Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación

Índice

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Partiendo de su definición ideológica de la nación, Pannekoek procede a analizar los fundamentos de la influencia de lo nacional en la conciencia:

"Por tanto, todo lo que es espiritual en el hombre es producto de la realidad, pero no sólo de la realidad actual; todo el pasado subsiste ahí más o menos fuerte. El espíritu es lento con relación a la materia; absorbe sin cesar las influencias del exterior mientras que su vieja existencia se hunde lentamente en el Leteo del olvido. Por tanto, la adaptación del contenido del espíritu a la realidad renovada constantemente sólo es progresiva."

Llegado un momento, estas influencias espirituales pierden su fuente de vida, aunque puedan ser mantenidas por las relaciones sociales y el adoctrinamiento, pero al final, al ser "privadas del terreno material que les dio vida, desaparecen necesariamente poco a poco. De este modo han adquirido un carácter tradicional. Una tradición es también una parte de la realidad que vive en el espíritu de los hombres, actúa sobre otros y por eso dispone con frecuencia de un poder considerable y potente. Pero es una realidad de naturaleza espiritual cuyas raíces materiales se hunden en el pasado."

¿A donde quiere llegar Pannekoek con este análisis de la "tradición"?

Su objetivo es establecer una oposición entre la "tradición", encarnada en el nacionalismo, y la "emancipación proletaria", encarnada en el internacionalismo. Para ello se centra en el análisis de la sociedad nacional desde el prisma del antagonismo de clases:

"La realidad actual que determina de la manera más intensa el ser y el espíritu de los hombres es el capitalismo. Pero no se ejerce de la misma manera sobre los hombres que viven juntos; es una cosa muy distinta para el capitalista que para el proletariado."

"La nación es una entidad económica, una comunidad de trabajo, incluso entre obreros y capitalistas. Pues el capital y el trabajo son necesarios los dos y deben conjugarse para que la producción capitalista pueda existir. Es una comunidad de trabajo de naturaleza particular; en esta comunidad, el capital y el trabajo aparecen como polos antagónicos; constituyen una comunidad de trabajo de la misma manera que los animales predadores y sus presas constituyen una comunidad de vida.
La nación es una comunidad de carácter surgida de una comunidad de destino. Pero con el desarrollo del capitalismo, es la diferencia de destino la que domina cada vez más entre la burguesía y el proletariado de un mismo pueblo."

Con esto, Pannekoek pretende poner en claro que al proletariado no se le pierde nada en las llamadas comunmente "luchas nacionales", ya que su objetivo fundamental es el socialismo. Hagamos ahora un inciso.

Pannekoek no tiene en cuenta aquí otro párrafo fundamental del Manifiesto Comunista, aquel que dice:

"Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad.
Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Pero, en la medida que el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, debe elevarse a la condición de clase dirigente de la nación, constituirse él mismo en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués."

Lo que se desprende de este planteamiento no es que al proletariado le sea ajena su existencia nacional, sino que está enajenado de ella, alienado, expropiado, junto con todas las condiciones de su vida, por el capital. La explotación del trabajo implica que la patria es sólo la patria de los explotadores. Pero, entonces, lo que el proletariado tiene que hacer no es evitar lo específicamente nacional, sino desarrollarlo de acuerdo con sus intereses de clase. Por eso, tanto por su posición ordinaria en la nación, como por su posición como clase consciente, el proletariado no actúa nacionalmente de ningún modo en el sentido burgués, sino en el sentido de la expropiación de la burguesía. El proletariado no sólo tiene que (re)apropiarse de los medios de producción que son el resultado de su trabajo, tiene también que (re)apropiarse de toda la vida material y espiritual de la sociedad, para empezar de la enmarcada en la nación. Pero al hacerlo destruye la nación tal y como se conoce, la nación burguesa, y la transforma en la base de una unidad de género humano en la que la unidad y la multiplicidad ya no estarán más en contradicción, sino que serán complementarias y fuente de enriquecimiento recíproco entre los pueblos.

Tomando esta óptica, se ve claro que, al poner al desnudo la oposición de clase que está en el corazón de la comunidad nacional existente, Pannekoek no alcanza a comprender que de lo que se trata para el proletariado no es de abandonar lo específicamente nacional como secundario, sino que su camino es el de la reapropiación revolucionaria. En los países o naciones opresoras este punto de vista no está tan claro debido a que no existe un antagonismo de clase en forma nacional que sea inmediatamente reconocible. Esto es, el proletariado no experimenta él mismo una forma de opresión nacional. Pero, entonces, no es que lo "nacional" se "abandone", no es que se "prescinda" de referirse a las cuestiones específicamente nacionales de la lucha proletaria -espefíficas o diferenciales por la forma, no en su esencia- como "nacionales", sino que, simplemente, se opta por dejar este término a la burguesía y sus representantes, quienes lo monopolizan. Así, en estos países se genera una tradición de pensamiento político proletario típicamente antinacionalista, mientras que la carencia de experiencia referida no contribuye en absoluto a clarificar el sentido práctico del internacionalismo y, al contrario, favorece su deformación.

Es decir, si no se reconoce la opresión nacional propia porque ésta no parece existir (en el sentido formal, pues en esencia todo proletariado está oprimido en su vida nacional por su propia burguesía), dificilmente se hará lo propio en un principio con la opresión nacional ajena. De modo que, en la unidad internacional de clase, no se dejará espacio para su abordaje o se considerará toda referencia al respecto que pueda amenazar la unidad como una concepción burguesa, como "nacionalismo" en el sentido corriente. Pero esto no es más que una falsificación del internacionalismo.

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Sobre la base de la argumentación anterior, Pannekoek plantea que, a causa del antagonismo entre las clases, "ninguna comunidad de destino liga ya a las dos clases", ya que no es el hecho de "habitar la misma ciudad, de leer los mismos carteles, los mismos periódicos y participar en los mismos acontecimientos políticos o deportivos y, ocasionalmente, hablar", lo que constituye la comunidad de destino, sino las "grandes e importantes experiencias que son totalmente diferentes para cada una de las clases." Si "la comunidad de destino del pasado ejerce todavía su influencia sobre la comunidad actual de carácter", esto es debido a que "mientras el proletario no tenga una conciencia clara de la particularidad de su propia experiencia, mientras su conciencia de clase no se haya despertado o lo haga apenas, sigue siendo prisionero del pensamiento tradicional, su pensamiento se nutre de las escorias de la burguesía, constituye todavía con ella una especie de comunidad de cultura".

La realidad efectiva de la nación se reduce, desde su punto de vista, a una influencia ideológica sin vida, o cada vez con menor vida. Esto, en "el capitalismo altamente desarrollado", que es donde él ubica explícitamente su análisis (el problema del subdesarrollo ni se menciona, precisamente porque no se investiga el problema nacional a la luz de las relaciones económicas internacionales, no se reconoce como lo que verdaderamente es: una "cuestión internacional", no "nacional"). Por eso afirma también, para reforzar su perspectiva, que: "En todas las jóvenes naciones en que el capitalismo hace su aparición, el espíritu de la clase obrera está dominado por las tradiciones de la época campesina y pequeño-burguesa anterior. Sólo poco a poco, con el despertar de la conciencia y la lucha de clase bajo el efecto de los nuevos antagonismos, desaparecerá la comunidad de carácter entre las dos clases.
Sin duda, sigue habiendo relaciones entre ellas. Pero estas se limitan a las órdenes del reglamento de fábrica y del trabajo a realizar, para lo que la comunidad de lengua ni siquiera es necesaria, como demuestra la utilización de obreros alófonos."

Esto es: si en las "naciones jóvenes" -o sea, aquellas que se han afirmado más tardíamente como tales por boca de la burguesía- la clase obrera está dominada por el nacionalismo, esto se explica simplemente para Pannekoek por las tradiciones precapitalistas o del capitalismo primitivo. La madurez de las relaciones sociales capitalistas, unida al crecimiento del antagonismo de clases, hace que la comunidad nacional tienda a disolverse. Pero incluso aquí Pannekoek no se toma en serio la frase que él mismo cita de un político burgués, según la cual la sociedad está dividida en dos naciones y no simplemente entre dos clases. Su tesis de la tendencia disolvente de la nación -que, ciertamente, es la continuación de la afirmación de Marx y Engels de que el proletariado encarna ya en su ser la disolución de todas las clases y nacionalidades- se queda en una conclusión sin desarrollo ni concrección y, por lo tanto, sujeta a una interpretación práctica errónea.

Incluso cuando, en la línea de la división de la nación en dos naciones, afirma Pannekoek que: "Cuanto más se dan cuenta los obreros del desarrollo social y cuanto más se les aparece el socialismo como la meta necesaria de su lucha, más sienten la dominación de la clase de los capitalistas como una dominación extranjera, y con esta expresión se da uno cuenta hasta qué punto se difumina la comunidad de carácter." Aún con esto Pannekoek no quiere seguir esta línea de análisis en la que la clase proletaria se ve llamada a asumir, a la vez, ser la representante del género humano, de la liberación de la humanidad, y ser la representante de la singularidad nacional, de la liberación de la vida nacional. O sea, esta es la línea de autoafirmación del proletariado como clase universal y radical. La negativa de Pannekoek no se explica por una incapacidad teórica, sino más bien por el miedo a caer en lo que él llama "oportunismo nacional" o en "concesiones" al nacionalismo. Pero esta perspectiva sólo tiene una base histórico-material cuando se asienta, en realidad, en una nación que no sufre la opresión de otras; más concretamente y mejor expresado, en una nación en la que el proletariado no sufre, a la vez, la explotación de clase en su forma general y en su forma específica nacional.

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Pannekoek plantea, como fundamento histórico-materialista de su consideración de lo nacional como fenómeno superestructural, que "no se puede hablar de la nación como entidad sino antes de que se despliegue en ella ampliamente la lucha de clases, pues entonces la clase obrera sigue todavía los pasos de la burguesía. El antagonismo de clase entre la burguesía y el proletariado tiene como efecto que su comunidad nacional de destino y de carácter desaparece cada vez más. Por tanto, las fuerzas constitutivas de la nación deben ser examinadas separadamente en cada una de las dos clases".

Aquí seguimos encontrando la tendencia a reconocer implícitamente que tanto el proletariado como la burguesía son fuerzas constituyentes de la nación, y que la consideración del problema nacional tiene que partir de esta constatación y de examinar por separado cada clase. Pero Pannekoek quiere ver al proletariado como miembro de la nación solamente en cuanto "sigue los pasos" de la burguesía, afirmando que la maduración del antagonismo de clases implica ya en sí mismo un proceso de disolución de la nación. Pero esto es una afirmación en el aire, ya que Pannekoek no considera concretamente el proceso de crecimiento del antagonismo de clases, que se prolongaría durante dos grandes épocas, una de estancamiento del capitalismo entre la I Guerra Mundial y la década de los 70, y una última de decadencia abierta siguiendo la crisis de los 70. Tampoco tiene en cuenta que, a pesar de las tendencias generales de los grandes periodos, dentro de cada periodo existe una oscilación y altibajos continuos en el antagonismo entre las clases, con lo cual su intento de reafirmar la tendencia disolvente de la nación es algo completamente insuficiente desde la perspectiva práctica de clase.

Entre la posición del proletariado como fuerza constituyente de la nación y su posición de fuerza disolvente, Pannekoek no establece ninguna mediación más que la lucha de clases en su devenir hacia el socialismo, con lo que todo se queda en una abstracción. ¿Qué formas y tácticas tiene que adoptar la lucha proletaria para desarrollarse en un sentido internacionalista y, al mismo tiempo, asumir plenamente sus tareas nacionales? Para Pannekoek la pregunta no es esta, sino "¿cómo actúa la realidad presente sobre la nación y sobre lo nacional? ¿En qué sentido se modifican hoy?", "¿cuál es la influencia de la nación, de lo nacional, en la lucha de clase, de qué manera hay que tenerla en cuenta en la lucha de clase?", "¿Cuál es, pues, el efecto que ejerce a su vez la lucha de clase, el ascenso del proletariado, sobre la nación?"

O sea, para Pannekoek la nación y la lucha de clases son realidades opuestas pura y simplemente, que permanecen en una exterioridad recíproca: la lucha de clases disuelve la nación, la comunidad nacional disuelve la lucha de clases. Pero este dogma esconde una mistificación: la comunidad nacional y la lucha de clases coexisten simultáneamente. La lucha de clases adopta formas nacionales y la nación adopta la forma de una lucha de clases. La superación de la nación sólo es planteable, entonces, como superación de la lucha de clases, de la sociedad de clases. El error de Pannekoek está en identificar, en la práctica, la comunidad social dividida en clases con la unidad forzada de las clases que se establece en el modo de producción capitalista -y que, efectivamente, se rompe de forma aparentemente completa con las simples huelgas-, en no diferenciar entre la comunidad social en general y las relaciones de explotación de clase y de dominación de clase (el capital y el Estado) que son una parte del conjunto de la estructura social -y la parte que domina-, pero no son todo. El propio proletariado, como parte de la comunidad social, también constituye entre sí una comunidad nacional, sólo que, mientras se encuentra indiferenciado o adherido al régimen burgués, esta comunidad está igualmente indiferenciada e integrada en la comunidad nacional oficial creada por la burguesía y gobernada principalmente por el Estado (o, cuando no existe un Estado propio, por otros organismos políticos burgueses que pretenden constituirse en Estado o apropiarse del poder estatal). Que el proletariado no sea "nacional en el sentido burgués", como dice Marx, significa a este respecto que su forma de vida y de cultura nacionales no están esencialmente en contradicción con su tendencia internacionalista; sólo lo están en la medida en que incluyen todavia elementos burgueses o preburgueses, o sea, en la medida en que son reaccionarios desde un punto de vista de clase general (y, por tanto, reaccionarios tanto para el internacionalismo como para la lucha proletaria en su forma nacional).

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Pannekoek quiere dar a entender que sólo la burguesía puede tener la "voluntad de constituir una nación", en abierta contradicción con las palabras del Manifiesto Comunista.

"Bauer tiene toda la razón al considerar las diferencias de orientación de la voluntad como el elemento esencial de las diferencias de carácter nacional. Allí donde todas las voluntades están orientadas de la misma manera, se forma una masa coherente; allí donde los acontecimientos y las influencias del mundo exterior suscitan determinaciones diferentes y opuestas, se acaba en la ruptura y en la separación. La diferencia de voluntad ha separado las naciones unas de otras; pero, ¿de la voluntad de quién se trata? De la voluntad de la burguesía ascendente. Como resulta de las demostraciones precedentes sobre la génesis de las naciones modernas, su voluntad de constituir la nación es la fuerza constitutiva más importante."

Y continúa, hablando del caso checo: "¿Cómo se ha podido hacer una “cultura nacional” propia sobre la base de una lengua particular? Porque la burguesía necesita una separación, porque quiere trazar una frontera tajante, porque quiere constituirse en nación en relación con los alemanes. Lo quiere porque lo necesita, porque la competencia capitalista le obliga a monopolizar en la medida de lo posible un territorio de mercados y de explotación. El conflicto de intereses con los otros capitalistas crea la nación allí donde existe un elemento necesario, la lengua específica. Bauer y Renner muestran claramente en su exposición de la génesis de las naciones modernas que la voluntad de las clases burguesas ascendentes creó las naciones. No como voluntad consciente o arbitraria, sino como querer al mismo tiempo que deber, consecuencia necesaria de factores económicos. Las “naciones” de que se trata en la lucha política, que luchan entre sí por la influencia sobre el Estado, por el poder en el Estado (Bauer,§19) no son otra cosa que organizaciones de las clases burguesas, de la pequeña burguesía, de la burguesía, de la intelectualidad –clases cuya existencia se basa en la competencia– y ahí los proletarios y los campesinos juegan el papel de segundo plano.
El proletariado no tiene nada que ver con esta necesidad de competencia de las clases burguesas, con su voluntad de constituir una nación. La nación no puede significar para él un privilegio de clientela, de puestos, de posibilidades de trabajo."

Pero la afirmación de Pannekoek de que el proletariado no tiene ningún interés en constituir una nación no se basa más que en la identificación de la nación con el mercado. Es pues, aún dentro de la estructura económica, la superestructura, el marco del intercambio, y no el marco de la producción. Sin embargo, la constitución social de la nación no se crea en virtud de la simple voluntad, por muy determinada que esté por la necesidad económica de clase, sino que se crea a través de las relaciones económicas, de la extensión de la producción de mercancías. Son estas relaciones las que crean el mercado interno de la nación y, por consiguiente, el terreno de la comunidad social nacional. Lo que hace la burguesía ascendente es oficializar esta comunidad-marco en la forma de una institución política, de un Estado, y en la forma de una ideología dominante, del nacionalismo en el sentido habitual del término -el sentido dominante-. Pero si la burguesía es la clase dominante, entonces la nación es principalmente el resultado de su autoconstitución en nación, que económicamente se presenta como un proceso inconsciente de acumulación de capital y de extensión así de la producción y el intercambio de mercancías, y que políticamente se presenta en una forma consciente. El error fundamental de enfoque por parte de Pannekoek es pretender que la nación pueda ser creada por la burguesía sin suponer que, de ese modo, el proletariado sea expropiado de la realidad de su comunidad nacional, que pasa a existir para él sólo como algo subyugado, subalterno y hegemonizado por la burguesía (como una subcultura nacional que permanece dentro del cuadro del capitalismo). Entonces, si entendemos que la nación actual es el producto de la autoconstitución en nación de la burguesía, entonces hemos de entender que la existencia misma de la nación supone una opresión sobre el proletariado, cuyo modo de vida y cultura son amoldados a los intereses burgueses, cuyo trabajo es convertido en la fuerza creadora material de la nación burguesa. La supresión de la dominación burguesa significa, pues, a nivel nacional, la supresión de la nación burguesa, la autoconstitución del proletariado en nación.

Por supuesto, el proletariado no se sitúa en las mismas condiciones históricas ni tiene las mismas motivaciones de clase que la burguesía. Su perspectiva económica y política es universal, su motivación es la plena emancipación de la humanidad de la explotación y la dominación de clase. Su autoconstitución en nación no tiene el mismo significado que para la burguesía; se convierte en un paso hacia la comunidad humana mundial, que para ser verdadera tiene que ser constituida por toda la humanidad consciente y reapropiada de su ser social total -también de su "ser nacional"-.

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Pannekoek quiere "hacer comprender a los obreros que bajo la dominación del capitalismo la nación jamás puede ser para ellos sinónimo de monopolio de trabajo" (lo cual es mucho más actual con la extensión actual de los flujos migratorios, que acompaña a la descomposición de la estructura social por el declive del capitalismo, y que sirve como instrumento para intensificar la degradación del trabajo en los países capitalistas más avanzados). La adhesión de la clase obrera al nacionalismo burgués no tiene, pues, otra significación que la adhesión a su esclavitud actual.

Pannekoek afirma que: "Cuando el capitalismo penetra en una región agraria, los patronos pertenecen entonces a una nación capitalista más desarrollada, los obreros salidos del campesinado a otra. El sentimiento nacional puede ser entonces para los obreros un primer medio de tomar conciencia de su comunidad de intereses frente a los capitalistas alófonos. El antagonismo nacional es en este caso la forma primitiva del antagonismo de las clases, de la misma manera que en Renania-Westfalia, en la época de la lucha por la cultura, el antagonismo religioso entre los obreros católicos y los patronos liberales era la forma primitiva del antagonismo entre las clases. Pero desde el momento en que una nación está lo suficientemente desarrollada como para tener una burguesía propia que se encargue de la explotación, el nacionalismo proletario pierde sus raíces. En la lucha por mejores condiciones de vida, por el desarrollo intelectual, por la cultura, por una existencia más digna, las demás clases de su nación son los enemigos jurados de los obreros mientras que sus camaradas de clase alófonos son sus amigos y sus apoyos. La lucha de clase crea en el proletariado una comunidad internacional de intereses. Por tanto, no se puede hablar en el proletariado de una voluntad basada en los intereses económicos, en su sitúación material, para constituirse en nación frente a otras. (El subrayado es nuestro)

Por ello, según Pannekoek, sólo "temporalmente, lo nacional puede también revestir un significado propio para el proletariado".

Aquí tenemos la misma mistificación considerada anteriormente, sólo que ahora aplicada al proletariado. Se entiende la nación como la comunidad social que forma el mercado capitalista, con lo cual el "nacionalismo" sólo puede ser la defensa de la nación existente, de la nación burguesa. El contenido de clase del "nacionalismo" queda fuera del análisis y en su lugar aparece el silogismo burgués: nacionalismo=defensa de la nación, nación=sociedad de clases, por lo tanto, nacionalismo=defensa de la sociedad de clases. Con este argumento la transformación de la nación como tal es puesta fuera del programa proletario. Que el proletariado, al constituirse en clase, se constituya tanto en comunidad internacional de clase como en comunidad nacional autónoma frente a la burguesía, no se reconoce. Porque para Pannekoek la "constitución en nación" es siempre una constitución "frente a otras naciones", o sea, siempre responde a los intereses de la burguesía. Pero esto no es de ningún modo históricamente verificable, ya que la autoconstitución del proletariado en nación sólo puede ser el aspecto nacional de la revolución proletaria y, por consiguiente, sólo puede realizarse con la supresión del capitalismo. Como esto no se ha logrado todavia, afirmar que toda nación es una realidad burguesa y que el nacionalismo sólo puede ser un nacionalismo burgués, una defensa de la nación burguesa -o sea, una defensa de los intereses de la burguesía en el marco nacional-, carece de toda fundamentación histórico-materialista, no es más que un dogma que obedece a motivos completamente diferentes a los de la comprensión histórico-materialista de la sociedad.

Ya hemos señalado la diferente perspectiva que ante la "cuestión nacional" se tiende a formar en los países más imperialistas, o sea, más desarrollados, pero conviene resaltar también el miedo a la división política, que oculta una desconfianza hacia la capacidad del proletariado para constituirse en clase de modo consciente, sin necesidad de "vigilantes" de su unidad, ya que esta unidad está históricamente determinada por la estructura económica y por sus necesidades sociales. Detrás de las divisiones nacionales dentro de la clase está siempre la debilidad del proletariado en cada país, y esta debilidad del proletariado no puede resolverse mediante la unidad extensiva, sino mediante el desarrollo cualitativo de la conciencia, la organización y la lucha de la clase en cada país.

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