Roi Ferreiro
Qué hacer o la pregunta equivocada

Índice

Cuando nos preguntamos "¿qué hacer?", como en el conocido libro de Lenin, estamos planteándonos una pregunta equivocada si lo que queremos es contribuir realmente al desarrollo de un movimiento revolucionario en las condiciones actuales.

1. Las bases del «qué hacer»

Mal que les pese a todos los reformistas y sus discípulos pseudorrevolucionarios, que han puesto a un marxismo y un anarquismo ultratergiversados (y a sus derivaciones) las etiquetas de "de izquierda", "revolucionario", "radical", etc., su propio punto de partida -histórico, no "lógico"-, está destruido.

Ellos partían del gran movimiento obrero que, después de descartar la revolución, se desarrolló hasta convertirse en una fuerza activa de la organización de la sociedad capitalista. Este movimiento está acabado, no porque no sea ya eficaz en ese papel -que es su papel esencial e histórico-, sino porque está en un antagonismo cada vez más fuerte con los intereses de la clase obrera. Y en este antagonismo con la clase reside la base de su ineficacia potencial como controlador de la fuerza de trabajo y como mediador entre ésta y el capital.

Este antagonismo entre el viejo movimiento y la clase no se hace, sin embargo, visible, porque se estructura como un enfrentamiento entre la voluntad subjetiva aislada de l@s trabajadore/as y sus medios de acción, las organizaciones "obreras" tradicionales. De ahí la apariencia de que se trate de un conflicto entre la base de estas organizaciones y sus cúpulas dirigentes, y de que pueda solucionarse cambiando a un@s dirigentes por otr@s.

En este punto debe entenderse la importancia de ver la organización como aspecto inherente a la praxis. Al margen de la cuestión de su carácter social como formas de organización, las organizaciones empíricas son obreras sólo cuando actúan efectivamente como instrumentos de lucha de la clase obrera; de lo contrario, se transforman en organizaciones capitalistas para el control de l@s obrer@s. Si no se tiene esto en cuenta, se considerará el desarrollo de la clase obrera en la lucha como un desarrollo que tiene su organización fuera de sí, en las organizaciones obreras existentes, y no se podrá ir más allá de decir que el problema consiste en que éstas se han vuelto burocráticas, que están dirigidas por traidores, o incluso que su base es aristocrática, etc., etc.. Se confunde así un síntoma periférico con el núcleo del problema.

(En realidad, debido a su forma amoldada a las relaciones sociales capitalistas, las organizaciones tradicionales siempre impiden o bloquean el desarrollo de la autoorganización de la clase obrera a partir de las luchas: la mantienen reducida al nivel de la inmediatez más pura -la organización a propósito de cada lucha concreta-, no dejan que la clase desarrolle nuevos niveles y formas de organización más avanzados que entrarían directamente en conflicto con ella. De hecho, el mismo desarrollo de las asambleas y comités unitarios viene dado más por la fuerza de las circunstancias que por los deseos de los sindicatos, que preferirían retener toda la acción en sus manos, decidiendo todo en sus secciones o comités, o negociando en exclusiva las condiciones de trabajo frente a una asamblea más o menos pasiva. La dinámica de estas organizaciones está intrínsecamente limitada por el carácter de las relaciones sociales que da forma a su actividad interna y externa; por ello, su discurso y su actividad se dirigen a su autoperpetuación como formas eternas y se oponen a un desarrollo cualitativamente divergente.)

La cuestión no es, pues, qué hacer -lo cual, respondido, es la elaboración de un programa y de una táctica, la formalización de un tipo de organización determinado, y limitarse a su puesta en práctica, a su ejecución-. Aparte de otras críticas que haya que hacerle a este esquema de pensamiento, esto no puede funcionar prácticamente, porque este planteamiento no llega a tocar el núcleo del problema: la contradicción entre la autoactividad de las masas y su organización alienada.

La cuestión, planteada de ese modo (qué hacer), ha sido y es, en sí, equivocada.

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