Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación

Índice

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En su Introducción, Pannekoek afirma que la "cuestión de las nacionalidades" "adquiere una importancia cada vez mayor" en diversos países, hasta el punto de "convertirse en una cuestión de teoría socialista general". Aunque se trata de un texto en el que todavia Pannekoek se ubicaba en el ala izquierda de la socialdemocracia germano-holandesa, hay que decir que sus postulados fundamentales son extensivos a su época de ruptura con la socialdemocracia y el bolchevismo. De hecho, en Los consejos obreros, de fines de los años 40, sus posiciones sobre la "cuestión nacional" no parecen haber variado fundamentalmente.

En sus posiciones sobre este aspecto de la lucha revolucionaria, Pannekoek se ubica claramente en la línea de Rosa Luxemburg, conocida por sus posiciones rígidamente anti-independentistas. La corriente que se convirtió en el comunismo de consejos estuvo, desde sus orígenes, fuertemente influida por esta línea, en oposición a la línea bolchevique a favor del derecho universal de la autodeterminación de las naciones. En conjunto, el peso del pensamiento de Luxemburg en la tradición consejista no es desdeñable, pero es a respecto de las posiciones sobre la "cuestión nacional" donde se puede ver su lado más reaccionario, en contraposición a sus aportaciones a la teoría revolucionaria en otros aspectos.

Aunque la actitud de Luxemburg, de intransigencia clasista, ante las posiciones oportunistas o desviadas sobre los conflictos nacionales, ha contribuido decisivamente a ponernos en el buen camino, hay que decir, no obstante, que sus esquematismos rígidos y abstractos son un lastre que es necesario superar y, con él, todo rastro del pensamiento socialdemócrata. Y, puesto que nosotros concebimos el comunismo de consejos como una corriente de pensamiento revolucionaria viva, que se inspira y continúa el marxismo original, no como una vulgar ideología o un conjunto de dogmas añadidos al marxismo, no reconocemos ninguna "ortodoxia" a respecto de sus teóricos anteriores. Como Marx, aunque en un nivel bastante menor -¡y quien no!-, Anton Pannekoek es, como teórico del comunismo de consejos, un hombre limitado por su experiencia histórica y su contexto "nacional" propio: Alemania y Holanda entre 1873 y 1960. El pensamiento de Pannekoek no es, pues, más que una aportación en el curso del desarrollo del marxismo revolucionario. Su crítica, por otra parte, forma el momento teórico en el que se somete a la reflexión histórico-materialista toda una época de desarrollo de la lucha de clases en la sociedad capitalista: consideramos que esa experiencia práctica ha demostrado la insuficiencia y contradicciones internas de los planteamientos de Pannekoek sobre la "cuestión nacional".

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Según Pannekoek: "La concepción burguesa ve en la diversidad de las naciones diferencias naturales entre los hombres; las naciones son grupos constituidos por la comunidad de la raza, del origen, de la lengua." En contraposición, él define a las naciones como "grupos humanos que han llegado a ser una unidad como consecuencia de su historia común. El desarrollo histórico ha producido las naciones en sus límites y en su peculiaridad; igualmente produce el cambio del sentido y de la esencia de la nación en general con el tiempo y las condiciones económicas. Sólo a partir de las condiciones económicas se puede comprender la historia y el desarrollo de la nación y del principio nacional."

Pannekoek reafirma a Otto Bauer en que "la nación no es, para nosotros, un objeto petrificado, sino un proceso en devenir, esencialmente determinado por las condiciones en las que los hombres luchan por sobrevivir y por la conservación de la especie". "La concepción materialista de la historia puede considerar la nación como el producto nunca acabado de un proceso que continúa y que es movido en última instancia por las condiciones de la lucha del hombre con la naturaleza, las transformaciones de las fuerzas productivas humanas, las modificaciones de las relaciones del trabajo humano." (Bauer, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia)

También concuerda con que la nación es "el conjunto de los hombres ligados por una comunidad de destino en una comunidad de carácter", afirmando que este postulado no significa "sumisión a un destino idéntico, sino experiencia común de un mismo destino a través de cambios constantes, en una reciprocidad continua." Aunque las diferentes posiciones de clase en la sociedad determinan diferencias de carácter, no por ello deja de existir una comunidad: "la historia vivida en común, la influencia recíproca que han ejercido unos sobre otros, aunque sea bajo la forma de luchas, todo por medio de la lengua común, hacen de ellos una comunidad de carácter, una nación. Al mismo tiempo, el contenido espiritual de esta comunidad, la cultura común, es transmitido por las generaciones pasadas a las generaciones siguientes gracias a la lengua escrita. Esto no significa de ninguna manera que dentro de la nación los caracteres sean semejantes. Por el contrario, en ella puede haber grandes diferencias de carácter, según la clase o el lugar de residencia."

Existe además una interrelación entre la "comunidad de carácter" y la "comunidad de destino", de modo que "toda organización humana que es una unión duradera, legada de generación en generación, constituye una comunidad de carácter nacida de una comunidad de destino."

Aquí tenemos el germen de las incongruencias de Pannekoek, ya que:

1º) no considera la especificidad de la nación como forma de comunidad a la luz de las relaciones sociales, sino que la compara con "toda organización humana" "duradera" y en devenir (sólo parece reconocer sus diferencias externas con las formas de comunidad precedentes). En su insistencia recurrente a lo largo del texto en la comparación entre la "cuestión nacional" y la "cuestión religiosa" puede verse este mismo trasfondo.

2º) De esto se deduce que, para Pannekoek, la nación es una entidad superestructural, que aunque tiene su base en la economía capitalista está constituida esencialmente por elementos políticos e ideológico-culturales. No reconoce la nación como la formación social "tipo" del capitalismo, o sea, como la forma de la sociedad burguesa, emanación del conjunto de las relaciones sociales que constituyen esa sociedad, sino que la considera como una entidad meramente superestructural que no es directamente expresión de la existencia del modo de producción capitalista (asi podrá afirmar que la lucha de clases está en contradicción con la existencia misma de la nación).

3º) Considera las relaciones entre la lucha de clases y los conflictos nacionales como una relación unilateral estructura-superestructura, en la cual los segundos estarian siempre determinados por el curso de la lucha de clases y no a la inversa. Con esto, nosotros discrepamos y, es más, está en contradicción con la propia afirmación de Pannekoek -sobradamente probada- de que la burguesía utiliza los conflictos nacionales para frenar o desviar los movimientos revolucionarios del proletariado. La única conclusión lógica de ello es que, para Pannekoek, los conflictos nacionales y la nación misma sólo tendrían realidad a nivel estructural, como componentes de la lucha de clases misma, por medio de la burguesía (en la época en que el proletariado no actuaba todavía como clase independiente), mientras que el proletariado seria una clase internacional sin más. Por tanto, detrás de la posición de Pannekoek está la idea de que el proletariado no se juega nada realmente importante en lo "nacional", salvo el derrocamiento de "su propia burguesía" (como él mismo hace referencia al citar el Manifiesto Comunista).

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"Sólo en la última parte de la edad Media surgen progresivamente las naciones en el sentido moderno del término, con una lengua nacional propia, una unidad y una cultura nacionales. La lengua común es, en tanto que vínculo vivo entre los hombres, el atributo más importante de la nación; pero no por eso las naciones se pueden identificar con los grupos humanos de la misma lengua. Los ingleses y los americanos son, a pesar de tener una misma lengua, dos naciones cada una con una historia diferente, dos comunidades de destino diferentes que presentan una diversidad notable de carácter nacional."

En el caso de los pueblos con composiciones culturales diversas, en los que la burguesía no se ha constituido aún en nación, "la evolución real decide, en último análisis, si (...) deben convertirse en una comunidad nacional con una lengua escrita y una cultura comunes, o en dos naciones separadas. No es la lengua lo decisivo, sino el proceso de desarrollo político-económico." La nación "no aparece sino con las clases burguesas modernas que se constituyen en nación específica". "Las naciones modernas son integralmente producto de la sociedad burguesa; han aparecido con la producción de mercancías, es decir, con el capitalismo, y sus agentes son las clases burguesas. La producción burguesa y la circulación de mercancías necesitan vastas unidades económicas, grandes territorios a cuyos habitantes unen en una comunidad con administración estatal unificada."

Observese aquí la contradicción que supone afirmar, a la vez, que es la burguesía la que constituye las naciones, y que, sin embargo, es el conjunto de las clases el que, como pueblo separado, forma la comunidad nacional. Existe, pues, de trasfondo, una voluntad ideológica de desvincular al proletariado de la nación. Y como se verá, esto se produce tanto en la política "nacional" como en la "internacional", cuando -supuestamente-, es la esencia internacional del proletariado la que, en sí misma, hace que el desarrollo del proletariado como sujeto consciente le desligue, a la vez, de lo "nacional" y lo "internacional" en el sentido burgués, o sea, del sometimiento a la burguesía "nacional" y del apoyo a la misma en su competencia internacional con fracciones burguesas de otros países. Ocurre que Pannekoek no ve en la estructura económica el fundamento mismo tanto de la comunidad nacional como de la internacionalidad del proletariado -internacionalidad creada objetivamente por el mercado mundial (que es la precondición del capitalismo) y por el desarrollo subsiguiente de la producción a escala crecientemente mundial-.

Pannekoek insiste especialmente en la lengua común como atributo por excelencia de la nación. Pero esto, desde nuestro punto de vista, no es correcto. El ejemplo de Suiza es evidente. La unidad económica de la comunidad es el fundamento de la nación, y la lengua común es sólo un factor coadyudante en este proceso, pues facilita el desarrollo de la producción de mercancías y del comercio durante la época de la acumulación primitiva y facilita también la formulación de una ideología burguesa de masas basada en las diferencias nacionales. Pero en otras partes, por ejemplo, no ha sido la lengua, sino la raza, por ejemplo, lo que se ha convertido en soporte del nacionalismo burgués. El papel determinante de la lengua es el reflejo de una sitúación de debilidad de la burguesía, en la cual en la lucha contra el feudalismo necesita aún de elementos externos al propio proceso económico para elevarse al poder.

Siguiendo el análisis del papel económico de la lengua común, Pannekoek llega a la formulación de que, a partir de los dialectos preexistentes se forma una lengua homogénea: "La lengua escrita y de comunicación se crea a partir de uno de estos dialectos; es, por tanto, en cierto sentido una formación artificial." Pero de esto parece deducir que "De este modo han aparecido los Estados nacionales que son, a la vez, Estado y nación. No se han convertido en entidades políticas simplemente porque ya constituían una comunidad nacional; el nuevo interés económico, la necesidad económica es el fundamento de una sólida unión de los hombres en conjuntos tan vastos".

Todo esto nos interesa porque Pannekoek sobredimensiona la importancia del idioma para definir a la nación y pretende reducirla, de este modo, a una comunidad linguística-cultural. Según él, por un lado la formación de un Estado sobre la base de la nación se explica por motivos económicos (burgueses), por el otro las naciones se forman principalmente en función de agrupamientos lingüísticos. Lo único que haría la burguesía, según su razonamiento, seria afirmar esa comunidad de carácter y destino como una comunidad separada y enfrentada a las otras, o sea, como una nación en el sentido burgués. Pero entonces la constitución económica y la constitución política de la nación son dos procesos separados. La nación es, pues, una realidad secundaria frente al Estado.

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"La extensión del Estado nacional y su desarrollo capitalista hacen que coexistan en él una extrema diversidad de clases y de poblaciones; por eso, a veces parece dudoso calificar al Estado nacional como comunidad de destino y de carácter, por cuanto clases y poblaciones no actúan directamente unas sobre otras. Pero la comunidad de destino de los campesinos y de los grandes capitalistas alemanes, de los bávaros y de las gentes de Oldenburg, consiste en que todos son miembros del Imperio alemán, en que libran sus luchas políticas y económicas dentro de este marco, en que soportan la misma política, deben tomar posición frente a las mismas leyes y actúan, por consiguiente, los unos sobre los otros; por eso constituyen una comunidad real a pesar de todas las diversidades dentro de esta comunidad."

Aquí Pannekoek establece una confusión entre la comunidad de destino constituida por el Estado nacional -comunidad de destino política- y la comunidad de destino constituida por la nación -comunidad de destino social-. Esta confusión es deliberada, por cuando en su forma de pensar la nación es un ente superestructural.

Luego dice que: "No sucede lo mismo con los Estados que han aparecido como unidades dinásticas bajo el absolutismo, sin colaboración directa de las clases burguesas y, por consiguiente, han englobado por medio de la conquista poblaciones con los más variados dialectos. Cuando en ellos progresa la penetración del capitalismo, surgen varias naciones dentro del mismo Estado, que se convierte en un Estado de nacionalidades, como Austria."

Pero no añade esto para ver que, si bien en ciertos casos pueden coincidir la nación y el Estado, como comunidad de destino social y política respectivamente, en otros están en contradicción. Lo que en realidad afirma es que: "La causa de la aparición de nuevas naciones al lado de las antiguas reside nuevamente en el hecho de que la competencia es el fundamento de la existencia de las clases burguesas. Cuando a partir de un grupo de población puramente campesina aparecen las clases modernas, cuando en las ciudades se instalan masas importantes como obreros de industria, pronto seguidos por los pequeños comerciantes, los intelectuales y los patronos, estos últimos deben esforzarse entonces por sí mismos en asegurarse la clientela de estas masas que hablan la misma lengua, poniendo el acento en su nacionalidad. La nación, como comunidad solidaria, constituye, para los que forman parte de ella, una clientela, un mercado, un dominio de explotación en el que disponen de una ventaja respecto a los competidores de otras naciones. (...) Como el Estado debe representar los intereses de la burguesía y apoyarlos materialmente, cada burguesía nacional debe asegurarse una influencia sobre el Estado tan grande como sea posible. Para conquistar esta influencia debe luchar contra las burguesías de las otras naciones; cuanto mejor logre reunir alrededor de ella a toda la nación en esta lucha, más poder ejercerá. Mientras el papel dirigente de la burguesía esté fundamentado por la esencia misma de la economía y se le reconozca como que cae de su peso, podrá contar con las otras clases que se sienten ligadas a ella en este punto por la identidad de intereses.
En esto también la nación es totalmente un producto del desarrollo capitalista, e incluso un producto necesario. Allí donde el capitalismo penetra, aquella debe aparecer necesariamente como comunidad de destino de las clases burguesas. La lucha de las nacionalidades en semejante Estado no es la consecuencia de una opresión cualquiera, o del atraso de la legislación, es la expresión natural de la competencia como condición fundamental de la economía burguesa; la lucha (de las burguesías) las unas contra las otras es la condición indispensable de la abrupta separación de las diferentes naciones entre sí."
(El subrayado es nuestro)

O sea, la conclusión de Pannekoek no es que, en ciertos Estados, la nacionalidad y la unicidad del Estado están en conflicto, sino que en ciertos Estados aparecen, sobre la base de la multiplicidad lingüístico-cultural, distintas "comunidades de destino de las clases burguesas". En realidad, pues, considera la realidad de la nación únicamente desde la perspectiva de la burguesía, es decir, desde la perspectiva que es realidad efectiva en el capitalismo pero que no es extensible al proletariado consciente y a su acción efectiva como clase, que tiende a suprimir la dominación de la burguesía y el capitalismo como totalidad. Pannekoek pasa totalmente por encima del antagonismo entre la nacionalidad y el Estado para el proletariado, o sea, entre las características nacionales de su comunidad social y las características del Estado.

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Dice Pannekoek que: "Lo nacional en el hombre es parte de su naturaleza, pero sobre todo de su naturaleza espiritual." "Los pueblos se distinguen como comunidades de cultura. La nación es, ante todo, una comunidad de cultura, transmitida por la lengua común; en la cultura de una nación, que se puede calificar de naturaleza espiritual, está inscrita toda la historia de su vida. El carácter nacional no está compuesto por rasgos físicos, sino por el conjunto de sus costumbres, de sus concepciones y de sus formas de pensamiento a través del tiempo. Si se quiere captar la esencia de la nación, es necesario ante todo ver claramente cómo se constituye el aspecto espiritual en el hombre a partir de la influencia de las condiciones de vida. Todo lo que pone al hombre en movimiento debe pasar por su cabeza. La fuerza directamente motriz de toda su acción reside en su espíritu. Puede consistir en hábitos, pulsiones e instintos inconscientes que son la expresión de repeticiones, siempre semejantes, de las mismas necesidades vitales en las mismas condiciones exteriores de vida. También puede llegar a la conciencia de los hombres como pensamiento, idea, motivación, principio."

En este párrafo tenemos aún más claro que para Pannekoek la nación es un fenómeno cultural y psicológico, un efecto de las condiciones de existencia históricamente desarrolladas. Y añade, correctamente, que "la teoría marxista, el materialismo histórico, explica que todo lo que es espiritual en el hombre es producto del mundo material que lo rodea. Todo este mundo real penetra por todas partes en el espíritu a través de los órganos de los sentidos y deja su huella: nuestras necesidades vitales, nuestra experiencia, todo lo que vemos y oímos, lo que los otros nos comunican como su pensamiento, de igual manera que lo que observamos nosotros mismos."

Pero el sentido del razonamiento de Pannekoek es reducir a la nación a una entidad ideológica, hasta el punto de que, más adelante, pretenderá que, con el ascenso de la lucha de clases, los conflictos nacionales se evaporen como si fuesen fantasmas. Pero, precisamente porque es la burguesía la fuerza motora que pone lo nacional en oposición a lo internacional, lo social en oposición a lo político, esta contradicción no puede ser resuelta más que mediante la acción revolucionaria consciente, y su preparación requiere de la lucha de clase nacional.

Pannekoek insiste en que "La realidad material común produce en los espíritus de los miembros de una comunidad un modo de pensamiento común. La naturaleza específica de la entidad económica que constituyen juntos determina sus pensamientos, sus costumbres, sus concepciones; produce en ellos un sistema coherente de ideas, una ideología que les es común y que forma parte de sus condiciones materiales de vida. La vida en común ha impregnado su espíritu: luchas comunes por la libertad contra los enemigos exteriores, luchas de clases comunes en el interior. Se narra en los libros de historia y se transmite a la juventud como recuerdo nacional. Lo que la burguesía ascendente deseó, esperó y quiso ha sido magnificado y expresado claramente por los poetas y los pensadores y estos pensamientos de la nación, sedimento espiritual de su experiencia material, han sido preservados en forma de literatura para las generaciones futuras. La constante influencia espiritual recíproca consolida y refuerza todo esto; al extraer del pensamiento de cada uno de los con-nacionales lo que es común, lo que es esencial, característico para el conjunto, es decir, lo que es nacional, constituye el patrimonio cultural de la nación. Lo que vive en el espíritu de una nación, su cultura nacional, es la síntesis abstracta de su experiencia común, de su existencia material como entidad económica."

Aunque lo presenta como un análisis materialista de la cultura, lo que Pannekoek llama la "cultura nacional" es una abstracción que sólo existe en su cabeza. La cultura nacional real no es una mera realidad general, es la cultura concreta de las distintas clases que forman la nación y en las que la comunidad de carácter y de destino es vivenciada desde la posición de la comunidad de clase, bien a través de la lucha, bien simplemente a través de la vida cotidiana determinada por las relaciones sociales dominantes. Al proletariado no le sirve de nada hablar de "cultura nacional" común a las distintas clases, ya que no busca aliarse con otras clases sino suprimir la existencia misma de las clases. La perspectiva proletaria es la del desarrollo autónomo de la cultura nacional del proletariado en el sentido del comunismo, como componente de la transformación revolucionaria del conjunto de la vida social, transformación que integra tanto el marco nacional como el mundo entero.

Pannekoek habla luego de la nación como "entidad económica", pero sólo parece darle el sentido de que la comunidad nacional está formada en torno al modo de producción capitalista, no el sentido de que la comunidad nacional es en sí misma el conjunto de las relaciones sociales cuya base determinante son las relaciones económicas. La consideración señalada no tiene, por ello, trascendencia en el análisis del asunto para Pannekoek, pues la nación sigue siendo para él esencialmente superestructural.

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