Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación

Índice

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Bauer "supone, al contrario del nacionalismo burgués, una transformación continua de la nación hacia nuevas formas y nuevos caracteres. (...)Pero, bajo estas formas cambiantes, permanece la nación misma, e incluso si ciertas naciones deben desaparecer y surgir otras, la nación sigue siendo siempre la estructura fundamental de la humanidad. Por el contrario, según nuestras conclusiones la nación no es más que una estructura temporal y transitoria en la historia de la evolución de la humanidad, una de las numerosas formas de organización que se suceden o se manifiestan simultáneamente: tribus, pueblos, imperios, Iglesias, comunidades aldeanas, Estados. Entre ellas, la nación, en su especificidad, es un producto de la sociedad burguesa y desaparecerá con ella. Querer encontrar la nación en todas las comunidades pasadas y futuras es tan artificial como interpretar, a la manera de los economistas burgueses, el conjunto de las formas económicas pasadas y futuras como formas variadas del capitalismo y concebir la evolución mundial como evolución del capitalismo, que iría desde el 'capital' del salvaje, su arco, hasta el 'capital' de la sociedad socialista."

Aquí está claro que Pannekoek no diferencia entre instituciones políticas (el Estado, los imperios), las comunidades ideológicas (Iglesias) y las comunidades socio-económicas (tribus, pueblos, aldeas). En términos de materialismo histórico se puede, sin embargo, diferenciar entre superestructuras políticas, superestructuras ideológicas y estructuras socio-económicas. Y estas últimas hay que analizarlas en tres niveles: como modo de actividad material, como modo de vida, y como modalidad de conciencia. Pannekoek no tiene en cuenta todo esto y considera a la nación a la luz de sus características externas e inmediatas. Pero la "sociedad de la burguesía" es, en su forma socio-económica, la nación. El proceso de superación del capitalismo es, por ello, también el de superación de la nación, pero sólo en tanto que unidad humana cerrada territorial y espiritualmente. La nación desaparecerá como formación social con el desarrollo de la comunidad mundial, pero aun así no se desvanecerá, sino que devendrá en componente integrante de esa comunidad del género humano. La crítica del concepto de nación, separada de la consideración práctica del proceso de su superación história, es palabreria. La nación es una forma social, lo que importa realmente es el desarrollo de su contenido en un sentido comunista.

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"Para nosotros, la nación es un episodio en el proceso de la evolución humana que progresa hacia el infinito. La nación constituye para Bauer el elemento fundamental permanente de la humanidad. Su teoría es una reflexión sobre el conjunto de la historia de la humanidad bajo el ángulo nacional. (...) La nación sigue siendo el elemento primario al que las clases y sus transformaciones confieren simplemente un contenido cambiante. Por esta razón Bauer expresa las ideas y los objetivos del socialismo en la lengua del nacionalismo y habla de nación allí donde otros han empleado los términos de pueblo y humanidad".

"Nuestras concepciones sobre la significación futura de lo nacional para la clase obrera son las que deben determinar nuestras concepciones tácticas en las cuestiones nacionales. Las concepciones de Bauer sobre el futuro de la nación constituyen el fundamento teórico de la táctica del oportunismo nacional. ...Considera la nacionalidad como el único resultado poderoso y permanente de toda la evolución histórica. ...Entonces es inútil querer luchar contra la potencia de la idea nacional en el proletariado. Entonces será necesario considerar el socialismo mucho más a la luz del nacionalismo y expresar su objetivo en el lenguaje del nacionalismo. Entonces será necesario que pongamos delante las reivindicaciones nacionales y nos esforcemos en convencer a los obreros patriotas de que el socialismo es el mejor y el único verdadero nacionalismo."

Situados en esta tesitura, para nosotros es evidente que la única posición internacionalista coherente es la que toma Pannekoek frente a la táctica del oportunismo nacional. Pero Pannekoek, como vimos, entiende la táctica revolucionaria como una oposición al principio nacional y no como una superación histórico-dialéctica del mismo. No tanto porque niegue esta última en la práctica, sino porque se niega a considerarla teóricamente, incluso al nivel de la posibilidad. La problemática nacional en el sentido específicamente proletario -como explotación de la clase obrera nacional por una burguesía extranjera- (sitúación que Pannekoek asimilaba, como vimos, al caso de un país donde el capitalismo estaba simplemente infradesarrollado, sin tener en cuenta, por otra parte, que este infradesarrollo está en correlación con el desarrollo del capitalismo foraneo y es una relación que tiende a adquirir un carácter estructural, provocando que el desarrollo económico de un país se acometa mediante el subdesarrollo y sometimiento de otro -o sea, para lo que nos importa, del proletariado de este otro-).

La crítica de Pannekoek a Bauer es útil principalmente para comprender cómo no caer en un enfoque "nacional" de la lucha de clases y los problemas de la clase obrera en general, aun cuando sean en efecto más característicos de unas naciones que de otras. El enfoque de clase es irrenunciable. Pero puede y debe concretarse en las distintas formas nacionales y, si es necesario, plantear la posición proletaria como forma de los intereses generales de la nación.

La posición proletaria no parte de la nación, sino de la clase, y sólo es nacional en la forma. Frente a la autodeterminación nacional de los "pueblos" en el capitalismo, defendemos la autoconstitución del proletariado en nación; frente al enaltecimiento de la nacionalidad, defendemos que la nacionalidad para el proletariado sólo puede realizarse destruyendo la nación burguesa, que es parte de su existencia alienada como clase. Frente a la lucha por el desarrollo de la nación existente, que es un producto del capitalismo, el proletariado debe luchar por su superación revolucionaria en la comunidad humana mundial, por el comunismo, los cuales no son otra cosa que su propio movimiento revolucionario, en el cual la clase obrera se constituye en comunidad de vida (nacional e internacional) y en comunidad de clase (desarrolla la capacidad de actuar toda ella como "partido político" frente al capital).

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"La táctica debe ser completamente diferente si se llega a la convicción de que lo nacional no es más que ideología burguesa que no tiene sus raíces materiales en el proletariado y que por esta razón desaparecerá a medida que se desarrolle la lucha de clase. En este caso, lo nacional no sólo es una manifestación pasajera en el proletariado, sino que entonces constituye, como toda ideología burguesa, un obstáculo para la lucha de clases cuyo poder perjudicial debe ser eliminado en la medida de lo posible."

"Las consignas y los objetivos nacionales desvían a los trabajadores de sus objetivos proletarios específicos. Dividen a los obreros de las diferentes naciones, provocan su hostilidad recíproca y destruyen así la unidad necesaria del proletariado. Alinean codo con codo los trabajadores y la burguesía en un mismo frente, obscureciendo así su conciencia de clase y hacen del proletariado el ejecutor de la política burguesa. Las luchas nacionales impiden que se hagan valer las cuestiones sociales y los intereses proletarios en la política y condenan a la esterilidad este importante método de lucha del proletariado."

"El modo como una clase obrera se hace cargo de sus intereses está determinado por su concepción de la evolución futura de las condiciones. Su táctica no debe dejarse influenciar por todos los deseos y objetivos que pueden surgir en el proletariado oprimido ni por todas las ideas que dominan su espíritu; si están en contradicción con la evolución efectiva no son realizables pues toda la energía y todo el trabajo que se les consagran lo son en vano y pueden incluso causar daño. Eso ocurrió con todos los intentos y esfuerzos para frenar la marcha triunfal de la gran industria y restablecer el antiguo orden de las corporaciones. El proletariado en lucha ha rechazado todo esto; guiado por su comprensión del carácter inevitable del desarrollo capitalista, ha establecido su objetivo socialista."

Aquí vemos aún más claro a donde quiere llegar Pannekoek; pero también que su concepción del "nacionalismo" es un simple reflejo del nacionalismo burgués que prolifera en los países más desarrollados. Ciertamente la división en lineas nacionales de la clase obrera, las distintas formas y grados de interclasismo, el reformismo frente al capitalismo, la sustitución de la lucha de clases por la lucha "nacional", son características generales del nacionalismo burgués en sentido amplio, esto es, en tanto se caracteriza o define al nacionalismo por oposición al internacionalismo. Pannekoek no acierta a fundamentar el internacionalismo en la cualidad del proletariado de ser, a la vez, la negación de la propiedad privada y una clase internacionalmente unida por el capitalismo. Tiende a definirlo por oposición al nacionalismo, y esto es abstraer el internacionalismo proletario de su verdadero fundamento.

La clase obrera es internacionalista en el sentido de que es mundial; el internacionalismo proletario es, en realidad, una tendencia natural y no una posición política: ni siquiera una reivindicación ligada al objetivo comunista, pues el comunismo no es tampoco otra cosa que su devenir como clase en movimiento revolucionario efectivo. El nacionalismo en la clase obrera puede ser una tendencia espontanea que surge de la sitúación de individuos aislados en la sociedad burguesa -expresión de su conciencia alienada-, y que se mezcla con la conciencia de clase, o bien puede ser que sobre esa primera base se haga fuerte la influencia intelectual del nacionalismo burgués, moderado o radical. La clase obrera sólo es nacionalista en el sentido de que sus propios intereses, formulados en su forma nacional singular -reconocimiento de la sitúación particular, análisis de las formas de lucha, definición de las prioridades, etc.-, son al mismo tiempo la defensa de los intereses de la mayoria de la población de la nación y de la comunidad social nacional en lo que tiene de elementos progresivos.

Cuando Pannekoek habla de "consignas nacionales" está claro que las entiende en el sentido de objetivos interclasistas, en el sentido burgués, y no como formas nacionales de las consignas revolucionarias. Por eso se permite considerar lo nacional como un fantasma burgués que se desvanecerá una vez el proletariado entienda que esas consignas y reivindicaciones no sirven a su progreso social. Aquí la oposición genérica entre nacionalismo e internacionalismo que sustenta la "socialdemocracia revolucionaria" es una falsa oposición, un reflejo ideológico mistificado de la oposición existente entre una clase obrera reformista, que se alinea con el nacionalismo burgués, y una minoria revolucionaria o avanzada que reclama el internacionalismo como prioridad para el desarrollo revolucionario de la lucha de clases y, a través de ella, de la clase como sujeto comunista consciente. Su resolución sólo puede ser obra de la praxis revolucionaria de masas.

El proletariado revolucionario no lucha por la conservación de la nación sino por su destrucción revolucionaria y sustitución por la comunidad nacional proletaria. No separa esta lucha de la lucha por la comunidad internacional, viendolas como aspectos interdependientes. Y no pierde de vista que lo nacional -y lo internacional, en tanto no signifique en la práctica que es enteramente mundial- sólo existen al nivel de la forma. Pero no confunde la forma con la mera apariencia*, ni pretende un internacionalismo lastrado por la división internacional de la acumulación capitalista en países desarrollados y subdesarrollados, imperialistas y coloniales.

Cuando Pannekoek habla de la "idea de lo nacional" se refiere a la idea burguesa de la nacionalidad. Su concepto mismo de la "nación" es propio de un pais capitalista avanzado e imperialista clásico, en el que nación y Estado son identicos y en el que la "opresión nacional" es una mistificación -al menos en parte- para encubrir las disputas interburguesas. Pero si consideramos su propio análisis de las diferencias nacionales a respecto de la cultura entre el proletariado y la burguesía, ello hace que sus afirmaciones resulten contradictorias. Al contrario, para nosotros es perfectamente coherente diferenciar entre la "idea de lo nacional" de la burguesía y la del proletariado, ya que, de cualquier modo, la superación de la "nación" como forma de comunidad, en cualquiera de los sentidos que se la considere, no será un simple resultado del desarrollo del movimiento obrero, sino que requiere de la supresión efectiva del capitalismo. Portanto, lo nacional sigue siendo hoy -y seguirá siendo mañana- una realidad, aunque ciertamente escindido entre las clases en pugna; esto es, la nación se divide en dos naciones opuestas. Sin embargo, el proletariado no busca aqui constituirse en nacion en el mismo sentido que la burguesía.

Otra cosa es oponerse al nacionalismo en el sentido actual, en el sentido burgues, para desarrollar el internacionalismo autentico: No es la nación la que evoluciona al comunismo, sino el comunismo el que transforma la nación, a lo largo de un proceso histórico revolucionario, en un componente de una forma de comunidad superior, proceso en el cual nación proletaria es un factor activo y determinante en la configuración y características de esa nueva comunidad mundial.

* "Forma", en el vocabulario marxiano, es sinónimo de estructura; "apariencia" es sólo el aspecto exterior o inmediato de la forma: la estructuración del proletariado, de su organización, de sus reivindicaciones, es lo que es nacional -pero no en el sentido burgués, excluyente-; exteriormente, esto puede parecer una diferencia esencial, pero la práctica de la lucha de clases demuestra que esto no es así. Quienes lo afirman o bien están confundiendo la forma con la esencia, siendo incapaces de elevarse a esta última y considerando por consiguiente las diferenciaciones en la forma como fundamentales, o bien, en un caso más concreto, confunden el problema de la mezcla de elementos proletarios y burgueses dentro del propio movimiento de clase y de su lucha con un antagonismo entre lo "nacional" y lo "internacional", lo que sólo pensarlo es expresión de una mentalidad abstraida de la práctica concreta.

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"Por esta razón, objetivos de Estado-nación, tal como, por ejemplo, el restablecimiento de un Estado nacional independiente en Polonia, no caben en la propaganda socialista. La razón de ello no es que carecería totalmente de interés un Estado nacional perteneciente al proletariado." Es que "el restablecimiento de una Polonia independiente es utópico en la era capitalista" y provocaria "que el odio contra la explotación y la opresión tome fácilmente la forma de un odio nacional". Por otra parte, por "deseable o necesario" que sea "la autonomia nacional de los polacos en el marco del Imperio ruso", "mientras reine el capitalismo la evolución real no será determinada por lo que el proletariado cree necesitar, sino por lo que quiere la clase dominante. Si, por el contrario, el proletariado es lo suficientemente poderoso para imponer su voluntad, el valor de tal autonomía es entonces infinitamente pequeño en comparación con el valor real de sus reivindicaciones de clase, que llevan al socialismo.
La lucha del proletariado polaco contra la potencia política cuya opresión sufre realmente –el gobierno ruso, prusiano o austriaco, según el caso– está condenada a la esterilidad en tanto que lucha nacional; sólo como lucha de clase alcanzará su objetivo."

Pannekoek repite aquí la tesis de Rosa Luxemburg para oponerse a la creación de un Estado polaco independiente: que por razones económicas esta independencia ya no es posible. La historia ha demostrado que este tipo de teorias parten de una falsa premisa: que la independencia política crea una independencia económica. En realidad, la independencia política puede servir para dos cosas: para desarrollar la acumulación nacional de capital hasta el nivel del imperialismo -exportación de capitales, conquista de mercados exteriores, etc.- o para ocultar el subdesarrollo intentando paliar sus efectos. No vamos aquí a tratar el caso de Polonia en aquella época, lo que nos incumbe aquí es la teoría general.

La inviabilidad del desarrollo económico independiente de la mayoria de las naciones llega al extremo en el capitalismo decadente cuando, incluso en las naciones que habían alcanzado una independencia política dentro del subdesarrollo, el capitalismo mundial ha provocado a pesar de todo una intensificación del subdesarrollo mediante las privatizaciones, el desplazamiento hacia estos países de las peores consecuencias de la crisis capitalista mundial, la deslocalización para conseguir mano de obra más barata, etc.. En la época actual la independencia política como medio para la independencia económica es un objetivo completamente falso. De ahí el carácter reaccionario de toda forma de nacionalismo burgués en las naciones oprimidas y que la única línea de acción que quepa al proletariado sea la de "clase contra clase" dentro y fuera de la nación. Sólo el desarrollo del movimiento autónomo del proletariado hasta la organización como poder revolucionario internacional puede realizar, a la vez, la independencia económica nacional y la libre unión de las naciones proletarias en una comunidad mundial. Pero esto significa que no se trata de una independencia nacional ni de una unión de naciones en el sentido que se le da actualmente, en el sentido burgués.

Pero Pannekoek no propone consignas propias, diferentes de la apología del internacionalismo y la comunidad mundial. No concreta posiciones más allá de oponerse a la "lucha nacional" -frentismo, separatismo, etc.-.

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"Bajo el socialismo el objetivo de la independencia de Polonia ya no tiene sentido pues nada se opondrá entonces a que todos los individuos de lengua polaca tengan libertad para fusionarse en una unidad administrativa."

Pannekoek tiene en cuenta el miedo a la confusión del odio de clase con el odio nacional, pero no tiene en cuenta igualmente que el miedo a la separación encuentra, en otras fracciones del proletariado, su correlato el miedo a la unión forzada. Esto no se resuelve con declaraciones sobre la tendencia histórica, etc. No obstante, aquí Pannekoek acaba por apuntar a la verdadera solución: la libre asociación, la libre federación, etc., de l@s proletari@s según su comunidad de carácter y cultura, creando sus propias estructuras colectivas y determinando sus relaciones con los otras comunidades similares a partir de esas estructuras administrativas. Esto mismo es lo que significa la "independencia constituyente" de las naciones proletarias que nosotros reivindicamos y que consideramos un principio del internacionalismo práctico: la capacidad permanente del proletariado constituido en nación para determinar las relaciones con las otras naciones proletarias. Todos los miedos que existen ante las tendencias separatistas o las tendencias opresivas sólo pueden superarse fortaleciendo en la práctica la conciencia de la clase, su comunidad consciente de intereses.

Pannekoek no quiere oponer una consigna proletaria a la consigna burguesa de la "independencia nacional" -constitución de un Estado propio- porque confia en que el "problema nacional" desaparecerá con el desarrollo de la lucha de clases. El que, en los países subdesarrollados, la clase obrera desarrolle tendencias conscientemente nacionalistas y se reafirme en ellas, seria para Pannekoek algo inexplicable, tendría que considerarlas forzosamente como una mistificación en lugar de ver en ellas un progreso necesario en la conciencia de clase nacional, criticando al mismo tiempo sus limitaciones y desviaciones. El que el proletariado tenga que "elevarse a clase nacional", o en otra versión del Manifiesto, a "clase dirigente de la nación", es algo que él sólo puede concebir de modo puramente político y no como un hecho social total que transforma la comunidad de carácter y de cultura. De la afirmación de que "los obreros no tienen patria", no se desprende su renuncia a la "patria": la revolución proletaria conquista para si la patria, esto es, sus medios de vida y sus producciones históricas, pero no la conquista meramente para si como "clase nacional", sino que la conquista para el mundo, para el género humano.

La subestimación histórica del problema por parte de Pannekoek se hace hoy más evidente si cabe, porque, con el declive del viejo movimiento obrero, el proletariado tiene que afrontar de nuevo, en su ascenso, no sólo a las viejas organizaciones e ideologías reformistas -para enfrentarse conscientemente a ellas y volverse capaz de superarlas prácticamente-; tiene también que recorrer la "fase nacional" de su desarrollo y enfrentarse con todas las fuerzas e ideologías que existen en este plano. Era fácil conformarse con declaraciones sobre el internacionalismo en una época en la que existia la ilusión de una comunidad internacional de clase viva, o de su tendencia fuerte al menos, expresada en la existencia de la II y III Internacionales. Pero pronto se vió, con las guerras mundiales y la estabilización capitalista posterior, que ese internacionalismo era meramente superficial, que era más bien una coalición de partidos y organizaciones nacionales y no una verdadera comunidad de destino.

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