ARCHIVO PÚBLICO DEL COMANDANTE CLOMRO
Informe Clomro-3 LA MANIPULACIÓN MUNDIAL SEGÚN DIVERSAS FUENTES
Sección II FUENTES
Subsección A  LIBROS Y AUTORES
Parte V  AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
División B

Giacomo Leopardi

Himno a Ahrimán

Extraído del libro de Giovanni Papini, El Diablo, del capítulo "El diablo persa"

"Rey de las cosas, autor del mundo, arcana
maldad, poder supremo y suprema
 inteligencia, eterno
dador de males y rector del movimiento,
yo no sé si eso te hace feliz, pero mira y goza, etc. contemplarlo eternam., etc.
Producción y destrucción, etc., para matar, pare, etc.
sistema del mundo, todo es padecim. La naturaleza como niño que deshace enseguida lo que ha hecho, vejez. Hastío o pasión llenos de dolor y de desesperación: amor.
Los salvajes y las tribus primitivas sólo te reconocen a ti, bajo diversas formas. Pero los pueblos civilizados, etc., con distintos nombres el vulgo te llama Hado, naturaleza y Dios. Pero tú eres Ahrimán, el que, etc.
Y el mundo civilizado te invoca.
Callo las tempestades, las pestes, etc., dones tuyos, que no sabes dar otra cosa. Tú traes heladas y sequías.
El mundo delira buscando nuevas ordenaciones y leyes y espera perfección. Pero tu obra permanece inmutable, porque p. naturaleza reinarás siempre. Audacia y engaño; sinceridad y modestia quedarán atrás, y la suerte será enemiga del valor, y el mérito no conseguirá abrirse paso, y el justo y el débil serán oprimidos, etc., etc.
Vives, Ahrimán; y triunfas y siempre triunfarás.
Envidia hacia los hombres atribuída a los dioses por los antiguos
Animales destinados a ser comidos. Serpiente boa. Numen piadoso, etc.
¿Por qué, Dios del mal, has puesto en la vida apariencias del placer? ¿El amor?...¿Para torturarnos con el deseo, con la comparación con los demás y con el tiempo pasado, etc.?
No sé si te agradan las alabanzas o las blasfemias, etc. Tu alabanza será el llanto, testimonio de nuestro padecimiento. De mí no obtendrás llanto, por cierto: tu nombre será maldito mil veces por mis labios, etc.
Pero yo no me resignaré, etc.
Si se le puede pedir una gracia a Ahrimán, etc., concédeme no pasar del 7º lustro. Yo he sido en la vida tu mejor predicador, etc., el apóstol de tu religión. No te pido ninguno de los llamados bienes: te pido la muerte, considerado el mayor de los males (no te pido riquezas, etc., ni amor, único digno motivo de vivir, etc.). No tolero la vida, ya no la tolero."

    Los conceptos son claros; más aun: demasiado claros; y se reducen a una sucinta y apresurada exposición del pesimismo leopardiano: el Mal triunfa y habrá de triunfar siempre; el autor y regidor de un mundo tan tétrico y desdichado no puede ser sino el mismo Dios del Mal, o sea, para decirlo a la manera persa, Ahrimán.
    Leopardi sólo toma del zoroastrismo la divinidad malvada; no alude siquiera a Ormuzd (o Ahura Mazda) principio luminoso del Bien, y menos aun a su triunfo final, que el Avesta nos presenta. 


Giovanni Papini



Charles Baudelaire


 

Las Flores del Mal

Spleen e ideal

Correspondencias
(fragmento)

V

¡Oh ridículos troncos, agrios torsos desnudos,
cuerpos degenerados, flácidos o ventrudos
que lo Útil, nuestro Dios, avariento y pobre,
envolvió, cuando niños, en pañales de cobre!
 
 

Rebelión

CXLIII

La negación de San Pedro
(fragmento)

¿Y el Señor, en sus claras diademas,
no se burla de nuestros anatemas?
¿Turbarán mis blasfemias los confines
que guardan los devotos serafines?
¿O arrullarán como un rumor lejano,
el sueño del Tirano?

¡Oh, deben ser magnífica armonía
los gritos del suplicio y la agonía
del martirio!... ¡Deben ser vino preciado,
que a Dios, en tantos siglos, no ha saciado!

¡Oh! Recuerdo, Jesús, cuando vivías
y en el Huerto de Olivos padecías:
de rodillas rezabas,
en sangre de tus venas te mojabas...
Y en el cielo reía
Dios, que tus oraciones recogía
junto con el chirrido de los clavos
que hundían en tus carnes los esclavos.


Almafuerte (Pedro Bonifacio Palacios)

Reflexiones poéticas sobre el creador de este mundo
 

Extractos de La Sombra de la Patria

V
¿Dónde estás, Jehová? ¿Dónde te ocultas?
¿Qué? ¿no vuelves tus ojos y la salvas?
¿Qué? ¿no giras tu rostro y la contemplas?
¿Qué? ¿no extiendes tu diestra y la levantas?
Miras echar sobre su casto seno,
¡qué pulcro, Señor, como la nácar,
antes de que su rostro en él dejase
la vil caricia de la gran canalla!
Miras echar sobre sus nobles hombros,
hombros que fueran los de Juno y Diana,
si el azote brutal del infortunio
su pulido marfil no flagelara!
Miras echar sobre su cuerpo sacro,
tan sacro, sí, como tus hostias santas,
 porque también tus hostias se mancillan,
porque también tus hostias se profanan!
Miras echar sobre la patria nuestra,
digo, por fin, vibrante de arrogancia,
el hediondo capote del esbirro
que ha de ser su señor, si no le matas;
¿y el rayo de tu enojo no descuelgas,
tu flamígero brazo no descargas,
tu cielo fulgurante no oscureces,
y tus mundos atónitos no paras?

VI
¿Dónde estás, Jehová? ¿Desde que cumbre
circundada de monstruos y de llamas,
desde que abismo negro, impenetrable,
desde que estrella errante y solitaria,
ves su profanación y no fulminas?
¿oyes la voz de tu poeta y callas?
¡la voz de tu poeta que te siente,
la voz de tu poeta que te aclama,
la voz de tu poeta que te adora
en la noche, en el día y en el alba,
en el secreto foro de su pecho
y en el público altar de su palabra!
¿Dónde estás, Jehová, que así me dejas
buscarte ansioso por doquier y callas?
¡Y callas como un ídolo sin lengua,
como un muñeco rígido sin alma,
a quien supuso vida el fanatismo
y atribuyó justicia la ignorancia!

VII
¡Sí! La virtud, las leyes, el derecho,
la religión, la libertad, la patria,
la tradición gloriosa de los pueblos,
la consigna inviolable de las razas,
y todo lo que da calor y vida,
a ese artefacto rígido que llaman
el Universo tuyo, son apenas
un sueño, una mentira, una palabra;
una cosa que suena, como un disco
chocando sobre el mármol de una escala;
una cosa que está como una momia
de vestimentas reales adornada;
una cosa que va, como una piedra,
descendiendo veloz de una montaña;
una mancha que brilla y que no alumbra;
una boca que grita y que no habla.

VIII
Y la doblez, la astucia, la codicia,
la vileza del sable que amenaza,
la insidia ruin que la virtud deshonra
y a las turbas conturba y maniata,
la evidencia del mal, su negro imperio
sojuzgando las cosas y las almas,
 cual si fuese la torpe levadura
que lleva la creación en las entrañas,
la genésica fuerza incontrastable,
el fíat inicial del protoplasma,
¡esos son la verdad, Dios de los pueblos,
a cuyos pies la humanidad se arrastra,
como van los rebaños trashumantes
hacia donde el instinto les señala,
la pintoresca flota de las nubes
hacia donde los vientos la arrebatan,
los pluvionales arroyos a los ríos
y a las aguas del mar todas las aguas!

IX
¡Esos son la verdad, Dios providente
que todo lo precaves y lo mandas;
arquitecto invisible que dispones
la orientación del pórtico y tu fábrica;
poderoso caudillo que presides
la instrucción del soldado y la batalla;
tragadiente inmortal que modificas
la negra intriga de tus propios dramas!...
¡Esos son la verdad, Dios de justicia,
a cuyo tribunal siempre se llama,
que has fingido el color sobre las cosas
y amasado con lodo su sustancia,
que has hecho del placer el ancho cauce
que conduce a la muerte o la nostalgia,
que has dejado indefensa a la gacela
y armado al lobo de potentes garras,
que has dividido el mundo de los hombres
en los más, que padecen y trabajan
y en los menos, que ríen y que cumplen
la misión de guiar la recua humana
y que más grandes son cuanto más mienten
y que más nobles son cuanto más matan!...
¿Dónde estás, Jehová? ¿Dónde te ocultas
que así me dejas blasfemar y callas?
mi rebelión airada no sofrenas,
mi pequeñez pomposa no anonadas,
mi razón deleznable no enloqueces
y esta lengua de arpía no me arrancas?
 

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Señor ¿Cuándo dejarás de ser silencioso como el capataz de un ingenio de azúcar o de una cuadrilla de camineros?
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¿Por qué permites que los hombres hagan aquello mismo que repudian?
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¿Por qué pusiste en mis manos esta mala bujía, nada más que para darme cuenta de mis propias tinieblas?
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Dios adusto, Dios frío, Dios con libro de entradas y salidas, como un carcelero, Dios que necesita del Dolor, Dios que inventó las lágrimas, ¡vete a tu Olimpo!

Páginas Negras, cap.XII
TRÉMOLO

Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis manchas, la peor
Aquí estoy a tus pies...¡De un solo gesto
Fulmíname, Señor!
¿Quién nos puso el horror a lo Deforme?
¿Quién dictó las pragmáticas del Bien?
¿Y qué mano brutal, que brazo enorme
Nos hunde en lo Soez?
Negras son las cien fauces del infierno;
Negras las almas que al infierno van:
Negra la Eternidad...¡Negro y eterno
¡Un minuto del Mal!
Tengo una luz en mí que no se apaga;
Tengo la claridad de lo Mejor...
Y tengo el corazón hecho una llaga,
¡Como el cuerpo de Job!
Brillan sobre la Noche las estrellas,
Brillan como pupilas de rubí;
Brillan desde el Principio, todas ellas...
¡No me miran a mí!
Yo no puedo ceñirme en lo Inefable,
Yo no puedo ser más de lo que soy;
Yo no puedo evitar lo Inevitable...
¡Porque yo no soy Dios!
¿Dónde están tus Olímpicos Pesebres?
¿Dónde está el manantial de tu Virtud?
¿Dónde se han refugiado, como liebres,
Tus Genios de la luz?
Gimen los gemebundos algarrobos;
Gimen bajo la fusta de Aquilón;
Gimen en las tinieblas como lobos...
¡No gimen como yo!
Yo he de ser el que cae, el que gravita;
Yo he de ser el Satán, el no feliz!
Yo he de ser el rosal que se marchita...
¡Porque te place a ti!
Guarda para tus buenos, tus Edenes;
Guarda para tus vírgenes tu amor;
Guárdate para Ti todos tus bienes...
¡Tirano sin control!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, toda entera, mi maldad;
No hagas, solemne Dios, un solo gesto...
¡Te acuso de crueldad!
Braman en el desierto los leones;
Braman, como una gran lamentación;
Braman, porque maldicen las prisiones
De su instinto feroz.
Pesa la Cruz sobre Israel deicida,
Pesa la Rebelión sobre Satán;
Pesa sobre Caín la primer Vida...
¡Mi carga pesa más!
Buscan hasta los ángeles placeres,
Buscan las aves el espacio azul;
Busca la libertad todos los seres...
¡Yo busco el ataúd!
Sueña con retoñar el triste leño;
Sueñan los pobres ciegos con que ven;
Sueña la recua enorme...¡yo no sueño!
¡Jamás retoñaré!
Piensan los mismos necios en la gloria;
Piensan los incurables en vivir;
Piensa en la perfección la vil escoria...
¡Yo me río de mí!
Yo sé que hay una luz que no se apaga;
Yo sé que hay que llegar alguna vez...
Y yo sé que están hechas una llaga
Las plantas de mis pies.
Guarda para tus Santos tus Edenes;
Guarda para tus vírgenes tu Amor;
Guárdate para Ti todos tus Bienes...
¡Valen mucho, Señor!
Me impusiste la cruz de un gran destino;
Me pusiste el afán de un Más Allá,
Y pusiste la Noche en mi camino...
¡No doy un paso más!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis lacras, la peor;
Aquí estoy ante Ti...¡Ni un solo gesto!...
¡Págame mi dolor!
¿Qué te cuesta evitar las amarguras?
¿Qué te cuesta radiar toda tu luz?
¿Qué te cuesta dotar a tus criaturas
De la misma salud?
¿Quién reduce tus fuerzas infinitas?
¿Quién te obliga a crear ni un pecho vil?
¿Quién te impone la ley de los jesuitas
Para llenar tu fin?
¿Dónde está tu potencia soberana?
¿Dónde están tus ejércitos del Bien?
¿Adónde está la perfección humana,
Para tenerte fe?
Eras un viejo Buda milenario;
Eras un comodín y nada más;
Eras un espantajo innecesario...
¡Ya no habría otro igual!
Eras sin filiación como un gitano;
Eras como un error que ya no es;
Eras un epigrama, un dicho vano...
¡Una sombra que fue!
Todos te maldecían, Iscariote,
Todos te declaraban maniquí,
todos, hasta tus propios sacerdotes
¡Se reían de ti!
Estabas derrotado por la ciencia;
Estabas sin arraigo en lo Vulgar;
Estabas como Duda en la Conciencia...
¡No tenías altar!
Y yo arrimé mis labios a tu carro;
Yo te puse mis versos por pavés;
Yo te alcé como un mísero del barro
Con mi profunda fe.
Yo te soñé la Madre y el Abuelo;
Yo te soñé más próvido que el sol;
Yo te pensé mejor...¡Vete a tu cielo!
¡No mereces ser Dios!
Aquí está mi pecado más funesto;
Aquí está, de mis lacras, la peor;
Aquí estoy ante Ti...¡Ni un solo gesto!...
¡Págame mi dolor!


Arturo Capdevila

De El libro de la noche,

Meditaciones bajo el cielo estrellado

XVI - La alfarería de la muerte

He andado con este cadáver
no sé cuántos siglos de honda soledad,
reanimando su seca ceniza
porque así quería la fatalidad.
Anduve en cien guerras. Me cubrí de heridas
por todo lugar,
y fui sacerdote, y en guardias nocturnas
me heló de silencio la noche estelar.
Me vio la montaña, sembré por los valles,
guardé en alfolíes, trabajé en telar.
Arrimé la pesca, de tarde, en la playa
después de los bravos trabajos del mar.
¡Renacía siempre la mísera arcilla,
el vaso de sombra fatal!
Sabed que la muerte negocia este barro
y que hay alfareros por el más Allá.
 

De Melpómene

Mi Oración

Dios y Señor: Es menester que hablemos
bien a bien, mal a mal, y cara a cara.
Fuerza es que en lo mas hondo nos miremos.
Empieza tú, yo soy como agua clara.
Yo soy como agua clara. Ya lo viste.
Río que pasa soñoliento y manso.
Pero tú, mi Señor, y esto es lo triste,
eres la oscuridad bajo el remanso.
Eres la negación; fuente escondida;
verdad distinta a la verdad humana.
Si eres la muerte, eres también la vida:
Ir al sepulcro es renacer mañana...
Yo no sé dónde flotas. En la altura
diz, que tú moras en perpetuo goce.
¡Tal vez!... Pero esta cosa es bien segura:
que aquí no estás. Que el sol no te conoce.
Mi voz, que de terror se desmenuza,
se ha de afianzar en varonil reproche.
Por una sóla vez, seré lechuza.
Te buscaré en las sombras de la noche.
Ya lo soy... Y, profética, agorera,
toda mi alma en las sombras te reclama,
alzando su oración como si fuera
un águila caudal que alza una llama.
Siento en el corazón un regocijo
y un dolor... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, mi Dios, seré tu hijo.
Si no eres bueno, ¿para qué buscarte?
Suelo pensar que tú eres un torrente
que por recios peñazcos se desata.
Y te acuerdo esta ciencia omnipotente:
¡la ciencia de barrer lo que se mata!.
¡Oh, Dios! No extrañes que en estrofa grave
igualándome a ti, yo te reproche.
Es que a veces, mi Dios, suelo der ave,
y no me importa atravesar la noche.
Tengo el mal de ser cóndor atrevido...
Pero valen muy poco mis hazañas...
Todo es que en el cenit colgué mi nido,
por ser pobre colgarlo en las montañas.
Suelo también gozar de la secreta
dicha de ser más hondo que un abismo.
Y entonces doy mi canto de poeta,
en un trágico asombro de mí mismo.
¿Ríes? ¡Bien hecho de reir!, ¿Qué enano
es éste que levanta la cabeza?
Tu humillas todo poderío humano...
¡Grandeza de papel es mi grandeza!
¿Mas no lo ves? ¿No ves que también río?
¿Qué Dios es ése, me pregunto ahora,
tan grave, tan eterno, tan sombrío,
que así medra en la noche ocultadora?
Dios que lo puede todo, y que a fe mía,
nada puede en verdad que otro no pueda.
Que lo que ansío yo, también ansía:
¡romper el matorral donde se enreda!
Dios, prisionero como yo, no sales
de la prisión. Te pierde tu flaqueza.
Dios, prisionero como yo, ¿qué vales?...
¡Grandeza de papel es tu grandeza!
¡Dale vida a la muerte incomprensible!
¡Y transforma el dolor en carcajada!
¡Y convierte en posible lo imposible!
¡Eso es ser Dios!. ¡Si no, tú no eres nada!
Dirás, acaso, que tu ley te es cara;
y a cumplirla debiste dedicarte:
De esa suerte, el pretexto no te ampara.
¡Hecha la ley, debiste suicidarte!
¡Triste es de ser Creador, tornarse espía!
Si tu ley no razona, ve, ni muda,
negro y pútrido fango, se diría,
que con su miasma eterno te saluda.
¡Tu mundo es colosal! Prodigio osado,
que todo otro prodigio vuelve estrecho.
Mas ¿qué te vale, ¡oh Dios! haberlo creado?,
cuando te grita el hombre: ¡Está mal hecho!
Para que seas Dios, esto te pido:
algunas flores por la senda triste...
Un poco de bondad para el caído...
Que ames al hombre, si en verdad lo hiciste.
Trocar en risa la inquietud del llanto
no debe serte inaccesible cima:
Yo sé trocar la estrofa de mi canto
con un mísero cambio de la rima.
Señor: Si existes, para bien profundo,
todo lo invoco yo, todo lo inmolo:
Corrige los errores de tu mundo,
o pensaré que el mundo se hizo solo.
Muéstrate a mí. Dime, por fin, tu verbo...
Haz que en mi corazón la aurora irradie...
Confiesa lo más vil, lo más protervo,
lo más procaz... No he de contarlo a nadie.
Muéstrate a mí, Señor, Yo sé de un loco
que ha dicho: -"el que es Creador debe ser fuerte,
inexorable"- Y bien, tu  has creado un poco...
un mundo... y una vida... y una muerte...
y un gran dolor universal... Y has hecho
cosas crueles... y cosas que pudiste
no hacer... Pues bien, Señor, aquí en mi pecho,
yo te traigo el perdón por lo que hiciste.
Pero cuenta... Es preciso que lo cuentes...
Yo sé que hay sangre oscura entre tus rastros...
¿Y qué importa? Si ahora te arrepientes,
con luz más buena brillarán los astros...
Rompe la hirsuta selva que te encierra.
¡Mandemos todos, desde ahora, abuelo!
Ya venció la República en la tierra...
¡Proclama la República en el cielo!
Siento en el corazón un regocijo
profundo... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, yo vengo a ser tu hijo...
Si eres malo, yo vengo a perdonarte...

¿Y si no existe?...
-Cierto... Alguien lo dijo,
ya no sé ni en que tiempo, ni en qué parte.


Eduardo González Lanuza

Gimel

"Oigo decir que estás en todas partes;
y pienso en el estiércol,
y en las almas que mercan las desmigajadas letras
de tu Nombre,
y en los dientes de las carroñas donde la muerte
sonríe,
pienso en los pájaros ateridos del invierno,
en las lágrimas infantiles,
y en la ajada vestidura del lirio que no hila ni teje,
pero que muere tan miserablemente como las
hilanderas y los tejedores;
pienso en las equivocadas horas del hastío,
y te pido perdón por la ajena blasfemia.
Porque sé que Tú sólo estás en el odio de tus justos,
en el rocío que no dura,
y no ignoro que tu desamparada omnipotencia
tiene el resplandor y la brevedad del relámpago.


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