Ricardo Fuego
Por qué no necesitamos un partido revolucionario
Índice
III - Del proletariado abstracto al partido
Luego de fundar su teoría del partido sobre abstracciones erróneas,
Garganté pasa a hablar de la diferencia entre el potencial revolucionario
de la clase obrera y su actual práctica reformista.
Atribuye esa diferencia a la ignorancia o falta de consciencia de los
obreros de su rol en la producción, de la estructura social,
y de su potencial como clase revolucionaria. Parece que para Garganté
el problema de la actividad reformista de la clase obrera se soluciona
por medios ideológicos, con propaganda.
En ningún momento Garganté habla de la alienación,
producto del trabajo enajenado de todos los días. Ni tampoco
menciona que esa alienación se supera mediante una práctica
en la que la clase obrera rompa con las formas tradicionales de actuar
y pensar (siendo la subordinación a la jerarquía y la
delegación de sus propios asuntos en “especialistas”
algunos ejemplos).
Es por eso que Garganté deja sin responder todas estas preguntas:
"¿Cómo pueden los revolucionarios superar esta situación?
¿Cómo pueden pasar los trabajadores de la pasividad que
supone la esperanza en un cambio mediante el voto cada cuatro años,
a ser partícipes activos de su propia emancipación?
¿Cómo se conciencian los trabajadores de las posibilidades
de cambiar las cosas, hasta llegar a ser conscientes de sus intereses
como clase social?"
Para luego decir:
"La historia muestra, una vez tras otra, que los trabajadores
se han levantado espontáneamente y, en el proceso de llevar a
cabo una revolución, se han convertido en una clase consciente
de su peso y de su poder dentro del capitalismo."
Por primera vez en el texto, Garganté recurre a la clase obrera
existente en la historia, pero en vez de apuntar a la investigación
de este fenómeno (el levantamiento espontáneo de los trabajadores
y su autoconstitución en sujeto, en "clase para sí")
intenta conciliarlo con su ideología. De manera que, sin nada
que conecte los dos puntos, Garganté pasa hablar de las insurrecciones
espontáneas (que no explica) a la necesidad de "una teoría
coherente y una organización apropiada para poder pasar de un
simple levantamiento".
O sea, en vez de investigar el proceso que lleva a los trabajadores
a levantarse espontáneamente, ver cuáles son sus deficiencias
y encontrar el modo de acelerar el proceso y hacer la lucha lo más
consciente posible; en vez de estudiar qué fue lo que faltó
en los movimientos revolucionarios anteriores para ser victoriosos y
centrar ese análisis en la praxis de la clase, Garganté
pasa a hablarnos mágicamente de la necesidad de una teoría
y una organización "para poder pasar de un simple levantamiento".
Con esta división del trabajo arbitraria, Garganté justifica
al partido.
Y, sin más, pasa a hablar de qué tipo de partido: el
partido leninista de vanguardia. Pero para nosotros la cuestión
no es qué tipo de partido necesita la clase, sino mostrar por
qué la clase no necesita ningún tipo de partido y analizar
por qué se sigue pensando lo contrario.
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