16. Teo. Trinidad. El dogma trinitario en la Patrología antenicena.
16. Teología de la Trinidad  

EL DOGMA TRINITARIO EN LA PATROLOGÍA ANTENICENA.

En la historia del dogma trinitario comprobamos con una especial intensidad el choque y posterior diálogo de la cultura griega con la judeocristiana. Lejos de pensar, como han afirmado determinadas teologías protestantes liberales, modernistas y centroeuropeas, que hubo una helenización del cristianismo; pensamos que los cristianos, en su diálogo con la cultura del momento, respondieron deshelenizando el neoplatonismo con el dogma trinitario. Los Santos Padres cristianizaron los elementos de la cultura griega. La dogmática cristiana no es fruto de la filosofía griega, y es que los cristianos de los primeros siglos dialogaron con la cultura helénica, pero no cedieron, ni perdieron su fidelidad a la fe revelada por Cristo. La Trinidad no es un invento cristiano, tal y como se ha querido afirmar, es fruto de la revelación de Cristo, y explicitado contra y frente a la cultura helénica, que desarman en sus expresiones y contenidos.

La Trinidad en los Padres apostólicos no está explicada más que lo referido en las Escrituras. Constatamos como la comunidad cristiana vivía su fe trinitaria en la liturgia, tal y como nos indica la Didajé, donde aparece la referencia pastoral y simbólica trinitaria constantemente. El bautismo se hará en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en una triple inmersión y ablución. También es interesante la mención en la carta de Clemente a los Corintios, en la que, ante los problemas de esa comunidad, hace un interrogante retórico de si no tenemos un solo Dios, un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia. Es un modelo para la vida eclesial la vida comunitaria, semejante a la Trinidad. El Espíritu Santo es ya santificador de la Iglesia, es fuente de la paz, es el que guía y mueve a los ministros de Dios para perdonar los pecados y a los Apóstoles. La Iglesia está guiada e impulsada por el Espíritu Santo. San Ignacio de Antioquía mantiene también ese esquema Trinitario aplicado a la vida eclesial, recomienda la unidad de la Iglesia según el modelo del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Está usando la cristología pura de San Juan, al que cita preferentemente en sus cartas. Estamos en un contexto profundamente antignóstico, de ahí que llame a Jesús "logos de Dios", venido en carne. La carta a Bernabé indica como el Espíritu inspiró a los profetas y preparó a aquellos a través de los cuales Dios nos llama. Es una cristología pneumática. Su esquema es creacional, de hecho aparece el diálogo entre el Padre y el Hijo, "hagamos al hombre a imagen y semejanza", en una línea preexistente del hombre.

La Didajé está centrando la Trinidad en un contexto bautismal, San Ignacio en lo eclesial y Bernabé en lo creacional. Los tres mantienen la firme convicción en la una fe trinitaria, aunque no han desarrollado propiamente el dogma, la explicación sobre el misterio de Dios Trino. Su contexto se lo impide, centrándose en otros problemas más acuciantes.

Desde el siglo II y más en el III, nos encontramos con la teología de los Padres apologistas. Arístides, San Justino, Taciano, Atenágoras, Tertuliano u Orígenes,... todos ellos mantienen la repetición del esquema bautismal, en cuya profesión de fe repiten y mantienen. Se bautiza en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando hablan de Dios, no olvidemos que estamos en un ambiente antignóstico, lo hacen desde una trinidad económica, por eso sus expresiones nos parecen hoy algo desafortunadas, estamos iniciando una explicitación del Misterio y esto produce problemas. Tienden a hablar de la Trinidad desde lo dinámico, lo económico y no desde lo inmanente o las relaciones de unos y otros. Por eso la terminología que emplean es estoica y platónica, incompleta para nosotros y errónea, es una referencia constante al logos. En estas comunidades hay unos ataques constantes por parte de los filósofos, y se defienden usando un lenguaje semejante al estoico y platónico. Hablan de logos, de la palabra como analogía trinitaria, palabra que inspira las Escrituras y que se encarna. La palabra no es pronunciable sin el Espíritu. Además añaden los conceptos de fuego y luz, como los estoicos. La expresión "luz de luz", se está elaborando ahora, del fuego sale el fuego, "es lo mismo pero es distinto, no pierde nada de sí".

San Justino habla en sus apologías de las semillas del logos, en todos los hombres habría algo de verdad, de semilla del logos, pero no hemos conocido verdaderamente y en plenitud esto, hasta que esa sabiduría se ha encarnado en Jesucristo. No hay más verdad real que Jesucristo. En su "Diálogo con Trifón" pone de manifiesto como el Hijo estaba con el Padre antes de todas las criaturas. San Justino está deshelenizando el platonismo, porque aquí el logos es Unigénito, y además se ha encarnado. Estoicamente tiene analogías lingüísticas porque usa logos y luz, "cuando proferimos una palabra engendramos una palabra pero no amputamos la palabra, igual que un fuego enciende otro fuego, creamos una palabra sin que sufra otra palabra interior". Los neoplatónicos afirmaban que todo lo creado son participaciones de las percepciones del sumo bien, el hombre es una participación suprema de la percepción divina. Para los cristianos no hay emanación cuando hablamos del Hijo, sino que es engendrado, es generado sin perder nada de si, como una llama otra llama, un fuego otro fuego, una luz otra luz. Estas ideas se repetirán en nuestro credo.

Taciano utiliza también un lenguaje semejante deshelenizando, al igual que Teófilo de Antioquía, que dice que "engendró este logos proferido, primogénito pero sin ser el Padre vaciado de logos, engendrándolo y uniéndolo al logos. Es Hijo de Dios, no como hijo de los dioses, sino según una nueva verdad, el logos existe por siempre, es eterno en el corazón de Dios". El "logos proforicos" del estoicismo es el logos engendrado eternamente en el Padre, han usado el mismo lenguaje, pero lo cristianizan.

En la liturgia el esquema trinitario se mantiene en estos siglos, tanto para el bautismo como la Eucaristía, es constante. Ya está presente el triple "Santo" hagios, de la Eucaristía y las alabanzas doxológicas trinitarias, manteniéndose la premisa que domina la liturgia: "lex orandi, lex credendi", se cree y se vive lo que se celebra.

El principal teólogo, defensor y luchador contra los gnósticos es San Ireneo de Lyon. Atiende a un Cristo mediador y recapitulador de la creación. Es la teología del intercambio, Jesucristo se hace hijo del hombre, para que los hombres nos hagamos hijos de Dios, se hace obediente para que obedezcamos nosotros a Dios. Así inaugura una nueva humanidad. Insistirá en la unidad radical de Dios, para desde ahí proponer la Trinidad, la mediación de Cristo, encarnado y antes engendrado.

En el siglo III se van gestando, dada la confusión del lenguaje y la interpretación helénica de los textos bíblicos, algunas herejías trinitarias y cristológicas tanto en oriente como en occidente. Examinamos el subordinacianismo o adopcionismo (en Oriente), y el monarquianismo (en Occidente), que provocarán la necesidad de elaborar un Símbolo común para al fe, un credo.

Estas desviaciones afirman sustancialmente que el Hijo es inferior al Padre, es decir, Jesús es un hombre que recibió en el bautismo el atributo o fuerza divina, es un hombre superior pero no divino Al igual que indicaban en ese momento los grupos gnósticos: Jesús era hijo adoptivo de Dios. En éste planteamiento la comprensión trinitaria se resiente.

Las teorías adopcionistas fueron condenadas por la Iglesia afirmando que el Logos y el Padre eran "homousiou",de igual sustancia o naturaleza. La vertiente modalista o sabeliana, indicaba que Dios era una sola persona, una pero con tres modos diversos de aparecer. Así, explicaban que Dios como creador y legislador le llamamos Padre, como redentor lo llamamos Hijo, y como santificador e inspirador lo denominamos Espíritu Santo. Son tres modos, no tres personas distintas como luego se afirmaría.

En la creación de un lenguaje más adecuado, es definitivo para Occidente Tertuliano. Estamos ante un interesante autor cristiano, que si bien no aterriza su teología, es determinante para acuñar una terminología nueva para la Iglesia Occidental. Para definir la Trinidad dice: "tres personae unius divinitatis", tres personas una divinidad. La idea que tiene Tertuliano de persona no es exactamente la que le damos nosotros hoy Persona es aquí máscara, aspecto, pero es decisivo su lenguaje. En su afirmación indica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres unidos, coherentes, cohesionados unos del otro. Otro autor como Hipólito de la Iglesia occidental, vuelve a la insistencia en una analogía, para afirmar de nuevo la "luz de luz".

El último autor de esta Iglesia antenicena que menconamos es Orígenes, que es determinante para la teología posterior. Su terminología es confusa y poco clara para lo intraeclesial, pero de cara al platonismo de Plotino será decisivo. Deshace el modalismo, no ve las tres hipóstasis, afirmando que el logos es eternamente engendrado por el Padre. El Padre sería el no engendrado, en su trascendencia absoluta, el Hijo sería el logos intermedio, engendrado eternamente, tiene una divinidad derivada, como un segundo Dios. El Espíritu Santo es aquí también eterno y superior a todas las cosas, procede del Padre por el Hijo santificador, proporciona la materia de los dones de Dios. Es como una fuente que mana de Dios Padre. Está usando el lenguaje dominante de la teoría de la participación de Plotino. Orígenes hace posible hablar mejor de la Cristología y la Trinidad, dota de lenguaje, aunque comete el error de separar excesivamente la hipóstasis del Hijo y la del Padre, solo se debería, en su concepción, adorar al Padre, afirmando que al logos engendrado le debemos veneración.

Lo obvio de éstos siglos de teología es que se está acuñando un lenguaje imprescindible que exprese bien lo que se está creyendo. No olvidemos, de todas formas, que la Iglesia sigue celebrando en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu, el problema está en aclarar y definir quién y como es cada uno, sin romper la fe de la Iglesia. El choque está, no pocas veces, en compaginar un lenguaje y cultura hebrea, en la que está escrito el Evangelio, con el lenguaje y cultura helénica, propio del mundo al que pertenecen. Necesitan nuevas palabras y nuevos conceptos que no existían en la cultura helénica, y que el mundo hebraico no desarrolló de forma abstracta. El tiempo lo proporcionaría.

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