17. Cristología. La cristología de la literatura joánica.
17. Cristología  

LA CRISTOLOGÍA DE LA LITERATURA JOÁNICA.

Muchas de las cuestiones examinadas en los Evangelios Sinópticos son aplicables perfectamente a la literatura joánica. Incluso podemos ir más lejos, afirmando, como ya hicimos en capítulos previos, que la comunidad del "discípulo amado", encerrada en si misma durante algunos periodos, había logrado la Cristología más profunda del NT.

El Evangelio de San Juan empieza con el himno más interesante de los cuatro evangelios. Su interpretación ha sido discutida por casi todas las corrientes teológicas del siglo XX, dada su avanzada cristología. Para Bultmann era un himno gnóstico, para Schlier, Käseman o Schnakenburg es un himno cristiano, semejante a otros paulinos. Seguramente estamos ante un himno creado por la comunidad joánica, que en su profundización sobre la figura de Cristo quiere polemizar, resolver y presentar su postura ante gnósticos y judaizantes. En éste himno hay una idea de eternidad para el Hijo que se encarna, es el logos mediador que se hace carne por la humanidad. Es un texto molesto para las nacientes herejías de su tiempo.

En el Evangelio de Juan es relevante el distinto lenguaje empleado, más simbólico; y paradójicamente más directo, siempre con la idea de justificar y dar prueba de que Jesucristo es el hijo eterno del Padre. Los milagros son llamados "semeia", señales, signos, pruebas de que Cristo es el logos encarnado. Los textos de los milagros son progresivos, la persona es curada y su proceso de conversión es descrito en paralelo con su recuperación terapéutica. Esas acciones y gestos los hace Jesús en una unidad total de acción con el Padre, una inmanencia mutua en la actuación y con una fórmula exclusiva de éste evangelio: el "yo soy", la utilización del verbo "ser", "ego eimi" es única, los demás evangelios no lo tienen.

El código semiótico del proceso judicial Judío hablaba de la necesidad de dos testigos para probar las cosas, en Jesús el testimonio es dado también por dos elementos: las obras y el Padre. Estos testigos son la legitimación que Jesús mantiene en este Evangelio. En el código onomástico hebreo, es llamativo como la vinculación del Padre con el Hijo era total, el nombre es el mismo, la acción es la misma, representa una misma cosa, una casa, una propiedad, y una familia. Lo hecho por el Hijo era totalmente refrendado por el Padre. Así sucede en el cuarto Evangelio, la comunidad de ser es total con el Padre. Por eso, cuando se dice que Jesús es Hijo Unigénito del Padre, se está diciendo directamente que es Dios. Precisamente es en éste Evangelio donde aparece más clara la acusación a Jesús de blasfemia, "de hacerse como Dios". También se trasparenta más claramente una fe trinitaria: "yo y el Padre somos uno", y el "os enviaré el Espíritu Santo".

En esta teología joánica es usado el término "yo soy" con profusión. "Yo soy" aparece en los relatos del buen pastor, de la puerta, la resurrección y la vida, el camino, verdad y la vida, el pan bajado del cielo,... constantemente la expresión es aplicada subrayando la divinidad y la misión de Cristo. Jesús es el Mesías. Incluso en el proceso y la muerte se afirma la divinidad, "yo soy". El tratamiento simbólico y la relación de quién es Jesús para los hombres es mucho más fuerte, más plural, es como si la riqueza de la persona de Jesús no se agotara fácilmente. Jesús es muchas cosas para los hombres, el perfil principal está definido en el himno primero, es el Unigénito de Dios encarnado, y a lo largo de su vida, Jesús es para los demás.

Otro aspecto destacado en este Evangelio es la dualidad con la que plantea las cuestiones. La ruptura de plenitud de los Sinópticos está ya vinculando a las comunidades. Emplea el término Judíos para referirse a los que no se han convertido a Él, que se quieren autoexcluir del Reino traído desde el Padre. Frente a los Judíos se presentan los seguidores del Señor, que son pocos, incluso da la impresión de ser un grupo muy minoritario. También encontramos una dualidad fuerte en la relación con el mundo, ser o no ser de éste mundo, estar en él sin pertenecer a Él, con un lenguaje simbólico paralelo: la luz y la tiniebla, que recorre constantemente el texto. O se pertenece o no, no caben las medias tintas.

Una particularidad del evangelio de San Juan es como el relato de la Pasión presenta a Jesús ofreciendo su vida, entregándola, con un control de la situación. No sucedía así con los Sinópticos. Es una comunidad que reconociendo en Cristo su naturaleza divina, lo expone sin ningún tipo de complejo.

Aun no considerándolo propiamente joánico, el Apocalipsis tiene una titulación para Jesús coincidente con el Padre: es digno, pero es que es Alfa y Omega, vive por los siglos, es Rey de reyes, Señor de señores. Asume las funciones de escudriñar los corazones y las entrañas, dirige la historia del mundo. Es el Señor, Dios mismo.

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