16. Teo. Trinidad. El dogma trinitario en la Patrología posnicena.
16. Teología de la Trinidad  

EL DOGMA TRINITARIO EN LA PATROLOGÍA POSNICENA

El Concilio de Nicea del 325 d. C. supuso un punto y aparte en los planteamientos e intentos de definir la fe trinitaria y cristológica. Hasta ese momento, el diálogo interno no había llegado a la confrontación, apenas algunas diferencias culturales y el rechazo absoluto del gnosticismo con características cristianas. El problema ahora será la búsqueda de una expresión dogmática que, sin deteriorar la verdad de Dios, satisfaga a la Iglesia universal. En estos intentos, hay ejemplos de errores, de controversias y de dudas sobre las palabras.

El primer gran problema lo suscita el sacerdote egipcio Arrio, que educado en un entorno fuertemente Aristotélico, e influenciado por la corriente antioquena más que por la de su patriarcado, propone en la explicación dogmática de la cristología un enunciado herético, que suscita entre los Obispos las dudas y la polémica. Arrio es aristotélico, por eso en el trasfondo de su pensamiento está la separación entre especies, el corte radical que propicia que la hipóstasis, lo que está debajo, permanezca; y lo accidental pueda cambiar. Influenciado por la física del griego atribuye todo a Dios, y a las cosas se les atribuye según la sustancia, "kata ousían, fusin upostaseis". Dios Padre en la Escritura es eterno, omnipotente e inmutable, el logos encarnado dice que nació, que es engendrado, sufrió y murió en la cruz, luego es de naturaleza mudable. La conclusión es clara, el inmutable según la naturaleza y el mutable según la naturaleza, no pueden ser de la misma naturaleza, no son "homousioi". Deduce Arrio que el Padre y el Hijo son de naturalezas distintas, el Padre el Dios, pero el Hijo es hombre, el logos es criatura, fue creado y no es consustancial al Padre por ser mudable. La Trinidad queda trastocada, no es un Dios en tres personas, sino que es el Padre únicamente Dios.

El Concilio de Nicea del 325 es convocado para resolver esta polémica y determinar cuál es la naturaleza del Hijo. No logra resolverlo del todo, pero pone los cimientos y las bases para seguir avanzando en la explicitación del misterio trinitario. Nicea afirmará que el Hijo es consustancial al Padre, es "homousios tou patri", exactamente lo contrario que había afirmado Arrio. La explicación la conocemos porque se basa en el lenguaje del estoicismo platónico, "Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero", significa que son una misma divinidad, una misma cosa. Sigue el Concilio afirmando: es Unigénito, "monogenés", "de la misma naturaleza que el Padre", "ousia tou patros", "engendrado no creado" es la afirmación que ataca directamente el arrianismo, por el cual fue todo hecho. Es decir, no hubo un tiempo en que no existiera. El texto continúa afirmando la encarnación: "se hizo hombre, se encarnó, padeció y resucitó por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Sigue el texto afirmando sin más "y en el Espíritu Santo", "kai eis to agiou pneuma". No hay polémica en la cuestión del Espíritu por lo que dejan así la expresión. Sigue al símbolo de la fe una condena explicita del arrianismo frase por frase.

La fórmula empleada en Nicea, si bien era apoyada por la mayoría de los padres; su fórmula "homousios", consustancial, había sido de consenso, y no acababa de definir ni de matizar lo suficiente. Es por eso que tras Nicea se multiplican los errores y la confusión. Estos errores trinitarios y cristológicos están cerca en algunos casos del arrianismo, en otros casos en las posiciones contrarias.

Entre estos grupos encontramos a los "anomeos o eunomianos", en su línea mantienen que "el Hijo es desemejante al Padre en todo", por eso es de otra esencia. En el fondo es un arrianismo matizado, le atribuyen la misma energía al logos que a Dios, es consustancial. Es una arrianismo encubierto. Los "homeos o acacianos" buscaron en la Biblia una expresión ambigua: "el Hijo es semejante al Padre" según la Escritura, no quieren saber nada del término "homousios", lo consustancial, no les gusta como terminología y afirmarán la semejanza sólo Bíblica. Los "semiarrianos o homeousianos" afirman que "el Hijo es semejante al Padre en todo", es semejante pero se niegan con el término consustancial: "homousios". Este semiarrianismo tuvo una influencia notable en el concilio de Rimini en Occidente, por que sonaba parecido a los latinos los términos "homoios" y "homoousios", es éste arrianismo moderado el que llegó a los Visigodos y con ellos a Alemania y a España.

Dentro de éstas polémicas es decisivo San Atanasio de Alejandría, éste hombre ya había participado como diácono en el Concilio de Nicea. Emplea una terminología igual a la de Tertuliano, que ya afirmaba que hay que hablar de "una naturaleza, tres hipóstasis", "mia fisis, trias upostaseis". San Atanasio utiliza la teoría de la participación platónica, la divinidad del Hijo es clara, porque el Hijo nos deifica, nos hace Hijos de Dios, si Él no fuera divinidad no podría comunicarnos lo que no es, si nos comunidad la divinidad es porque es Dios. Lo mismo afirma del Espíritu Santo, es nuestra santificación y nuestra conversión en Templos de Dios, y esto es posible porque es Dios. San Atanasio queda como ejemplar defensor de lo afirmado en Nicea, es consustancial, de la misma naturaleza. A los tres les atribuye los frutos del bautismo.

La gran solución al conflicto y la gran definición la proporcionan los Padres Capadocios, San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa. Sus planteamientos confluyen en el Concilio de Constantinopla del 381. La doctrina de los Capadocios es esencial y sencilla a la vez. La complejidad y la profundización de sus expresiones las elaborarán San Agustín y Santo Tomas de Aquino, este último en el Medievo. Su afirmación central es que no todo lo que se dice de Dios en la Sagrada Escritura es según la sustancia, "kata ipostaseis", sino también según la relación. Es decir, el Padre es relativo respecto del Hijo y el Hijo es relativo respecto del Padre, los nombres son relativos según la relación. Se da a las personas el sentido metafísico de individualidad, la divinidad es lo genérico y lo hipóstasis es lo singular. Este es además el inicio del término "persona" acuñado en Occidente, referido a la singularidad de los hombres, su particularidad. Nuestro concepto de persona, surge de la búsqueda de un término adecuado para expresar la Trinidad.

Cada "hipostasis" es ser según si mismo: "einai, kat´ekaston", una divinidad, una esencia y tres hipostasis, tres relativos. Las propiedades de cada persona lo son en relación unas con otras. San Basilio afirmará así la Paternidad, la Filiación y la Santificación, para establecer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En Gregorio Nacianceno predomina la idea de identificar al Padre como el no engendrado, al Hijo como el engendrado y al Espíritu como procedente. Constantinopla recoge estas terminologías matizando la fe de Nicea, y aclarando el lenguaje sobre el Espíritu. Estos problemas trinitarios llegan así casi a su fin. Desde este momento, las controversias son cristológicas, el problema está en explicar en Jesucristo su naturaleza humana y divina a la vez, su relación y persona. La Trinidad no es discutida, aunque la expresión Niceno-constantinopolitana quedará como punto de unidad para los Concilios posteriores de Éfeso en el 431 y Calcedonia en el 451.

El añadido que se hace a Nicea es que "se encarnó y que nació de María la Virgen, y del Espíritu Santo", "por el cual fueron creadas todas la cosas", no son afirmaciones filosóficas, usan la teología de los Capadocios, que llaman al Espíritu Santo Señor, "Señor y dador de vida". Significa que el Espíritu es creador, no criatura, procede del Padre, es decir, es diferente del Padre y del Hijo, es distinto. El problema es si estamos ante otro hijo. ¿Por qué unas relaciones son de filiación paternidad y la otra no? Será San Agustín el que lo resuelva. Originariamente en el Credo se aprueba que el Espíritu Santo "procede del Padre". San Agustín es partidario de afirmar la "procedencia del Padre y del Hijo". Notamos como luego, en la Iglesia Occidental se añade la fórmula agustiniana en el Credo, hecho que trajo un elemento más de ruptura con las Iglesias Orientales.

El gran riesgo de todas estas definiciones dogmáticas de Trinidad, para la teología posterior, ha sido el olvido de una teología económica y dinámica, cediendo a lo estático e inmanente. Al final, estamos analizando lo trinitario y a Cristo como si fueran objetos de un laboratorio, no como vida entregada o diálogo de Dios es sus personas con el hombre concreto de hoy. Analizamos las esencias de Dios, pero olvidamos su intervención en la historia cotidiana. Es el precio que tuvo que pagar la teología por lograr una formulación terminológica adecuada a la cultura griega, más estática y racional que la cultura Judía, dinámica y relacional.

<< >>
1
Hosted by www.Geocities.ws