EL
NUEVO ZARAGOZA DE SIEMPRE
Mes y medio después del descenso a Segunda División,
la inexistencia de aquel Zaragoza regenerado y modernizado
que prometió Alfonso Soláns es ya evidente.
El club no quiere cambiar ni siquiera en Segunda División,
persiste en sus principios de siempre y compromete el futuro.
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Casi
un mes y medio después del descenso, se puede concluir
sin demasiado margen de error que el Real Zaragoza de Alfonso
Soláns no ha conseguido recuperar ni un ápice
de la credibilidad que le arrebató la caída
a Segunda División. Por lo visto, el presidente se
ocupó de salvaguardar la calma ante aquel último
y temido partido con el Barcelona en La Romareda -cuando
ya se había consumado el descenso- por medio de promesas
vagas en una aparición pública, y de tibias
disculpas en una carta enviada a los accionistas y abonados
del Real Zaragoza. Tal asunción de responsabilidades
ya se interpretó los primeros días como una
cortina de humo; hoy, pasadas casi seis semanas, las palabras
se las ha llevado el viento. Verdaderamente no es extraño..
porque estaban vacías.
1.
La promesa. El nuevo Zaragoza no existe.
El
nuevo Zaragoza que prometió Soláns es en realidad
el Zaragoza de siempre, pero ahora empeorado: está
en Segunda División, dice haber llegado a su límite
de endeudamiento (lo teníamos por un club saneado),
y el presidente se niega a avalar operaciones financieras
que le den vuelo al proyecto. La suma de esos tres factores
produce terror. Casi nada ha cambiado, ni en lo deportivo
ni en lo ejecutivo; o al menos no lo ha hecho ni en las
medidas necesarias ni en las prometidas; nada más
allá del reluciente maquillaje que de puertas afuera
significó la incorporación de un director
deportivo. Éste sigue siendo un Zaragoza ensimismado,
sostenido sobre la condición de hombre imprescindible
de Alfonso Soláns; lastrado por la llamada "economía
de guerra", que compromete muy seriamente esta promesa
escrita del presidente: "Trabajar duro para permanecer
en la Segunda División una única temporada".
Un club incapaz de comunicarse y que despiertasospechas
entre la afición porque el equipo que anuncia el
futuro suena a lo mismo; un Zaragoza que no mira ni mirará
a la cantera, y al que varios de sus jugadores se niegan
a volver por sentirse maltratados.
2.
Los cambios. La modernización maniatada
El
proceso de remozamiento de las estructuras ejecutivas del
Zaragoza -casi tan necesario e importante como el de la
propia refundación deportiva- se ha limitado a una
sola medida: la incorporación de Miguel Pardeza.
El problema no es la persona, ni mucho menos. El problema
es la dimensión del puesto en un club maniatado.
Si, como dijo Soláns en su carta a la masa social,
se hubieran practicado en el club la reflexión y
la autocrítica, a Pardeza se le habría fichado
para cambiar -poco a poco, con tiempo- el funcionamiento,
para darle un giro deportivo y un equilibrio al conjunto,
mecanizado hasta la desmesura por la frialdad de un planteamiento
empresarial extraordinariamente conservador.. Pero el fichaje
de Miguel Pardeza -considerado desde la ingenuidad exterior
como un símbolo de cambio, como un punto de inflexión
hacia otro Zaragoza- tenía en realidad una intención
algo ladina: convertirlo en un "paraguas" que
amortiguase la crítica y contentara al zaragocismo,
que solicitaba la toma de un rumbo diferente en todos los
órdenes. No sirve de nada agregar personajes a un
escenario de desastre si no se les dota de las herramientas
precisas para variar la realidad. Soláns prometió
"reflexión y autocrítica" en su
carta de desagravio.. pero o no ha encontrado motivos para
variar los planteamientos y abrir nuevas líneas de
trabajo, o sigue considerando que éste es el único
Zaragoza posible. O el único que él desea.