Roi Ferreiro
Qué hacer o la pregunta equivocada

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5. Los límites del pensamiento y el sustitucionismo

El pensamiento más elevado, más concreto, no puede comprender en sí mismo la totalidad en devenir que constituye la realidad práctica en cada momento y lugar. La predefinición del resultado de la práctica a través de la teoría responde a una pretensión voluntarista y es esencialmente utópica. Únicamente cuando nos situamos ante unas masas de la sociedad pasivas, puede esta concepción aparentar alguna validez práctica. En el momento en que las masas entran en acción, estas pretensiones se vuelven contra el desarrollo de la autoactividad de las masas tanto como contra el desarrollo de la autoactividad de los individuos y grupos que pretenden, con mejor o peor intención, dirigir el movimiento total en un sentido determinado.

Aun así, en la medida en que la masa no desarrolla todavía una orientación propia clara, estos individuos y grupos pueden ejercer momentáneamente el papel de representantes de la masa si han conseguido comprender las pautas generales del movimiento. Mas, como esta comprensión es necesariamente limitada, tiene que acabar por chocar continuamente con los cambios en la dinámica de masas, y, a diferencia de cuando la teoría misma es considerada como un instrumento determinado y reflexivo, la praxis alienada y su justificación ideologica conducen a sus partidari@s a oponerse abiertamente a la tendencia de las masas para intentar doblegarla y amoldarla a sus propios parámetros abstractos.

En las circunstancias actuales, esta contradicción entre los elementos sustitucionistas y la autoactividad de masas permanece atenuada también porque, dado el enorme poder espiritual del capitalismo, la tendencia espontanea de las masas alienadas es adherirse al sistema y permanecer encuadradas en el reformismo y la democracia burguesa. Mientras esto no cambie, siendo relativizada por la interferencia cada vez más fuerte sobre el estado de las masas de la tendencia del capitalismo decadente a la desgradación absoluta del trabajo y la descomposición de la estructura social, los elementos sustitucionistas intentarán en muchos casos "rebajar" sus planteamientos políticos ante la masa, por miedo a ser rechazados por ella, ocultando así la verdadera tendencia de su política y, en el fondo, su verdadera aspiración.

En contraposición completa a cualquier tipo de praxis sustitucionista, l@s comunistas de consejos no intentamos predeterminar la acción de la clase, ni que nuestras aportaciones teóricas al proceso de formación de la conciencia de clase mediante la reflexión y el debate constituyan una guía para la acción en el sentido de predeterminar los medios, el curso y el resultado de la acción, independientemente del curso de la misma y del desarrollo de la autoactividad consciente de la clase. Es decir, para nosotr@s es el sujeto realmente actuante, la clase proletaria como un todo, la que tiene que autodeterminarse en el curso de la acción, y toda la teoría revolucionaria funciona aquí como un resorte, un estímulo y un catalizador de esa autodeterminación en la acción, no como un sustituto de la misma.

La teoría es planteada a la clase en la forma de propuestas, sujetas a su consideración teórica y comprobación práctica. La teoría revolucionaria del comunismo de consejos no pretende funcionar ella misma como punto de partida y eje de la acción de la autoactividad de la clase obrera, sino todo lo más como una parte determinada de los mismos.

Ni siquiera la conciencia general que existe en la clase, como producto de la acumulación de la experiencia práctica anterior, y que podríamos considerar como una "teoría general", funciona realmente como punto de partida y eje de la acción del conjunto de la clase, ya que esta "teoría general" es una expresión del pasado, mientras que el punto de partida y el eje de la acción se sitúan en el presente y están en continuo cambio hacia el futuro. De modo que, en realidad, el punto de partida de la lucha es la práctica anterior, que ha adoptado la forma de esa conciencia general, y el eje de la lucha (sus medios y sus orientaciones fundamentales) resulta de la continua transformación de la conciencia general de la clase en el curso mismo de la acción, teniendo de este modo la conciencia sólo un papel determinante a nivel de la táctica: la evaluación de los cambios en la situación según se van produciendo y la toma de decisiones de acuerdo con los mismos.

O sea, la teoría puede determinar las victorias o las derrotas, pero no es en sí misma el motor del progreso de la clase (que tampoco se mide por esas victorias o derrotas momentáneas). Ni siquiera es ese motor a nivel de la conciencia. Puede, todo lo más, acelerar este progreso al anticiparse a los obstáculos que se presentan en su camino y al aumentar la capacidad de respuesta subjetiva ante ellos, evitando los errores o, al menos, su repetición.

Pero no es mi intención identificar aquí el aspecto creativo de la acción (que involucra simultáneamente la transformación de la situación objetiva, de la toma de decisiones, de la conciencia y de la psicología en general) con la espontaneidad. La espontaneidad es una realidad aun cuando la clase obrera permanece actuando como una masa separada de individuos alienados. Simplemente, se trata entonces de una espontaneidad alienada, que reproduce los parámetros de la sociedad existente, que previamente la ha "educado" y "socializado" de acuerdo con ellos. La espontaneidad, entonces, en la medida en que está sujeta aún a la alienación capitalista, no es una espontaneidad creativa. Ocurre lo mismo que con la democracia directa: si la democracia directa es condición necesaria de la autodeterminación obrera, pero no suficiente, ocurre también que la espontaneidad es un aspecto necesario de la autoactividad creativa, pero no basta. Siendo más precisos, sólo cuando la autoactividad, y por tanto, también la espontaneidad, se eleva hasta hacerse incompatible con las relaciones sociales existentes, puede decirse que la espontaneidad funciona como una llave que abre las puertas de las capacidades creativas reprimidas o subconscientes de l@s trabajadore/as. De este modo la clase obrera, a través de su autoactividad, libera, con su propia energia práctica, el potencial creativo que late en su interior y que el capitalismo mantiene reprimido, destruyendo su estado de alienación en el plano subjetivo (la conciencia, lo espiritual) y en el plano objetivo (la organización de clase, la lucha de clase).

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Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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