Roi Ferreiro
Por qué necesitamos ser anti-partido

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El partido como tecnólogo político

Cuando IR defienden el papel del bolchevismo en la revolución rusa del 17 plantean que lo decisivo para la victoria de la revolución fue la "habilidad de un partido revolucionario en Rusia, el Partido Bolchevique, que supo guiar a la clase obrera hasta la toma del poder". Más en concreto, la "habilidad a la hora de examinar la situación, debatir intensamente sobre ella y llegar a una conclusión unificada que fuera posible llevar a la práctica".

Todo eso es históricamente falso. El partido bolchevique no llevó a la clase obrera a la toma del poder, lo tomó por su cuenta, apoyándose para ello en el respaldo de la clase obrera a sus posiciones políticas 'de puertas afuera'. En realidad, se sirvió del poder para sus propios fines. Además, en absoluto el partido bolchevique se caracterizó por su "habilitad" teórica. Será, en todo caso, por la habilidad teórica y política de Lenin para cambiar su táctica de la noche a la mañana y así guiar al partido hasta el poder, lo cual dice muy poco a favor de la concepción leninista del partido y sí mucho en contra.

Un poco más adelante tenemos una "joya" teórica. Dice: "Una pieza clave de la teoría marxista sobre el partido revolucionario es el concepto de liderazgo". Lo que significa que "cada miembro debe verse a sí mismo como un líder, sea en el trabajo, sea en el instituto o sea en su barrio". Y la "habilidad" para exponer las posiciones del partido en cada situación concreta es lo que "da a los revolucionarios el derecho a liderar dentro del partido y dentro de la clase obrera". Pero lo mejor de todo es lo siguiente: "La gente que tiene el conocimiento, la experiencia y la habilidad de liderar huelgas, protestas y campañas son la sección más consciente de la clase obrera y del partido."

Según todo esto, lo fundamental del partido es la cualificación técnica política a la hora de mandar y ejecutar, y por supuesto la convicción de sus miembros de que esto es bueno y necesario. Es más, cada miembro debe considerarse como destinado a comandar a sus compañeros "más atrasados". El que esto se plantee de tal modo que dé la impresión de que su autoridad sobre l@s otr@s derivará del convencimiento voluntario acerca de su superioridad teorica y práctica, no cambia en nada la cuestión, ni aclara cuales serán los métodos prácticos de dirección -da igual, de todos modos ya nos los imaginamos...-. Si lo que importa es la habilidad para el liderazgo, entonces quienes deben liderar el movimiento de clase son los dirigentes sindicales y de partido entrenados en la lucha de clases práctica, que todavia están "en la base". ¡Es la solución a todos los problemas, sustituir a los viejos dirigentes reformistas, ahora convertidos en burócratas apoltronados, por otros bien entrenados y con ideología revolucionaria!

Esta concepción de la política como una técnica, como un medio desconectado de su fin, es algo inherente a los partidos. Son incapaces de diferenciar entre su política de jefes y la política de clase, entre la praxis de partido y la praxis revolucionaria comunista. Toda esta teoría del liderazgo es completamente ajena no sólo al marxismo, también a la inteligencia del proletariado un poco consciente. Supone, en la práctica, que los miembros del partido se ven a sí mismos como independientes respecto al grueso de la clase (igual que lo hace el partido) y definen su acción en función de su propia visión teórica particular de lo que debe hacerse.

Pero, se dirá: eso es lo más normal del mundo, todo el mundo actúa según su propia conciencia, etc., etc.. No obstante, lo que nosotros afirmamos es simple y claro: sólo la clase en conjunto puede elaborar una conciencia colectiva; sólo la conciencia colectiva puede tener en cuenta la infinidad de aspectos a considerar; sólo a través de la deliberación y reflexión colectivas dentro de la lucha puede liberarse y comenzar a desarrollarse la capacidad del proletariado para pensar autónomamente, además de estimularse su máxima involucración activa en las acciones que se decidan. Lo otro es meramente hacer que los demás repitan lo que uno mismo dice y provoca, o bien la inhibición de la iniciativa de la clase, o bien su seguidismo servil. En cualquier caso, no es una praxis revolucionaria.

Otra necesidad, según IR, es que, "a través del debate ideológico y del trabajo práctico", el partido tiene que "probar constantemente" que sus políticas "son fundamentales para conseguir la victoria". Pero el debate ideológico sólo tiene valor cuando existe conocimiento práctico y una voluntad de reflexión activa, crítica, lo cual es bastante dificil de encontrar. Y cuando existe, dificilmente pueden l@s obrer@s 'normales y corrientes' hacer frente a la jerga intelectual de los dirigentes de partido.

Además, si por un lado el partido no promueve una verdadera autoactividad intelectual, tampoco por otro estimula el desarrollo de la conciencia práctica. Más bien, la ideología reemplaza a la conciencia práctica, y así ocurre que los miembros de los partidos defienden ciertas prácticas no por experiencia propia, sino por simple convicción ideológica. En esto subyace el antagonismo básico entre la maduración de la clase obrera y las ideologías burguesas, y esto explica por qué una parte muy grande de la militancia de los "partidos revolucionarios" ha llegado hasta ellos con una experiencia práctica en las luchas extremadamente escasa o superficial. Así, llegamos al caso en que el supuesto "líder" tiene, en realidad, una visión práctica más atrasada que los sectores avanzados de la clase, y en consecuencia una conciencia teórica reaccionaria (o, al menos, refractaria). Sus propuestas de organización no son aceptadas por l@s proletari@s conscientes, no porque ell@s sean ideológicamente reformistas, sino porque su experiencia les ha demostrado la inviabilidad y falsedad de tales planteamientos (aunque no sean todavia capaces de sacar conclusiones positivas o de explicar racionalmente su experiencia). Pero, por supuesto, el/la militante de partido considera la "incomprensión" de la "masa" como un síntoma de atraso; es impensable para él/ella que la clase obrera pueda estar "más a la izquierda" que él/ella y su partido. Entonces, en lugar de abandonar sus dogmas y profundizar en esa conciencia práctica avanzada, lo que el/la militante de partido tiende a pensar es en formar su propio "frente único" de acólitos para así ganar presencia en la clase y poder mantener la afiliación del partido.

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