17. Cristología. Introducción a la historia del dogma cristológico.
17. Cristología  

INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DEL DOGMA CRISTOLÓGICO.

La historia del dogma cristológico siempre ha estado relacionada con la construcción del dogma Trinitario. En la práctica, cuando se niega la humanidad o divinidad de Jesús, se acaba por negar o resituar el dogma de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto es lógico, puesto que hablar de Jesús, es hacerlo de la segunda persona de la Trinidad, con todo lo que pueda significar e implicar. El problema de las teologías que han separado el Jesús histórico del Cristo de la fe, es terminan siendo incapaces de descubrir al Hijo Unigénito en la persona de Jesús. La Trinidad se resiente.

Las dos grandes líneas cristológicas que se han formado a lo largo de los siglos hablan de una cristología descendente y otra ascendente. La primera, hace referencia a la encarnación y la ascendente a la crucifixión y ascensión. Recogen así los movimientos del Hijo, hacia abajo encarnándose, y hacia arriba subiendo al Padre. En el fondo, deberíamos tender a unificarlas, puesto que estamos hablando de la misma persona: Jesús, Cristo, el Hijo Unigénito. Si lo separamos excesivamente, y éste ha sido el riesgo teológico, desordenamos el equilibrio dogmático de Jesús, hombre y Dios verdadero, el Hijo en la Trinidad. La cristología descendente pecará de exagerar la divinidad del Hijo, como alguien ajeno a nosotros que viene. Es Dios que viene al hombre. La cristología ascendente exagerará su humanidad, Dios lo ha elevado, el hombre se va hacia Dios.

Ese desequilibrio tiene como consecuencia la radicalización de las dos naturalezas de Cristo. La humanización de Jesús, siempre necesaria, pero en olvido de su carácter divino, puede convertir a Jesús en un hombre sin capacidad de redención, la cruz perdería significado, es la muerte del justo, pero no la redención de los pecados, el intercambio no se produciría. La otra radicalización es afirmar en exceso la divinidad de Cristo y convertir a Jesús en un ser alejado de los hombres, no suficientemente encarnado, deja de ser "hijo del hombre". Estas dos tendencias, tentaciones de explicación dogmática, siempre han estado vivas en las comunidades cristianas de ayer y de hoy, con posturas más o menos radicales. Hoy sigue pululando la tendencia de ver a Cristo como alguien extraordinario, un héroe revolucionario, un personaje sorprendente de la historia, pero en otros contextos, la divinización de Cristo le hace ser alguien lejano al hombre, un juez terrible al que le pedimos clemencia a través de su Madre o los Santos.

Otro de los problemas de la Cristología es la dificultad de explicar la relación entre la divinidad y la humanidad en Cristo, la comunicación de naturalezas. Jesús es hombre y Dios plenamente, pero, ¿cómo coexisten esas dos naturalezas en uno sólo? Desde lo matemático y lo Aristotélico, la tentación es separar las naturalezas, aislarlas, como dos personas distintas. La otra tentación es que la mezcla es tan fuerte que la naturaleza divina absorbe y destruye la naturaleza humana, se mistifica a la persona, y así, Jesús sabía todo lo que le iba a pasar, como en una representación teatral. El equilibrio es alcanzado en los cinco primeros Concilios Ecuménicos de la Iglesia, Jesús es uno y el mismo, su naturaleza es humana y divina, totalmente y perfectamente hombre, y total y perfectamente Dios.

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