16. Teo. Trinidad. Teología trinitaria en el Renacimiento y Reforma
16. Teología de la Trinidad  

TEOLOGÍA TRINITARIA EN EL RENACIMIENTO Y REFORMA

Los siglos posteriores se limitaron a copiar y exponer a San Agustín y Santo Tomás. Quizás de todas la controversias suscitadas en la teología de éstas épocas, merezca más la pena subrayar el problema del "filioque", la procedencia del Espíritu Santo en el Padre sólo, como afirman los Ortodoxos; o la procedencia doble en el Padre y el Hijo, defendida por los Católicos. Este debate condujo en parte, al reencuentro y a la separación de las dos concepciones teológicas y culturales relativas a la cristiandad.

Se celebró el Concilio de Florencia,1438 al 1445, con la intención de cerrar las diferencias entre el mundo griego y el latino, de superar barreras teológicas pertenecientes al pasado. Fue aprobado por los Padres conciliares de sendas Iglesias, pero no fue ratificado por el pueblo ortodoxo, por lo que no logró su objetivo final, sin embargo, nos ha quedado como ejemplo e intento de superación de la diferencia trinitaria.

En Florencia se declaró la procedencia doble, del Padre y el Hijo, para los Orientales significaría que el Hijo es también causa, y en los Latinos que es principio de subsistencia del Espíritu Santo. En el Concilio de Florencia, quedo bien definida la tri-respectividad personal de la Trinidad, pero no llegó al pueblo Bizantino, que dolido en profundidad, por los saqueos y las matanzas de los Occidentales de otro tiempo, rechazó la definición. Al no llegar a un acuerdo, el escollo dogmático más importante sigue siendo la cuestión del "filioque". La diferencia principal está en la comprensión de la analogía de la palabra y de la imagen, que no es la misma en las dos culturas. Para los Católicos, la analogía para el Espíritu Santo es el amor, se centran en la unidad divina de las tres personas. Pero los Ortodoxos elaboran su teología partiendo más de las personas que lo forman, de la personalidad triple de Dios, es decir, atienden a la palabra más que a la imagen. El punto de unión sería que la unidad de la Trinidad no destruye a las personas, ni al revés.

Adentrándonos en los siglos modernos, nos encontramos el gran triunfo teológico del tomismo en el siglo XIV y XV, que convive con fórmulas nominalistas, y que en esencia no trastocan la importante influencia del Aquinate. En el siglo XVI, con la reforma protestante, la Trinidad no va a ser objeto de discusión. La teología de Lutero o Calvino se centra en cuestiones relacionadas con la antropología humana, la comprensión e interpretación de la Biblia y el papel del Magisterio y de los Sacramentos. La fórmula trinitaria será la misma, aunque matizado su significado por las demás cuestiones.

Por eso la contrarreforma tampoco señala nada especial en este punto. Tendríamos que irnos a los siglos XVII y XVIII, con la influencia del racionalismo, ya estudiado en el capítulo anterior, para darnos cuenta que la presencia de las corrientes teístas deja en un mal lugar al Misterio de la Trinidad. La tendencia se va agudizando en Occidente, el Padre representa lo potestativo y jurídico, el Hijo lo sacramental y eclesial y el Espíritu Santo será cada vez más el gran olvidado por las teologías y las devociones populares.

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