16. Teo. Trinidad. La Santísima Trinidad en el NT
16. Teología de la Trinidad  

LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN EL NT

La clave para la revelación de la Trinidad es Cristo, sin Él no hubiéramos conocido el Dios amor ni el Dios trinidad. Esa revelación se hace en categorías semitas, en la que lo que importa es la manifestación de Cristo, su puesta en escena con lo que hace y lo que dice. No interesa en este contexto las esencias, ni las naturalezas, estos interrogantes pertenecen a una mentalidad cultural griega, pero no semita. Por eso las manifestaciones y las teofanías del Nuevo Testamento definen perfectamente quién es Dios.

Los evangelistas buscan tres grandes momentos para manifestar la trinidad: la encarnación, el bautismo y el envío final. Son los tres grandes "kairoi", tiempos de esperanza, tiempos determinantes para la manifestación de Dios. Vemos cada uno de ellos, descubriendo así la fe trinitaria de los seguidores de Jesús, de los Apóstoles, y por tanto de la primera Iglesia.

Los relatos de la infancia de Jesús son composiciones catequéticas, construidas por Lucas y Mateo para explicar y expresar la aparición del misterio que es Jesucristo. Están escritos a la luz de la resurrección, tras la experiencia pospascual. En Mt 1, 23-24 vemos como presenta al que va a nacer, y lo hace subrayando que es el Hijo del Altísimo, es el Dios con nosotros, el Hijo del mismísimo Dios. Incluso éste "O Theos" se podría traducir como "el Padre". Es ya una profesión de fe, está citando e interpretando el texto de la profecía de Isaías.

La segunda gran teofanía en los relatos de la infancia es la concepción de María y del Espíritu Santo. El Espíritu es llamado "dunamis", la fuerza de la vida. Está ya presentando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tanto Lucas como Mateo muestran esta revelación. Lucas utiliza una teología más fuerte y directa, llama a los pastores diciendo que ha nacido el Mesías, el Señor (kurios), es decir "Dios mismo os ha nacido".

El relato del bautismo, presente en los cuatro evangelios, es un testimonio único de fe trinitaria. Sorprende la coincidencia de los cuatro hagiógrafos, cosa no habitual, por lo que podemos deducir la importancia del relato en la vida de la comunidad cristiana primitiva. Los evangelistas constatan como Jesús es bautizado por Juan el Bautista, y lo sitúan al comienzo de su vida pública, como signo de algo nuevo y tras cuarenta días en el desierto. El bautismo y el desierto, son un símbolo de plenitud, expresan el comienzo de algo nuevo, de un tiempo distinto, una nueva era o "kairoi". Esta novedad se repite en la tradición más antigua de la Iglesia, el bautismo es el nacimiento a la vida nueva, suponía despojarse del hombre viejo para iniciarse como hombre nuevo, tal y como manifiesta Jesús también en el Evangelio de Juan y sus diálogos con la Samaritana o con Nicodemo.

La expresión teofánica de los relatos difieren entre sí. En San Juan, el bautismo, es una profesión de fe del Bautista ante un auditorio, "aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo, ...éste es el elegido de Dios", Jn 1, 33. Está describiendo una experiencia personal. En los Sinópticos lo esencial son los elementos teofánicos: la voz del Padre, "éste es mi Hijo amado", y el Espíritu Santo en forma de paloma, que se posa sobre el Hijo Jesús, junto con eso, el cielo se abre, se desgarra ante la manifestación trinitaria inicial más amplia. El término empleado por el Padre es "Hijo Único, unigénito", es el engendrado, el Mesías y el primogénito. La paloma, símbolo del Espíritu es un recuerdo de la paloma que tras el diluvio regresa para indicar a Noe la tierra seca, es un símbolo de la paz y el amor, también aquí.

El envío al final de los Evangelios y La misión de los apóstoles, contenida en Mt 28, 19, "Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir todo lo que os he encomendado. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Son las últimas palabras del Evangelio de Mateo. Es una especie de gran testamento dejado por Cristo a los discípulos. En estas palabras hay una ruptura con el código semiótico hebreo de raza y nación, se abre para todos los hombres y razas, sea cual sea su condición, implica un universalismo característico del cristianismo. El bautismo se hace en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es la gran catequesis final del Evangelio, la gran conclusión, en la que ya hay una distinción de las tres Personas. Está reflejando el rito del bautismo de esa primitiva Iglesia, con tres inmersiones, con tres frutos o acciones divinas propias de Dios.

Dejamos los Evangelios para adentrarnos en la teología y los escritos de San Pablo, es el que más doxologías y manifestaciones trinitarias presenta. Su contexto es fundamentalmente soteriológico, trinitario y eclesiológico. Constantemente alude a la realización del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la salvación. La idea que hereda San Pablo del mundo helenista y romano en el que vive, es que el derecho del "paterfamilias", del cabeza de familia, es perfectamente representado y ejercido por el hijo primogénito. Es decir, lo firmado por el hijo tenía el mismo valor que lo hecho por el padre, el sello era familiar, era una misma acción jurídica.

San Pablo diferencia en el lenguaje "hijos de adopción" reservado para los hombres, para toda la humanidad, e "hijo unigénito" reservado para Jesús. Está tomando las categorías del lenguaje jurídico romano. En Rom 8, 14-17 se contrapone la vida según la carne y según el espíritu, concluyendo: "En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados". Jesús nos ha hecho coherederos del Reino, pertenecientes a una nueva familia, la de los hijos de Dios.

Otras referencias trinitarias las vemos en los saludos, despedidas, expresiones,...etc. Tenemos la de 2 Cor 13, 13 "la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros". Esa gracia de Jesús es la que nos hace agradables a Dios, nos da su gracia, "xaris", el amor de Dios, es traducible por Padre, es el que nos envió y la "koinonía" o comunión del Espíritu. Es un compendio de soteriología y de eclesiología paulinas, son manifestaciones litúrgicas que sintetizan la economía de salvación: el Padre nos envía al Hijo y nos dan el Espíritu, que es el Amor.

Desde la eclesiología San Pablo nos trasmite también la doctrina de los carismas, dados por el Espíritu Santo a la comunidad, 1 cor 12, 4-6. La acción de Dios a través del Espíritu se entrega a los hombres y a la comunidad cristiana. Incorpora otra categoría cultural que es la del "sello del espíritu", hemos sido sellados, marcados con fuego, 2 Cor 1, 21-22, por eso somos libres, porque tenemos el sello imborrable de la libertad para entregarnos a Dios. Encontramos otros textos en Ef 3, 14-17, que alude a la mentalidad patriarcal dominante de la época, o en Tito 3, 4-7 que trata sobre la salvación y relación del Padre, Hijo y Espíritu.

También en la carta a los Hebreos encontramos la fe trinitaria, Cristo es el nuevo sacerdote, el gran mediador, el único posible de la nueva ley, es sacerdote y víctima; el Espíritu Santo testimonia esta nueva ley por sus dones y carismas. La salutación trinitaria está en 1Pe 1,1-2, y en los versos 20 y 21 de San Judas.

Además de éstas menciones trinitarias, Jesús está asumiendo en el NT el papel de Mesías, cumple con una funciones en principio reservadas para Dios. La mentalidad dinámica semita comprendía perfectamente quién era Cristo, o un impostor blasfemo o el Mesías esperado. Dentro de las funciones divinas que asume Cristo encontramos el perdón de los pecados. Esta era una atribución exclusivamente divina, sólo Dios podría perdonar los pecados. Normalmente ese perdón de los pecados está vinculado a la curación milagrosa de un enfermo, considerado pecador automáticamente. Para Jesús es la demostración, la señal, el indicio de que el Reino ha llegado, los ciegos ven, los cojos andan, lo que dice es verdad, es el Mesías que esperaban. La segunda función divina que se atribuye Cristo es corregir y ampliar la Ley de Moisés. Para los Judíos sólo Dios podía cambiar esas normas, porque las había dictado Él mismo. Jesús corrige y matiza esas normas, "habéis oído que se os dijo, pues yo os digo..." Rompe con la Ley del Sábado, que está al servicio del hombre, y no al revés. Jesús vincula la salvación a su persona, en una invitación constante y firme. La salvación que sólo procedía de Dios. Finalmente, el conocimiento mutuo y exclusivo con el Padre. La salvación está en Cristo porque está viendo la gloria del Padre constantemente. Ese conocer del Padre y el Hijo es un conocimiento íntimo, profundo, constante y mutuo. La trascendencia del Padre contrasta con la inmanencia del hijo. "al padre no le ha visto nadie, sólo el hijo que está en su seno". La filiación del hijo es única, por eso hablamos de "unigénito" de Dios.

La dialéctica utilizada por San Pablo para hablar del misterio del Hijo Unigénito es expresada magníficamente en el himno de Filipenses 2, con el abajamiento del Hijo, su muerte y exaltación. También en 2 Cor 13, 4 se menciona la idea de la humillación de un Dios que siendo rico, se hizo pobre por nosotros. También repite la idea del vaciamiento de si mismo, la "kenosis". Nos está hablando de una experiencia, no de unos conocimientos intelectuales aprendidos, sino de una experiencia fortísima de los que han vivido junto al Señor y han visto su entrega y amor en la persona de Jesús.

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