Roi Ferreiro
Qué hacer o la pregunta equivocada
Índice
3. Conocimiento y praxis: acción creativa y acción ejecutiva
Quienes sólo piensan en qué hacer se preocupan
fundamentalmente de llevar a cabo de modo "eficaz" su programa
y su organización prefabricados. Si el problema comienza, por
el contrario, no por la acción ejecutiva, sino por la
acción creativa, formadora, entonces la perspectiva
es radicalmente inversa.
La teoría tiene que funcionar como una mediación entre
la acción creativa, que da lugar al conocimiento, y
la acción ejecutiva, que convierte ese conocimiento
en un componente de la acción subsiguiente (2).
Una acción ejecutiva es la que está determinada
por una teorización previa. La acción creativa,
en cambio, es la que produce nueva experiencia que sirve, a su vez,
para generar nuevas teorizaciones o modificar las anteriores. En este
sentido, hablar de acción creativa es hablar de una
acción no determinada por teorizaciones anteriores (planes,
programas, directrices, etc.) a la propia acción. No obstante,
es necesario precisar que la realidad no se deja clasificar a través
de estas dicotomías y contraposiciones unilaterales, que sólo
tienen interés para nuestras operaciones mentales.
En la realidad práctica, la acción humana incluye siempre
un aspecto ejecutivo y otro creativo, aunque en la
actividad alienada estos aspectos se encuentren más o menos desconectados
a nivel consciente, recíprocamente y en su relación con
el entorno en que se enmarca la acción. Estas interrelaciones
entre el aspecto ejecutivo y el creativo de la acción, y entre
ambos y el entorno humano total, se produce, por tanto, de un modo subconsciente.
De hecho, la acción creativa no es reconocida generalmente
como tal o, al menos, no lo es en lo que respecta a su fundamentación
transformadora: la conciencia dominante tiende a reducir la creatividad
a la creación de nuevas formas, frente a la creación de
nuevos contenidos prácticos y cognoscitivos (3). El proceso de
construcción de su conciencia es, para la mayoría de los
individuos, un proceso espontáneo y sólo consciente formalmente
(cuando se eleva a la fase de construcción conceptual de la experiencia,
pero aún así sin que ello implique evaluar conscientemente
sus contenidos.)
Por todo ello, el aspecto creativo de la actividad humana
-que es inherente a las interacciones que implica la acción dentro
del individuo mismo, entre él y el entorno, y entre los efectos
sobre el entorno y las demás fuerzas que operan en ese entorno-
es considerado subjetivamente como algo secundario y subordinado a la
acción ejecutiva, que, en su propia naturaleza,
eleva a la teoría a la función de determinante de la praxis
humana. La cuestión, pues, de transformar la propia praxis
humana se enfoca, entonces, desde el punto de vista de cambiar la teoría
para cambiar así la práctica, en lugar de hacerlo al revés
-o sea, de seguir el criterio del materialismo histórico-. Y,
al mismo tiempo, tampoco se considera cómo lo fundamental la
amplificación y el hacer consciente la creatividad, para
pasar a desarrollar y ejercitar conscientemente las capacidades de la
mente para operar en el proceso de la acción creativa
(en sus momentos prácticos y en sus momentos reflexivos), que
exige un desarrollo de la atención, de la capacidad de asimilación
consciente de información, y de la coordinación de las
energías e impulsos del individuo, superiores a las modalidades
alienadas de actividad.
No obstante, este desarrollo creativo de las capacidades y de la acción
consciente es tanto una necesidad para la clase en conjunto como para
l@s revolucionari@s. De lo contrario, no servirá para liberar
el potencial creativo de la clase y canalizarlo para su autodesarrollo
como sujeto revolucionario. Para intentar ver todo esto en la práctica,
no es necesario poner un ejemplo altamente sofisticado, como un proceso
de creación artística, sino que podemos remitirnos al
desarrollo de una lucha proletaria espontánea en una fábrica
(4).
Pero, volviendo a lo dicho, lo que hay que resaltar es que la idea
de la prevalencia efectiva de la teoría sobre la práctica,
en lugar de desarrollar el fundamento de la actividad creativa, lleva
a marginar el aspecto creativo de la actividad en favor de un desarrollo
intelectual puramente conceptual. Se trata, por tanto, de un desarrollo
intelectual alienado de las cualidades creativas de la praxis, y así
dogmático y doctrinario, al mismo tiempo que alienado de la interactividad
del pensamiento con la práctica (que en sí misma es espontáneamente
creativa), dando lugar de este modo a un pensamiento esencialmente abstracto.
No sólo porque el pensamiento se convierte en el "amo"
de la experiencia y la amolda a sus parámetros, en lugar de usarla
de modo creativo produciendo nuevas relaciones mentales y modificando
las anteriores para dar lugar a una visión de conjunto siempre
nueva y a una capacidad teórica siempre más amplia. Además,
y especialmente, porque el pensamiento se deshabitúa y no se
entrena en mantener una constante interrelación dialéctica
con la práctica en el curso mismo de la acción.
La acción-en-proceso es, sin embargo, el verdadero
terreno del pensamiento transformador. Ahí es donde toda la riqueza,
la complejidad, los distintos niveles de profundadidad posibles para
el análisis de la realidad, se están dando, están
presentes en su dinámica real, sensible, en nuestra vida real
y se están, por tanto, dando en su propia vida real también
a la conciencia humana. El pensar como actividad a posteriori
de la experiencia es una expresión o de la alienación
del pensamiento de la acción, o al menos de la impotencia de
la mente ante la complejidad infinita de lo real -impotencia que debemos
siempre esforzarnos en reducir continuamente.
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(2) Todo esto está en la base de las interpretaciones radicalmente
distintas de la teoría marxiana que sostienen por un lado el
comunismo de consejos y por el otro el bolchevismo.
(3) Es decir, se concibe la creatividad fundamentalmente
como una capacidad de adaptación y diversificación,
no como una capacidad generadora de contenidos radicalmente nuevos,
originales, que previamente podían parecer inimaginables
o inconcebibles, o incluso que nadie había pensado nunca. El
desarrollo del primer aspecto, adaptativo y variativo, de la creatividad,
da lugar a la generación de ideas, formas de actividad, objetos,
que sirven como medios más eficaces o flexibles para conseguir
fines concretos ya establecidos práctica o idealmente. Su resultado
general es la tecnología y la ciencia técnica. Pero la
creatividad innovadora es la que genera ideas, formas de actividad y
objetos, que hacen conscientes nuevas necesidades en el ser humano y
posibilitan nuevas experiencias. Su resultado general es la transformación
del modo de concebir, sentir y disfrutar de la vida. Pero en la sociedad
actual este aspecto de la creatividad está subordinado a la producción
mercantil y sólo se reconoce como una cualidad exclusiva de individuos
singulares.
(4) Una lucha implica un proceso de interacción en cada individuo
entre sus necesidades y su conciencia, entre los individuos entre sí
y entre los individuos y las condiciones y fuerzas externas. Es este
proceso de interacción el que puede transformar todas estas interrelaciones
en un sentido revolucionario.
Las rigideces que oponen las relaciones mentales, sociales y exteriores
previamente formadas o interiorizadas tienden, por su parte, a bloquear
y contener esta interacción, que significaría la activación
de todo el potencial subjetivo de transformación.
Este proceso determina y se desarrolla en los diferentes momentos y
planos del proceso de lucha. Comprende la evaluación de la situación
y de las posibilidades de acción; la definición de los
objetivos, poniendo en claro las verdaderas necesidades; la determinación
de los métodos de lucha y de organización; la definición
de la táctica y las tareas concretas. Todos estos aspectos han
de ser continuamente reevaluados por tod@s en función de las
circunstancias.
Ciertamente, el desarrollo de la interacción creativa no está
en correlación directa con la madurez y el conocimiento necesarios
para la lucha, pero es fundamental para optimizar el proceso, haciendo
que cada individuo dé lo mejor de sí mismo y que este
potencial sea utilizado colectivamente en conjunción coherente
con el continuo cambio de la situación.
Al mismo tiempo, la interacción creativa lleva a generar la conciencia
de que existen nuevas necesidades, antes no reconocidas, y a generar
una nueva comprensión de la realidad en su conjunto, lo cual
se combina para definir nuevas finalidades y nuevas formas de acción
en correspondencia con las mismas.
En resumen: es el proceso de interacción concreto lo que determina
tanto la eficacia de la lucha como su funcionalidad como forma de desarrollo
del potencial revolucionario de la clase obrera. El avance de la lucha,
del movimiento y de la conciencia de la clase en un sentido ascendente
y revolucionario no llegará como resultado de la fuerza del número,
de la dirección más o menos eficaz, de la organización,
del desarrollo teórico o como producto de una "iluminación"
súbita y misteriosa, sino como resultado de los procesos concretos
de interacción creativa que se desarrollan en el proletariado,
especialmente en el marco de la lucha.
Todas las condiciones concretas, de la empresa, el sector, el momento,
la composición de la plantilla, las cualidades de los individuos,
su conciencia previa, etc., afectan al proceso. Es mediante estas interacciones
complejas cómo se va formando la cultura de lucha en los distintos
sectores proletarios, y también cómo se transforma. Por
supuesto, siempre habrá rasgos comunes a todas las luchas, pero
intentar amoldar las luchas particulares a un patrón universal,
a una dirección predeterminada, en lugar de que las luchas se
conviertan en el marco de libre despliegue de las capacidades de los
individuos, puede servir para lograr mejoras a corto plazo, pero a la
larga se vuelve contrario incluso para eso (con el cambio de las condiciones
objetivas y subjetivas) y no beneficia en nada al desarrollo autónomo
de la clase obrera.
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