Roi Ferreiro
Siete tesis críticas anti-bolcheviques
Índice
Segunda tesis - [Experiencia, espontaneidad y conciencia proletaria]
En consecuencia de vuestra concepción adialéctica del
proceso de conocimiento, subestimais la experiencia, cuyo único
valor sería proporcionar materiales para el intelecto analítico
"histórico-materialista" (intelecto que, en ese preciso
momento, se sitúa fuera de la práctica social y, por tanto,
su praxis no es la del proletariado sino exclusivamente la del presunto
dirigente del proletariado). De ahí también vuestra insistencia
en la educación política de la clase obrera que ha de
efectuar un partido revolucionario: esto conlleva el peligro de confundir
las exigencias objetivas del desarrollo subjetivo del proletariado como
clase revolucionaria, para cuyo cumplimiento debe trabajar la vanguardia
(transformándose y desarrollándose así como vanguardia
efectiva), con las exigencias de la lógica subjetiva particular
del individuo, grupo u organización que quiere asumir el papel
de vanguardia.
Por esta vía la teoría revolucionaria no se construye,
desarrolla y actualiza en función de la dinámica social
en que se inscribe la autoactividad del proletariado, con sus luchas,
su voluntad y su conciencia, sino en función de las relaciones
particulares del individuo, grupo u organización "revolucionarios"
con esta dinámica social, o sea, según una lucha, una
voluntad y una conciencia que se desarrollan por cuenta propia, como
realidades particulares, y que no se sujetan al desarrollo de la clase
en conjunto sino que, en realidad, pretenden dirigir este desarrollo
según sus propios deseos, lo cual no sólo es imposible
en última instancia, sino, además, profundamente pernicioso.
La tentativa de forzar los acontecimientos, de forzar pasos adelante,
incluso únicamente en el plano de la evolución de la conciencia
intelectual del proletariado, implica necesariamente la no integración
de la conciencia teórica con la conciencia práctica, que
sigue siendo burguesa, reformista.
Como cualquier teoría de trasfondo idealista, el materialismo
leninista no busca fundar sus afirmaciones racionales en las relaciones
dialécticas que conforman el tejido de la praxis social, sino
que toma como punto de partida postulados lógicos supuestamente
demostrados. No parte de la experiencia para llegar al pensamiento,
sino que parte solamente del pensamiento para llegar luego a la experiencia.
Y el que el pensamiento sea supuestamente un resultado científico
de la praxis no obsta para que esta metodología sea acientífica
e idealista, pues la verificación científica teórica
requiere, en el materialismo dialéctico, ir antes de lo concreto
a lo abstracto y después -sólo después- volver
de lo abstracto a lo concreto, en un único procedimiento cada
vez, analítico y sintético a la vez. Este proceso afecta
a todas las premisas, inclusive a las propias leyes y pautas del método
dialéctico y a la concepción de la materia, de modo que
podamos ir accediendo a niveles cada vez mayores de la complejidad de
lo real, que implican no sólo el incremento de conocimientos,
sino también la adecuación o modificación cualitativa
de las premisas anteriores según el conocimiento más profundo
de la dinámica de la totalidad concreta.
Las leyes de la dialéctica en el materialismo revolucionario
son tan solo una guía para la acción reflexiva, y están
sujetas al desarrollo crítico-práctico del conocimiento,
no son un dogma de fe inexpugnable al que agarrarse para campear el
temporal. Vosotros no refrendáis vuestra postura sobre el papel
educador del partido a partir de un análisis en profundidad,
histórico y de totalidad, acerca del desarrollo de la conciencia
de clase en su relación con las determinaciones materiales procedentes
del desarrollo objetivo de la producción capitalista y de la
lucha de clases capital-trabajo. En su lugar partís, coherentemente
con vuestro sistema lógico, de la afirmación de que la
experiencia no produce conciencia. A este respecto, parece que lo que
en realidad queréis decir es que la experiencia no produce pensamiento,
pues la experiencia, en sí, no es otra cosa que una forma de
la conciencia que se sitúa en el plano de lo individual-particular.
El pensamiento no es otra cosa que el establecimiento de relaciones
entre unos y otros elementos o datos de la experiencia acumulada, y
tiene su impulso en la necesidad práctica, con lo que, dialécticamente,
el proceso de experimentación-intelectualización es una
unidad en la que la única mediación es la autoactividad
del sujeto consciente que, mediante su atención y su voluntad,
percibe y reflexiona.
La dificultad para entender el desarrollo de la conciencia del proletariado
como clase estriba en que el estado de alienación del trabajo
asalariado conlleva la represión de la voluntad autodeterminada
de l@s obrer@s asalariad@s, y esta sumisión solamente se sacude
a través de las luchas de clases.
De este modo, la lucha produce conciencia, aunque, por supuesto, esta
conciencia puede adoptar diversos niveles de cantidad y calidad. Fuera
de la lucha, la experiencia tiende a ser asimilada de modo poco o nada
consciente, y es solamente con los momentos o períodos de intensificación
del antagonismo de clases cuando esta experiencia acumulada comienza
a sintetizarse racionalmente a los niveles que correspondan al grado
evolutivo alcanzado previamente y a la capacidad intelectiva conseguida.
Hegel ha descrito bastante bien los distintos niveles que puede alcanzar
la consciencia entre la inmediatez y la totalidad concreta. Así
pues, afirmar que la lucha no produce conciencia es repetir el viejo
mecanicismo leninista que no concibe dialécticamente la relación
entre sujeto y objeto y, de este modo, no puede entender la praxis revolucionaria
más que como algo esencialmente muerto en las masas, lo que lo
lleva, en otra conocida frase de Lenin, a "combatir la espontaneidad".
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