Shunryu Suzuki |
El Satori Cuatro meses antes de su fallecimiento, cuando tuve la oportunidad de preguntar a Shunryu Suzuki porqué no mencionaba el satori en su libro, su esposa se volvió hacia mí y me susurró en tono de broma: “Porque nunca lo ha logrado“. El Roshi (venerable Maestro, creo) le conminó con su abanico y fingiendo consternación puso un dedo sobre los labios y dijo en voz baja: Shhhhhhh!!!!! No digas eso!!!! Nos echamos a reír y después añadió: No es que el satori no tenga importancia, no, es que no constituye una parte del Zen que deba recalcarse.
Un discípulo americano de Shunryu Suzuki, Bob Halpern, se esforzaba por sentarse al estilo japonés, hacer todos los gestos apropiados y ser estrictamente vegetariano, en seguimiento de su maestro. Un día salieron los dos juntos a pasear por la ciudad (esto era en California). Suzuki le dijo a Bob: "Vamos a comer, tengo hambre." Bob empezó a buscar un restaurante donde pudieran encontrar comida vegetariana. "Comamos aquí", dijo Suzuki, dirigiéndose a una pequeña hamburguesería mientras Bob balbuceaba, "Pero, pero..." Bob estudió el menú horrorizado.
Llegó la comida y ambos dieron un mordisco.
("Vida y enseñanzas zen de Shunryu Suzuki", por David Chadwick, p.328.) Reunión de Maestros En el pequeño mundo del zen americano, en ese verano de 1968 se produjo un gran acontecimiento. Un grupo de ocho maestros zen veteranos acudió al Centro Zen de Shunryu Suzuki en California. En Japón, a un maestro no le gusta que otros maestros, en particular de otras sectas, vayan a hablar a su templo. No quieren confundir a sus estudiantes y son celosos. Pero esto era América. Llegaron los maestros, visitaron la sauna y el arroyo de agua caliente, hicieron caligrafía y conversaron. Luego se acomodaron en la plataforma que ocupaba toda la pared que se había levantado al final de toda la sala, llena de invitados, y hablaron por turno. Como último acto, todos juntos, maestros y discípulos, hicieron Zazen, sentados todos en silencio recogido, vigilados por el maestro con el kyôsaku en la mano para golpear en el hombro a quien se adormezca. Bob Halpern era el que blandía el kyôsaku. Al comienzo soltó un grito al estilo samurai para mostrar a sus viejos maestros, Maezumi y Yasutani, allí presentes en el estrado, que no se había ablandado y que el espíritu zen no estaba dormido. Se detuvo ante un estudiante que cabeceaba, colocó el kyôsaku en su hombro y le dio un golpe en cada lado. Se inclinaron los dos saludándose a un tiempo, y siguió. Mientras caminaba lentamente por el pasillo de linóleo granate, levantó su mirada para ver, a la luz de las lámparas de queroseno, el elenco histórico de transmisores de la doctrina y práctica del Dharma en la tarima: Suzuki, Yasutani, Nakagawa, Shimano, Maezumi, Aitken, Richard, Kobun. Todos ellos cabeceaban, profundamente dormidos. (Otro episodio del mismo libro, p.332) |
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