16. Teo. Trinidad. Teología trinitaria en el siglo XIX y XX
16. Teología de la Trinidad  

TEOLOGÍA TRINITARIA EN EL SIGLO XIX Y XX

Hegel, en el siglo XIX concibió una idea de Dios romántico, Jesús era el hombre ideal, filosofizó el credo con la dialéctica lógica; la teología fue transformada en dialéctica. El Dios de Hegel sigue siendo un Dios lógico, pero con la dialéctica va a filosofar la religión y teologizar la historia. Las obras de éstos románticos sobre la vida de Jesús eran propensas a traducir todo a la mitología, nada era real, todo era etéreo. Este Cristo liberal se acabó convirtiendo en un pietismo cristológico, pero desprendido de lo trascendente, que se encajaba siempre en la inmanencia. Cristo era un romántico idealista, como ellos.

El punto de partida de ésta teología puede rastrearse en la filosofía de Kant, que afirmaba que sólo podemos conocer lo que está dentro de los límites de lo sensible y experimental. Lo que supera esto es desconocido. La influencia de Kant se deja notar en pensadores como Richtel, Harnack, Bultmann, Tillich y otros teólogos protestantes y católicos del siglo XIX y XX. La única forma de explicar lo religioso es a través del inmanentismo, lo religioso sin salir del hombre. Reducen la fe trinitaria a una experiencia psicológica humana, sensible, una creación helenística de la Iglesia tardía, de ahí su peligro y su error.

Afirmar la humanidad de Cristo frente de la divinidad de Dios, no deja de ser, incluso aunque haya un interés pseudo-científico, una ruptura con el dogma y con la Iglesia. De éstos males aún no nos hemos recuperado, y es fácil observar como todavía algunos teólogos contemporáneos, buscando lícitamente el misterio de la humanidad de Cristo, se olvidan de su trascendencia y de su naturaleza divina. De hecho la teología del siglo XX, se ha centrado en parte en la Cristología, y por contacto en la Trinidad. Esta teología quiso replantear las cuestiones dogmáticas, al menos en sus expresiones. Sin embargo, fueron demasiado lejos, poniendo en duda el mismo misterio dogmático. En el fondo, las teorías liberales y modernistas de principios del siglo XX, continuaron haciendo mella durante varias décadas, incluso hoy día se advierte su influencia nefasta. Los pensadores románticos y liberales del XIX ya fueron despojando de su naturaleza divina a la persona de Jesús, querían rehacer y fortalecer la humanidad de Cristo, pero el deterioro de la concepción de la fe en la Trinidad se comprobó como un peligro constante.

Vemos algunos autores del siglo XX, y empezamos por Karl Barth, un interesante teólogo protestante rupturista con la tradición romántico-liberal alemana. En la teología dialéctica de Barth se desea volver a la Palabra, y se hace con toda la intención de superar liberalismos pasados. Plantea Barth un Dios "totalmente otro", diferente de nosotros. Para conocer el misterio de Dios la filosofía no nos puede ofrecer nada, la respuesta no viene de la filosofía sino la fe, de ahí que haya que dejar atrás concepciones racionalistas. Centrará su dogmática en la Cristología, en la Revelación y en la Palabra. El lenguaje religioso era profundamente analógico, decía, por eso a Dios no lo podemos contener en el lenguaje humano, al Dios amor sólo se puede llegar por Jesucristo, siendo un Dios totalmente distinto de nosotros, no es posible la vía natural de acceso a Dios. La Trinidad fue algo conocida en una perspectiva de revelación cristológica. Es notable pensar que Barth, protestante, estuvo en el Concilio Vaticano II, ayudando a los Obispos católicos con su teología. Tenemos mucho que agradecerle, entre otras cosas volver a centrar la Cristología y la Revelación.

Muy distinta fue la interpretación desmitologizadora de Bultmann, que esencialmente afirmaba que el Evangelio eran una construcción mitológica de la verdad histórica, y por tanto inaccesible para nosotros. A Bultman lo encuadramos en la teología existencial, no obstante era seguidor y admirador de Heidegger. Bultman entendía que había que desmitificar la Escritura, por estar llena de contenidos pospascuales imposibles de determinar históricamente. Esto afectó también al misterio trinitario. Afirmaba que el Evangelio de Juan era una creación gnóstica, con una doctrina especial del Espíritu Santo, una especie de dualismo creacional desde la afirmación y lucha entre el bien y el mal. En esta teoría el Paráclito sería ese espíritu gnóstico, por lo que, en nuestra opinión, no coloca al Espíritu Santo junto al Hijo ni al Padre, rompiendo la comunión con el credo cristiano. Para Bultmann, desde su fideísmo, el único acceso a Dios era por la pura y simple experiencia existencial de fe, ni siquiera la palabra era un acceso fiable a Dios. En esta perspectiva, si Dios es la experiencia que el hombre tiene, acabamos reduciendo a Dios a nuestros límites.

La comprensión de la fe trinitaria y cristológica en la Iglesia apostólica se vio sacudida. La teología liberal llegaba incluso a afirmar y mantener que la Trinidad no era sino una creación de la Iglesia del siglo IV. Ante estos planteamientos, el daño infligido a la fe cristiana fue enorme. La contestación no se hizo esperar, incluso por parte de muchos protestantes. Detrás de los mitos de la primera comunidad están los símbolos, las expresiones y profesiones de fe escondidas en unas experiencias reales que se ocultan. Si destruimos el Credo, o lo consideramos un invento eclesial, nos quedamos sin fe, además de no coincidir con lo que pensaban los primeros cristianos.

Las corrientes dogmáticas del liberalismo y de los discípulos de Bultmann recibieron su correspondiente respuesta en el Concilio Vaticano II, en concreto en la Dei Verbum, que en los números del 2 al 4, donde explica el Misterio de Dios que reveló por sus palabras y por sus acciones, trasmitidas por los apóstoles y hagiógrafos, la verdad para nuestra salvación. Un ejemplo concreto en un texto. Si el relato del bautismo de Jesús lo desmitologizamos, nos encontramos sin más con alguien que recibe agua en la cabeza, ese es el fondo histórico posible, Jesús fue bautizado por Juan. Pero para el creyente que lo escribe, su intención es más seria y profunda, está trasmitiendo su fe Trinitaria, mostrando su experiencia de resurrección desde un cielo abierto y rasgado para mostrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Toda la divinidad está implicada en esta manifestación teofánica y simbólica. No inventa la fe, sino que incorpora lo catequético al relato histórico, dándole un significado más profundo.

Se desató en torno a los sucesores y discípulos del contestado Bultman, la polémica sobre la historicidad de Jesucristo, la unión entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Tiene relación con lo trinitario, pero veremos todo esto con más profundidad en la Cristología.

Las teologías de la muerte de Dios, o teologías radicales, tras la Segunda Guerra Mundial recogen parte del pensamiento de Barth, su sentido negativo, Dios es totalmente inefable e inmenso. También toman de Bultmann la desmitologización y reinterpretan el cristianismo sin religión de Bonhoëffer. Este Bonhoëffer fue un teólogo alemán prisionero de los nazis. En medio de su sufrimiento y posterior ahorcamiento, mantuvo una postura de cristianismo sin religión, en el sentido de que si los nazis vencen, el cristianismo tendrá que volver a las catacumbas, tendrá que prescindir de lo externo y no se podrá manifestar. Robinson y Hamilton son los principales representantes de estas teologías radicales, que en el fondo retornan a un pietismo cristológico, una fe sin religión. Esta secularización total supone destruir a Jesús como hombre entregado para los hombres, convirtiendo la religión en una simple ética, sin liturgia, sin intentos, sin presencia pública. Una religión que deja de ser religión.

Perder el carácter metafísico de las personas trinitarias, reduciéndolo a lo psicológico, entender la persona de Jesús con acciones humanas, y la Trinidad como un misterio, del que no sabemos nada, ha sido el resultado y la consecuencia de estas teologías contemporáneras. Muchos creyentes de a pie siguen adoleciendo de esta deformación. Rahner intentó resolver estos problemas con el lenguaje de subsistencia en lugar de personas. En el fondo, pensamos que el que niega la analogía de persona como ser relativo queda fuera, la persona es esencialmente respectiva, es autodonación.

Algunas sectas de origen cristiano niegan la Trinidad. Los "Testigos de Jehová" vuelven a temas ya cerrados, afirmando que la Trinidad fue inventada por Tertuliano, por lo que el único Dios es Jehová, Jesús es una criatura, y para ratificarlo cambian las palabras y la traducción del Prólogo del Evangelio de San Juan. La secta de los Mormones mantiene para la Trinidad una especie de modalismo teológico, Dios es uno pero las personas trinitarias son formas de manifestarse, aspectos de Dios, no personas. Lógicamente también han quedado fuera de la fe del Consejo Ecuménico de las Iglesias, máximo organismo de diálogo entre Protestantes, Ortodoxos y Católicos, cuyo criterio para pertenecer a cualquiera de las Iglesias Cristianas era el Credo, tal y como fue explicado y ratificado en los cinco primeros concilios ecuménicos. Estas sectas no pertenecen al cristianismo, aunque usen formas y lenguajes pseudocristianos.

Las teologías políticas, comprometidas con la ortopraxis, han mantenido una mayor distancia respecto a los temas dogmáticos principales. Es posible que en algunos casos, llevados por el deseo de presentar un Jesús muy humano y comprometido con los débiles, hayan mostrado su divinidad como velada. Esa tendencia son fruto de la teología liberal Centroeuropea, antes que de la comprensión popular. En éstas teologías Dios está con nosotros, con los pobres, es encarnado en el hombre Cristo libertador, y sólo libera en profundidad Dios mismo. Ratifican el dinamismo de Dios con los pobres y con los hombres, sin negar el carácter salvífico de Jesucristo.

Las teologías feministas, han buscado en los últimos tiempos, subrayar el papel de la mujer, incluso descubriendo un rostro maternal en la persona del Padre. Desde la concepción simbólica y cultural de la noción de Padre en la cultura hebrea, la divinidad adquiere también unos rasgos maternales en variados textos Bíblicos. Lo que parece evidente es que la paternidad está analógicamente utilizada para expresar una relación singular con la persona del Hijo, el papel de la madre y de la mujer en aquella cultura machista y patriarcal no permitía configurar otra cosa. Por eso es posible que podamos hablar de Dios también maternalmente, tal como indicó Juan Pablo I, en los pocos discursos que dio.

No obstante habría un "pero" a la teología feminista, que encontramos en diálogo con la psicología contemporánea. El papel del "padre" no es equiparable sin más con el papel de la "madre". El símbolo que representa la paternidad significa el amor y la autoridad, mientras que el papel psicológico de la madre está vinculada al cariño y la ternura, no a la autoridad. Hoy la irrupción de la familia monoparental nos hace traer consecuencias y connotaciones distintas sobre el papel psicológico. Nuestra sociedad sufre la crisis de la "paternidad", que es un vacío y rechazo a todo lo que suene a "autoridad". Concebir un Dios abuelito, maternal o poco exigente, podría ser una consecuencia de aplicar ésta teología feminista a la Trinidad, como bien afirma Javier Garrido. No es correcto, en mi opinión, hacer una traducción Bíblica intercambiando los términos "padre" y "madre", por las connotaciones culturales que tiene. Estamos ante un lenguaje insuficiente y analógico, términos que tratan de mejorar y avanzar en la expresión más correcta y profunda del misterio de la Trinidad. Tarea, sin ninguna duda, difícil y compleja para la teología contemporánea, de ahí sus problemas y descentramientos.

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