EL
ZARAGOZA SE QUEDA EN LA VOLUNTAD ANTE EL CÓRDOBA
La
aparición en Segunda División fue tan traumática
como se temía, no tanto por el resultado como por la
imagen. El Real Zaragoza sumó un empate en La Romareda
frente al Córdoba, en un encuentro emocionante por
el ánimo de la grada, lleno de voluntad y de esfuerzo
por parte del equipo de Paco Flores, pero en el que le faltó
imponer su mayor calidad.
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El
Zaragoza se estrenó en el "infierno" con
un decepcionante empate que deja abiertas muchas incógnitas
y, sobre todo, alerta del sufrimiento que espera por delante.
En un partido desbocado, de esos repletos de idas y vueltas
sin pausa ni fútbol, de esos donde no se encuentra
ni un detalle para la vista, el Córdoba se llevó
el primer punto de La Romareda y corroboró lo que todo
el mundo sabía de antemano: que el Real Zaragoza no
tiene la calidad necesaria para marcar la diferencia. Habrá,
pues, que afrontar cada partido con el cuchillo entre los
dientes. Ese es el único camino posible para retornar
a Primera. Y Flores es el primero que lo sabe.
Está
claro que la Segunda División es otra cosa, que el
fútbol es diferente porque se corre más que
se juega y que todo está al servicio del resultado,
pero no conviene obviar algunas cuestiones que son universales
en este deporte: la calidad es el primer requisito, acaso
el único indispensable, para poder ganar un partido.
Nadie debe confundirse entre los tópicos: a cualquier
equipo de Primera le resulta más fácil ganar
a uno de Segunda que a otro de su misma categoría.
Resulta
indudable que en Segunda se reducen los espacios, pero esta
cuestión geográfica obedece fundamentalmente
a la escasez de futbolistas de clase. Y así no queda
otro remedio que abusar del orden, el despliegue y la disciplina
para poder imponerse. Se juega así, con ese inaguantable
acento físico, sencillamente porque los jugadores responden
mayoritariamente a ese perfil. Los mejores, por supuesto,
están en Primera.
El
problema del Zaragoza, también ahora en Segunda, es
sencillo: no tiene la calidad suficiente para imponerse en
los duelos individuales al rival y eso le imposibilita gobernar
los partidos. El de ayer fue un ejemplo claro.
El
Córdoba se presentó en La Romareda con un parapeto
evidente. Ortuondo dispuso el mismo sistema que Flores (4-2-3-1),
pero sólo dos o tres jugadores tenían el semáforo
encendido para adentrarse sin reparos en campo contrario.
Ese temor iniciar y el fragor de un graderío que tenía
ganas de aplaudirlo todo animaron al Zaragoza a lanzarse con
decisión sobre el área andaluza. Pero hubo mucha
más voluntad que acierto en una primera parte que,
al menos, ofreció un ritmo trepidante.
Impulsado
por la clásica fogosidad de Galletti, el equipo aragonés
se sobrepuso a sus endémicos déficits en la
circulación del balón y percutió tres
veces con intención sobre la portería del Córdoba:
un lanzamiento alto de David Pirri, un cabezazo picado de
Yordi y un disparo de Corono con más intención
que fortuna. Pero a la media hora se apagó "El
Huesito" y con él todo el equipo. Comenzaron las
apreturas en la línea de creación y con ellas
surgieron los primeros desajustes defensivos, particularmente
en el centro, donde Komljenovic parecía desatento y
descolocado y a Paco le costaba engancharse a esa defensa
adelantada que ha implantado Paco Flores. El ex internacional,
pese a sus conocidas dificultades para salir con el balón
jugado, acabó imponiendo su fuerza en el área
y se ganó la autoridad entre los delanteros del Córdoba.
Eso evitó algunos sustos de consideración, pero
el Zaragoza no consiguió mostrarse sólido en
defensa. Y eso exige una rápida corrección.
Curiosamente,
la mejor ocasión la disfrutó Paco, cuando a
cinco minutos del descanso remató un córner
al larguero.
La
segunda parte fue un puro desatino. Flores se la jugó
con Aragón, Cani y Espadas, pero el partido ya estaba
condenado al empate, y entre tanto atasco sólo se vio
a Cani. "El Canuto" tiene algo diferente a todos.
Habrá que encomendarse a él.
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