con los que se
consigue la felicidad en la otra vida. De este modo han logrado sujetarlos,
someterlos; quienes querían llevar a la práctica sus impulsos más íntimos
y profundos, quienes deseaban vivir esta vida terrenal disfrutándola
plenamente han sido convencidos de que deben vivir mortificando sus deseos,
reprimiendo sus tendencias. Por eso la moral de Occidente -el cristianismo-,
es para Nietzsche una moral de esclavos, de seres inferiores, débiles,
incapaces de valerse por sí mismo y de enfrentarse a la vida. La moral
cristiana, por tanto, debe desaparecer porque ha sido la causa que ha impedido
al hombre vivir como un ser autónomo que busca su plena realización. Los
cristianos son hombres degenerados, enfermizos, que han sublimado sus
tendencias para satisfacerlas de un modo ideal, ya que eran incapaces de
recias en la vida material. La humildad, por ejemplo, es el modo de
sobresalir, de ganar el respeto y la admiración de los demás, de
aquellos que son incapaces de hacer cosas realmente valiosas: su renuncia es
interpretada como un mérito, como un valor positivo.
La
muerte de Dios y la transmutación de todos los valores.
Desenmascarada
la idea de Dios, visto que era una invención de los hombres, Nietzsche
proclama que "Dios ha muerto", es decir, que a partir de ahora hemos
de vivir sabiendo que Dios no existe.
Las
consecuencias de la muerte de Dios son múltiples. Por lo pronto han
desaparecido la verdad y el bien, no existen valores objetivos. La verdad
dominaba a la razón e impedía que el hombre pudiera ver las cosas desde su
propio punto de vista; el bien era una pesada carga que la humanidad llevaba a
cuestas y que le impedía moverse con libertad. La muerte de Dios es, pues, en
primer lugar una liberación.
Otra
consecuencia importante es la desaparición de todos los valores
tradicionales: todo lo que en Occidente se consideraba valioso y virtuoso ha
perdido su valor. Ya no nos podemos guiar por la moral tradicional porque
ahora sabemos que era falsa; las virtudes cristianas han dejado de serio. Más
aún, puede decirse que con la muerte de Dios se han transmutado todos los
valores porque lo que antes se consideraba malo, ahora debe tenerse por bueno;
si no existe otro mundo, si la verdadera y única vida es ésta, todo lo
temporal lo material lo terreno, lo relativo, lo subjetivo, es ahora lo
valioso; en cambio lo absoluto, lo eterno e intemporal lo trascendente, carece
de sentido.
La
muerte de Dios hace del hombre, por fin un espíritu libre, un ser que no
está sometido a nada ni a nadie, un ser que puede ya desplegar su actividad
propia libremente.
Por
eso, aunque hayan desaparecido todos los valores, aunque la humanidad se
encuentre en el nihilismo, ahora es posible y necesario crear otros nuevos que
no le vengan impuestos de fuera. La muerte de Dios es, por eso, algo positivo,
la ciencia alegre que hace posible la libertad del hombre. Los valores
cristianos no eran más que la proyección de una vitalidad empobrecida de la
que nos hemos liberado definitivamente. La muerte de Dios significa una
libertad de, pero hace posible también una libertad para.
La
voluntad de poder y el superhombre.
¿Qué
debe hacer ahora el hombre? El nihilismo, la carencia de valores, puede
producir también un efecto negativo pues puede hacer que muchos se refugien
en la frivolidad, en la superficialidad y vivan su vida sin proponerse metas.
Esto es posible, pero Nietzsche ve también otra posibilidad: que el hombre
cree sus propios valores, haga un proyecto valioso y luche por conseguirlo.
Si
la razón no es quien debe gobernar nuestra vida, ¿qué es entonces el
hombre?
Según
Nietzsche el hombre es voluntad de poder, es decir, una fuerza vital una
energía que tiende a superarse a sí misma.
Los
autores clásicos y medievales pensaban la voluntad como una tendencia al bien
conocido racionalmente; según esto el hombre era un ser pobre, menesteroso,
necesitado de bienes hacia los que tendía. La voluntad reconocía dichos
bienes y procuraba alcanzarlos. Pero esta concepción de la voluntad no es la
que defiende Nietzsche. Porque si el hombre tiende hacia algo es porque se
siente pobre, carente de perfecciones; desear algo es someterse a ese algo,
reconocerlo como valioso "en sí'. La voluntad como deseo es una voluntad
que se somete a lo que considera bueno; es decir, la idea de que la voluntad
tiene un objeto al que tiende supone reconocer que existe la verdad y el bien,
que hay cosas "objetivas" que necesitamos, que hay valores
establecidos por los que hemos de guiamos. Pero todo esto hay que desecharlo
una vez que sabemos que Dios no existe, es decir, una vez que se han suprimido
los valores absolutos y trascendentes.
Si
Dios no existe, tampoco existen valores objetivos. Por eso la voluntad no es
deseo sino voluntad de poder, una fuerza creadora de sus propios valores, no
sometida a nada ni a nadie sino que se proyecta hacia adelante para lograr
metas cada vez más altas y hacerse cada vez más fuerte. En definitiva, si la
voluntad no tiene objeto, si no tiende a nada, eso significa que su objeto es
ella misma: no queremos las cosas porque sean buenas sino que son buenas
porque las queremos y de este modo la voluntad se funda a sí misma, se da su propio objeto, quiere querer. Para la voluntad
no existe el "otro"; entregar la propia voluntad, en el amor, es
renunciar a ella y, por tanto, dejar de ser lo que se es. Amar no es nunca
amar algo o a alguien sino amarse a sí mismo, querer ser más, imponerse,
triunfar sobre la realidad. Sólo así puede el hombre realizar sus más
íntimos anhelos.
Quien
actúe de este modo irá continuamente a más, no se conformará con ninguna
meta ya lograda, se superará continuamente a sí mismo. Este es el ideal que
propone Nietzsche: este hombre es el Superhombre: un ser que ha desplegado al
máximo su personalidad, sus tendencias, sus proyectos. El superhombre aún no
ha llegado porque aún no somos plenamente conscientes de lo que significa la
muerte de Dios, pero llegará porque la muerte de Dios lo ha hecho posible. Ya
no dependemos de nadie, ya no hay valores que nos sometan, luego hemos de
crearlos nosotros, y ese proceso no tiene término, no limita las
posibilidades humanas.
Nietzsche
compara la situación de la humanidad respecto de los valores a un camello, un
león y un niño. Antes, cuando los hombres se encontraban sometidos a la
verdad y al bien objetivos, eran como camellos, como animales de carga que se
conforman con poco; luego, al conocer la noticia de la muerte de Dios, el
hombre se transforma en un león, en un ser fiero y valiente que se enfrenta a
sus enemigos, que lucha por ser libre; pero sólo el superhombre será como un
niño: no tendrá que luchar contra nadie sino que creará sus propios valores
con la inocencia de un niño que juega: sin tener que dar cuenta a nadie, sin
responsabilidad alguna, sin preocuparse del resultado de sus acciones, porque
una vez desaparecido Dios, no hay que dar razón de la propia conducta ante
nadie. Una característica esencial de la voluntad de poder es su finitud: si
los valores los creamos nosotros mismos, no existen ya valores eternos, os y
absolutos; todos serán temporales, finitos y relativos. Pero esto no es una
desgracia o un mal; como todos son tos todos pueden ser alcanzados, todos
están a nuestro alcance; por eso la voluntad no se verá nunca rada. Además
si hubiera valores absolutos se nos impondrían por sí mismo, habría que
aceptarlos como son, no dependerían de nosotros, no serían creación
nuestra. La finitud es, pues, una propiedad inseparable del superhombre porque
de otro modo volvería a surgir en el horizonte la idea de Dios, la idea de lo
trascendente. La finitud es condición del ateísmo, de la libertad absoluta
del hombre.
Otra
característica de la voluntad de poder es la temporalidad: ningún valor es
definitivo, eterno, pues eso impediría también la libertad, la creación de
los valores por parte del superhombre. Si el hombre es temporá4 los valores
también deben serio porque de lo contrario estarían por encima de él.
La
vida del superhombre sería una continua superación de sí mismo, una
tendencia sin límite y sin fin hacia la propia perfección, hacia la
autorrealización, hacia el pleno autodominio.
La
teoría del eterno retorno.
¿Hacia
dónde va la voluntad según la teoría de Nietzsche? Es claro que, por una
parte, la voluntad de poder no tiene objeto, es decir, no quiere nada
concreto, ninguna realidad, y por otro que, en el fondo, lo único que
pretende es afirmarse a sí misma, girar sobre sí en un torbellino continuo.
¿,Es posible mantener esta actitud y que, a la vez, la voluntad se encuentre
satisfecha?
Nietzsche
se dio cuenta pronto que la voluntad de poder, por ser finita y limitada, no
puede satisfacerse nunca. De entrada todas sus decisiones pasadas la
condicionan: el futuro depende de la libertad, pero el pasado es un pesado
fardo que siempre llevamos a cuestas y que, queramos o no, limita y
determinada nuestras decisiones futuras. Podemos querer hacía el futuro pero
somos impotentes ante el pasado. Esto quiere decir que la voluntad de poder,
que se había liberado de toda atadura, no ha conseguido ser plenamente libre,
que está limitada. En estas circunstancias lo que Nietzsche se propone, la
autosuficiencia absoluta, la autoconstitución, no es posible.
Por
eso Nietzsche desarrolló la teoría del eterno retorno de lo mismo. Según
él concebimos el tiempo como lineal, como una línea continua en la que el
presente separa el pasado del futuro. Pero esta concepción no es adecuada. Si
todo es temporal, si no existe lo eterno ni lo absoluto, el tiempo debe ser
pensado de otra manera: si el tiempo no acaba nunca eso quiere decir que el
pasado ha sido infinito, y que el futuro será también un tiempo infinito;
ahora bien, en un tiempo infinito ha sucedido todo lo posible, todo lo que
puede suceder, pues de lo contrario no sería infinito; y en un futuro
infinito sucederá igualmente todo lo posible. Es decir, todo ha ocurrido ya
y, a la vez, todo está por ocurrir. En cuanto que todo es pasado, la voluntad
no puede nada porque no tiene poder sobre el pasado, pero en cuanto que todo
ha de suceder, todo está en nuestras manos, todo depende de la voluntad de
poder.
Ante
esta paradoja, ¿qué actitud debe tomar la voluntad? La paradoja se acentúa
si se tiene en cuenta que, en cierto modo, el pasado depende de nosotros
porque volverá repetirse y que el futuro escapa a la voluntad porque está
determinado por lo ocurrido en el pasado. El tiempo, pues, no es lineal sino
circular: todo lo ocurrido volverá a ocurrir infinitas veces porque el pasado
y el futuro se identifican. Desde cierto punto de vista esta concepción del
tiempo puede hundirnos en la más profunda depresión porque estamos
totalmente determinados, pero en otro sentido sucede lo contrario: el eterno
retorno significa el más pleno sí a la vida, la fórmula suprema de y de
alegría. Pero Nietzsche considera que sólo la segunda postura es la válida.
Aunque debamos asumir la fatalidad y el destino, el eterno retorno de
lo mismo es la teoría que impide definitivamente que Dios pueda aparecer en
el horizonte de la vida.
Con
esta doctrina lo temporal se hace eterno, lo finito infinito, lo relativo
absoluto. El eterno retorno impide de raíz que pueda aparecer algo eterno que
no sea la misma vida temporal algo absoluto que no sea la posición relativa
de la voluntad en cada instante, y algo infinito distinto de la infinitud de
la propia voluntad de poder. Por tanto la plena liberación del hombre
-liberación de la verdad y del bien- exige el amor
fati, la renuncia a todos los ideales, el nihilismo más absoluto.
Hay
que tener en cuenta que si todo es relativo no hay razones para decidirse por
una cosa más que por otra; si el tiempo se repite continuamente, nunca hay
prisa nunca hay una razón para hacer las cosas ahora mejor que más tarde;
dicho de otro modo, la voluntad pierde todos los "motivos" para
decidir, entre otras cosas porque nunca quiere ni debe someterse a ningún
objeto o a ninguna razón. Por eso la conclusión que obtuvo Nietzsche,
plenamente consecuente con su pensamiento, es que la esencia de la voluntad de
poder es la indiferencia absoluta y su objeto supremo, el valor supremo, amar
la nada para siempre. El nihilismo es, no la consecuencia, sino la meta a la
que tiende la voluntad de poder: no aceptar ningún valor, no querer nada, no
alterarse por ningún motivo, sino encerrarse en sí misma, pues sólo así
estará libre de todo deseo, sólo así será verdadera voluntad libre. Así
es la vida y así hay que aceptarla; otra actitud sería abdicar, someter la
voluntad, renunciar a su poder.
Si
la filosofía ha sido un error, si la búsqueda de sentido carece de sentido,
no cabe más que encerrarse en la subjetividad y aceptar la desesperación
como una liberación.