Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación
Índice
6 a 10
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Partiendo de su definición ideológica de la nación,
Pannekoek procede a analizar los fundamentos de la influencia de lo
nacional en la conciencia:
"Por tanto, todo lo que es espiritual en el hombre
es producto de la realidad, pero no sólo de la realidad actual;
todo el pasado subsiste ahí más o menos fuerte. El espíritu
es lento con relación a la materia; absorbe sin cesar las influencias
del exterior mientras que su vieja existencia se hunde lentamente en
el Leteo del olvido. Por tanto, la adaptación del contenido
del espíritu a la realidad renovada constantemente sólo
es progresiva."
Llegado un momento, estas influencias espirituales pierden su fuente
de vida, aunque puedan ser mantenidas por las relaciones sociales y
el adoctrinamiento, pero al final, al ser "privadas
del terreno material que les dio vida, desaparecen necesariamente poco
a poco. De este modo han adquirido un carácter tradicional. Una
tradición es también una parte de la
realidad que vive en el espíritu de los hombres, actúa
sobre otros y por eso dispone con frecuencia de un poder considerable
y potente. Pero es una realidad de naturaleza espiritual cuyas
raíces materiales se hunden en el pasado."
¿A donde quiere llegar Pannekoek con este análisis de
la "tradición"?
Su objetivo es establecer una oposición entre la "tradición",
encarnada en el nacionalismo, y la "emancipación proletaria",
encarnada en el internacionalismo. Para ello se centra en el análisis
de la sociedad nacional desde el prisma del antagonismo de clases:
"La realidad actual que determina de la manera más intensa
el ser y el espíritu de los hombres es el capitalismo. Pero no
se ejerce de la misma manera sobre los hombres que viven juntos; es
una cosa muy distinta para el capitalista que para el proletariado."
"La nación es una entidad económica, una comunidad
de trabajo, incluso entre obreros y capitalistas. Pues el capital y
el trabajo son necesarios los dos y deben conjugarse para que la producción
capitalista pueda existir. Es una comunidad de trabajo de naturaleza
particular; en esta comunidad, el capital y el trabajo aparecen como
polos antagónicos; constituyen una comunidad de trabajo de la
misma manera que los animales predadores y sus presas constituyen una
comunidad de vida. La nación es una comunidad de carácter surgida de una
comunidad de destino. Pero con el desarrollo del capitalismo, es la
diferencia de destino la que domina cada vez más entre la burguesía
y el proletariado de un mismo pueblo."
Con esto, Pannekoek pretende poner en claro que al proletariado no
se le pierde nada en las llamadas comunmente "luchas nacionales",
ya que su objetivo fundamental es el socialismo. Hagamos ahora un inciso.
Pannekoek no tiene en cuenta aquí otro párrafo fundamental
del Manifiesto Comunista, aquel que dice:
"Se acusa también a los comunistas de querer abolir la
patria, la nacionalidad.
Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar
lo que no poseen. Pero, en la medida que el proletariado debe en primer
lugar conquistar el poder político, debe elevarse a la condición
de clase dirigente de la nación, constituirse él mismo
en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera
en el sentido burgués."
Lo que se desprende de este planteamiento no es que al proletariado
le sea ajena su existencia nacional, sino que está enajenado
de ella, alienado, expropiado, junto con todas las condiciones
de su vida, por el capital. La explotación del trabajo implica
que la patria es sólo la patria de los explotadores. Pero, entonces,
lo que el proletariado tiene que hacer no es evitar lo específicamente
nacional, sino desarrollarlo de acuerdo con sus intereses de clase.
Por eso, tanto por su posición ordinaria en la nación,
como por su posición como clase consciente, el proletariado no
actúa nacionalmente de ningún modo en el sentido burgués,
sino en el sentido de la expropiación de la burguesía.
El proletariado no sólo tiene que (re)apropiarse de los medios
de producción que son el resultado de su trabajo, tiene también
que (re)apropiarse de toda la vida material y espiritual de la sociedad,
para empezar de la enmarcada en la nación. Pero al hacerlo destruye
la nación tal y como se conoce, la nación burguesa, y
la transforma en la base de una unidad de género humano en la
que la unidad y la multiplicidad ya no estarán más en
contradicción, sino que serán complementarias y fuente
de enriquecimiento recíproco entre los pueblos.
Tomando esta óptica, se ve claro que, al poner al desnudo la
oposición de clase que está en el corazón de la
comunidad nacional existente, Pannekoek no alcanza a comprender que
de lo que se trata para el proletariado no es de abandonar lo específicamente
nacional como secundario, sino que su camino es el de la reapropiación
revolucionaria. En los países o naciones opresoras este punto
de vista no está tan claro debido a que no existe un antagonismo
de clase en forma nacional que sea inmediatamente reconocible. Esto
es, el proletariado no experimenta él mismo una forma de opresión
nacional. Pero, entonces, no es que lo "nacional" se "abandone",
no es que se "prescinda" de referirse a las cuestiones específicamente
nacionales de la lucha proletaria -espefíficas o diferenciales
por la forma, no en su esencia- como "nacionales", sino que,
simplemente, se opta por dejar este término a la burguesía
y sus representantes, quienes lo monopolizan. Así, en estos países
se genera una tradición de pensamiento político proletario
típicamente antinacionalista, mientras que la carencia de experiencia
referida no contribuye en absoluto a clarificar el sentido práctico
del internacionalismo y, al contrario, favorece su deformación.
Es decir, si no se reconoce la opresión nacional propia porque
ésta no parece existir (en el sentido formal, pues en esencia
todo proletariado está oprimido en su vida nacional por su propia
burguesía), dificilmente se hará lo propio en un principio
con la opresión nacional ajena. De modo que, en la unidad internacional
de clase, no se dejará espacio para su abordaje o se considerará
toda referencia al respecto que pueda amenazar la unidad como una concepción
burguesa, como "nacionalismo" en el sentido corriente. Pero
esto no es más que una falsificación del internacionalismo.
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Sobre la base de la argumentación anterior, Pannekoek plantea
que, a causa del antagonismo entre las clases, "ninguna
comunidad de destino liga ya a las dos clases", ya que no
es el hecho de "habitar la misma ciudad, de
leer los mismos carteles, los mismos periódicos y participar
en los mismos acontecimientos políticos o deportivos y, ocasionalmente,
hablar", lo que constituye la comunidad de destino, sino
las "grandes e importantes experiencias
que son totalmente diferentes para cada una de las clases."
Si "la comunidad de destino del pasado ejerce
todavía su influencia sobre la comunidad actual de carácter",
esto es debido a que "mientras el proletario
no tenga una conciencia clara de la particularidad de su propia experiencia,
mientras su conciencia de clase no se haya despertado o lo haga apenas,
sigue siendo prisionero del pensamiento tradicional, su pensamiento
se nutre de las escorias de la burguesía, constituye todavía
con ella una especie de comunidad de cultura".
La realidad efectiva de la nación se reduce, desde su punto
de vista, a una influencia ideológica sin vida, o cada vez con
menor vida. Esto, en "el capitalismo altamente desarrollado",
que es donde él ubica explícitamente su análisis
(el problema del subdesarrollo ni se menciona, precisamente porque no
se investiga el problema nacional a la luz de las relaciones económicas
internacionales, no se reconoce como lo que verdaderamente es: una "cuestión
internacional", no "nacional"). Por eso afirma también,
para reforzar su perspectiva, que: "En todas las jóvenes
naciones en que el capitalismo hace su aparición, el espíritu
de la clase obrera está dominado por las tradiciones de la época
campesina y pequeño-burguesa anterior. Sólo poco a poco,
con el despertar de la conciencia y la lucha de clase bajo el efecto
de los nuevos antagonismos, desaparecerá la comunidad de carácter
entre las dos clases. Sin duda, sigue habiendo relaciones entre ellas. Pero estas se limitan
a las órdenes del reglamento de fábrica y del trabajo
a realizar, para lo que la comunidad de lengua ni siquiera es necesaria,
como demuestra la utilización de obreros alófonos."
Esto es: si en las "naciones jóvenes" -o sea, aquellas
que se han afirmado más tardíamente como tales por boca
de la burguesía- la clase obrera está dominada por el
nacionalismo, esto se explica simplemente para Pannekoek por las tradiciones
precapitalistas o del capitalismo primitivo. La madurez de las relaciones
sociales capitalistas, unida al crecimiento del antagonismo de clases,
hace que la comunidad nacional tienda a disolverse. Pero incluso aquí
Pannekoek no se toma en serio la frase que él mismo cita de un
político burgués, según la cual la sociedad está
dividida en dos naciones y no simplemente entre dos clases. Su tesis
de la tendencia disolvente de la nación -que, ciertamente, es
la continuación de la afirmación de Marx y Engels de que
el proletariado encarna ya en su ser la disolución de todas las
clases y nacionalidades- se queda en una conclusión sin desarrollo
ni concrección y, por lo tanto, sujeta a una interpretación
práctica errónea.
Incluso cuando, en la línea de la división de la nación
en dos naciones, afirma Pannekoek que: "Cuanto
más se dan cuenta los obreros del desarrollo social y cuanto
más se les aparece el socialismo como la meta necesaria de su
lucha, más sienten la dominación de la clase de los capitalistas
como una dominación extranjera, y con esta expresión
se da uno cuenta hasta qué punto se difumina la comunidad de
carácter." Aún con esto Pannekoek no quiere
seguir esta línea de análisis en la que la clase proletaria
se ve llamada a asumir, a la vez, ser la representante del género
humano, de la liberación de la humanidad, y ser la representante
de la singularidad nacional, de la liberación de la vida nacional.
O sea, esta es la línea de autoafirmación del proletariado
como clase universal y radical. La negativa de Pannekoek no se explica
por una incapacidad teórica, sino más bien por el miedo
a caer en lo que él llama "oportunismo nacional"
o en "concesiones" al nacionalismo. Pero esta perspectiva
sólo tiene una base histórico-material cuando se asienta,
en realidad, en una nación que no sufre la opresión de
otras; más concretamente y mejor expresado, en una nación
en la que el proletariado no sufre, a la vez, la explotación
de clase en su forma general y en su forma específica nacional.
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Pannekoek plantea, como fundamento histórico-materialista de
su consideración de lo nacional como fenómeno superestructural,
que "no se puede hablar de la nación
como entidad sino antes de que se despliegue en ella ampliamente la
lucha de clases, pues entonces la clase obrera sigue todavía
los pasos de la burguesía. El antagonismo de clase entre
la burguesía y el proletariado tiene como efecto que su comunidad
nacional de destino y de carácter desaparece cada vez más.
Por tanto, las fuerzas constitutivas de la nación deben ser examinadas
separadamente en cada una de las dos clases".
Aquí seguimos encontrando la tendencia a reconocer implícitamente
que tanto el proletariado como la burguesía son fuerzas constituyentes
de la nación, y que la consideración del problema nacional
tiene que partir de esta constatación y de examinar por separado
cada clase. Pero Pannekoek quiere ver al proletariado como miembro de
la nación solamente en cuanto "sigue los pasos" de
la burguesía, afirmando que la maduración del antagonismo
de clases implica ya en sí mismo un proceso de disolución
de la nación. Pero esto es una afirmación en el aire,
ya que Pannekoek no considera concretamente el proceso de crecimiento
del antagonismo de clases, que se prolongaría durante dos grandes
épocas, una de estancamiento del capitalismo entre la I Guerra
Mundial y la década de los 70, y una última de decadencia
abierta siguiendo la crisis de los 70. Tampoco tiene en cuenta que,
a pesar de las tendencias generales de los grandes periodos, dentro
de cada periodo existe una oscilación y altibajos continuos en
el antagonismo entre las clases, con lo cual su intento de reafirmar
la tendencia disolvente de la nación es algo completamente insuficiente
desde la perspectiva práctica de clase.
Entre la posición del proletariado como fuerza constituyente
de la nación y su posición de fuerza disolvente, Pannekoek
no establece ninguna mediación más que la lucha de clases
en su devenir hacia el socialismo, con lo que todo se queda en una abstracción.
¿Qué formas y tácticas tiene que adoptar la lucha
proletaria para desarrollarse en un sentido internacionalista y, al
mismo tiempo, asumir plenamente sus tareas nacionales? Para Pannekoek
la pregunta no es esta, sino "¿cómo
actúa la realidad presente sobre la nación
y sobre lo nacional? ¿En qué sentido se modifican hoy?",
"¿cuál es la influencia de la nación, de lo
nacional, en la lucha de clase, de qué manera hay que tenerla
en cuenta en la lucha de clase?", "¿Cuál
es, pues, el efecto que ejerce a su vez la lucha de clase, el ascenso
del proletariado, sobre la nación?"
O sea, para Pannekoek la nación y la lucha de clases son realidades
opuestas pura y simplemente, que permanecen en una exterioridad recíproca:
la lucha de clases disuelve la nación, la comunidad nacional
disuelve la lucha de clases. Pero este dogma esconde una mistificación:
la comunidad nacional y la lucha de clases coexisten simultáneamente.
La lucha de clases adopta formas nacionales y la nación adopta
la forma de una lucha de clases. La superación de la nación
sólo es planteable, entonces, como superación de la lucha
de clases, de la sociedad de clases. El error de Pannekoek está
en identificar, en la práctica, la comunidad social dividida
en clases con la unidad forzada de las clases que se establece en el
modo de producción capitalista -y que, efectivamente, se rompe
de forma aparentemente completa con las simples huelgas-, en no diferenciar
entre la comunidad social en general y las relaciones de explotación
de clase y de dominación de clase (el capital y el Estado) que
son una parte del conjunto de la estructura social -y la parte que domina-,
pero no son todo. El propio proletariado, como parte de la comunidad
social, también constituye entre sí una comunidad nacional,
sólo que, mientras se encuentra indiferenciado o adherido al
régimen burgués, esta comunidad está igualmente
indiferenciada e integrada en la comunidad nacional oficial creada por
la burguesía y gobernada principalmente por el Estado (o, cuando
no existe un Estado propio, por otros organismos políticos burgueses
que pretenden constituirse en Estado o apropiarse del poder estatal).
Que el proletariado no sea "nacional en el sentido burgués",
como dice Marx, significa a este respecto que su forma de vida y de
cultura nacionales no están esencialmente en contradicción
con su tendencia internacionalista; sólo lo están en la
medida en que incluyen todavia elementos burgueses o preburgueses, o
sea, en la medida en que son reaccionarios desde un punto de vista de
clase general (y, por tanto, reaccionarios tanto para el internacionalismo
como para la lucha proletaria en su forma nacional).
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Pannekoek quiere dar a entender que sólo la burguesía
puede tener la "voluntad de constituir una nación",
en abierta contradicción con las palabras del Manifiesto Comunista.
"Bauer tiene toda la razón al considerar las diferencias
de orientación de la voluntad como el elemento esencial de las
diferencias de carácter nacional. Allí donde todas las
voluntades están orientadas de la misma manera, se forma una
masa coherente; allí donde los acontecimientos y las influencias
del mundo exterior suscitan determinaciones diferentes y opuestas, se
acaba en la ruptura y en la separación. La diferencia de voluntad
ha separado las naciones unas de otras; pero, ¿de la voluntad
de quién se trata? De la voluntad de la burguesía ascendente.
Como resulta de las demostraciones precedentes sobre la génesis
de las naciones modernas, su voluntad de constituir la nación
es la fuerza constitutiva más importante."
Y continúa, hablando del caso checo: "¿Cómo
se ha podido hacer una “cultura nacional” propia sobre la
base de una lengua particular? Porque la burguesía necesita
una separación, porque quiere trazar una frontera
tajante, porque quiere constituirse en nación en relación
con los alemanes. Lo quiere porque lo necesita, porque la competencia
capitalista le obliga a monopolizar en la medida de lo posible un territorio
de mercados y de explotación. El conflicto de intereses con los
otros capitalistas crea la nación allí donde existe un
elemento necesario, la lengua específica. Bauer y Renner muestran
claramente en su exposición de la génesis de las naciones
modernas que la voluntad de las clases burguesas ascendentes creó
las naciones. No como voluntad consciente o arbitraria, sino como querer
al mismo tiempo que deber, consecuencia necesaria de factores económicos.
Las “naciones” de que se trata en la lucha política,
que luchan entre sí por la influencia sobre el Estado, por el
poder en el Estado (Bauer,§19) no son otra cosa que organizaciones
de las clases burguesas, de la pequeña burguesía,
de la burguesía, de la intelectualidad –clases cuya existencia
se basa en la competencia– y ahí los proletarios y los
campesinos juegan el papel de segundo plano.
El proletariado no tiene nada que ver con esta necesidad de competencia
de las clases burguesas, con su voluntad de constituir una nación.
La nación no puede significar para él un privilegio de
clientela, de puestos, de posibilidades de trabajo."
Pero la afirmación de Pannekoek de que el proletariado no tiene
ningún interés en constituir una nación no se basa
más que en la identificación de la nación con el
mercado. Es pues, aún dentro de la estructura económica,
la superestructura, el marco del intercambio, y no el marco de la producción.
Sin embargo, la constitución social de la nación no se
crea en virtud de la simple voluntad, por muy determinada que esté
por la necesidad económica de clase, sino que se crea a través
de las relaciones económicas, de la extensión de
la producción de mercancías. Son estas relaciones las
que crean el mercado interno de la nación y, por consiguiente,
el terreno de la comunidad social nacional. Lo que hace la burguesía
ascendente es oficializar esta comunidad-marco en la forma de una institución
política, de un Estado, y en la forma de una ideología
dominante, del nacionalismo en el sentido habitual del término
-el sentido dominante-. Pero si la burguesía es la clase
dominante, entonces la nación es principalmente el resultado
de su autoconstitución en nación, que económicamente
se presenta como un proceso inconsciente de acumulación de capital
y de extensión así de la producción y el intercambio
de mercancías, y que políticamente se presenta en una
forma consciente. El error fundamental de enfoque por parte de Pannekoek
es pretender que la nación pueda ser creada por la burguesía
sin suponer que, de ese modo, el proletariado sea expropiado de la realidad
de su comunidad nacional, que pasa a existir para él sólo
como algo subyugado, subalterno y hegemonizado por la burguesía
(como una subcultura nacional que permanece dentro del cuadro del capitalismo).
Entonces, si entendemos que la nación actual es el producto de
la autoconstitución en nación de la burguesía,
entonces hemos de entender que la existencia misma de la nación
supone una opresión sobre el proletariado, cuyo modo de vida
y cultura son amoldados a los intereses burgueses, cuyo trabajo es convertido
en la fuerza creadora material de la nación burguesa. La
supresión de la dominación burguesa significa, pues, a
nivel nacional, la supresión de la nación burguesa, la
autoconstitución del proletariado en nación.
Por supuesto, el proletariado no se sitúa en las mismas condiciones
históricas ni tiene las mismas motivaciones de clase que la burguesía.
Su perspectiva económica y política es universal, su motivación
es la plena emancipación de la humanidad de la explotación
y la dominación de clase. Su autoconstitución en nación
no tiene el mismo significado que para la burguesía; se convierte
en un paso hacia la comunidad humana mundial, que para ser verdadera
tiene que ser constituida por toda la humanidad consciente y reapropiada
de su ser social total -también de su "ser nacional"-.
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Pannekoek quiere "hacer comprender a los obreros que bajo la
dominación del capitalismo la nación jamás puede
ser para ellos sinónimo de monopolio de trabajo" (lo cual
es mucho más actual con la extensión actual de los flujos
migratorios, que acompaña a la descomposición de la estructura
social por el declive del capitalismo, y que sirve como instrumento
para intensificar la degradación del trabajo en los países
capitalistas más avanzados). La adhesión de la clase obrera
al nacionalismo burgués no tiene, pues, otra significación
que la adhesión a su esclavitud actual.
Pannekoek afirma que: "Cuando el capitalismo penetra en una región
agraria, los patronos pertenecen entonces a una nación capitalista
más desarrollada, los obreros salidos del campesinado a otra.
El sentimiento nacional puede ser entonces para los obreros un primer
medio de tomar conciencia de su comunidad de intereses frente a los
capitalistas alófonos. El antagonismo nacional es en este caso
la forma primitiva del antagonismo de las clases, de la misma manera
que en Renania-Westfalia, en la época de la lucha por la cultura,
el antagonismo religioso entre los obreros católicos y los patronos
liberales era la forma primitiva del antagonismo entre las clases. Pero
desde el momento en que una nación está lo suficientemente
desarrollada como para tener una burguesía propia que se encargue
de la explotación, el nacionalismo proletario pierde sus raíces.
En la lucha por mejores condiciones de vida, por el desarrollo intelectual,
por la cultura, por una existencia más digna, las demás
clases de su nación son los enemigos jurados de los obreros mientras
que sus camaradas de clase alófonos son sus amigos y sus apoyos.
La lucha de clase crea en el proletariado una comunidad internacional
de intereses. Por tanto, no se puede hablar en el proletariado de una
voluntad basada en los intereses económicos, en su sitúación
material, para constituirse en nación frente a otras. (El subrayado
es nuestro)
Por ello, según Pannekoek, sólo "temporalmente,
lo nacional puede también revestir un significado propio para
el proletariado".
Aquí tenemos la misma mistificación considerada anteriormente,
sólo que ahora aplicada al proletariado. Se entiende la nación
como la comunidad social que forma el mercado capitalista, con lo cual
el "nacionalismo" sólo puede ser la defensa de la nación
existente, de la nación burguesa. El contenido de clase del "nacionalismo"
queda fuera del análisis y en su lugar aparece el silogismo burgués:
nacionalismo=defensa de la nación, nación=sociedad de
clases, por lo tanto, nacionalismo=defensa de la sociedad de clases.
Con este argumento la transformación de la nación como
tal es puesta fuera del programa proletario. Que el proletariado, al
constituirse en clase, se constituya tanto en comunidad internacional
de clase como en comunidad nacional autónoma frente a la burguesía,
no se reconoce. Porque para Pannekoek la "constitución en
nación" es siempre una constitución "frente
a otras naciones", o sea, siempre responde a los intereses de la
burguesía. Pero esto no es de ningún modo históricamente
verificable, ya que la autoconstitución del proletariado en nación
sólo puede ser el aspecto nacional de la revolución proletaria
y, por consiguiente, sólo puede realizarse con la supresión
del capitalismo. Como esto no se ha logrado todavia, afirmar que toda
nación es una realidad burguesa y que el nacionalismo sólo
puede ser un nacionalismo burgués, una defensa de la nación
burguesa -o sea, una defensa de los intereses de la burguesía
en el marco nacional-, carece de toda fundamentación histórico-materialista,
no es más que un dogma que obedece a motivos completamente diferentes
a los de la comprensión histórico-materialista de la sociedad.
Ya hemos señalado la diferente perspectiva que ante la "cuestión
nacional" se tiende a formar en los países más imperialistas,
o sea, más desarrollados, pero conviene resaltar también
el miedo a la división política, que oculta una desconfianza
hacia la capacidad del proletariado para constituirse en clase de modo
consciente, sin necesidad de "vigilantes" de su unidad, ya
que esta unidad está históricamente determinada por la
estructura económica y por sus necesidades sociales. Detrás
de las divisiones nacionales dentro de la clase está siempre
la debilidad del proletariado en cada país, y esta debilidad
del proletariado no puede resolverse mediante la unidad extensiva, sino
mediante el desarrollo cualitativo de la conciencia, la organización
y la lucha de la clase en cada país.
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