17. Cristología. La cristología de los Padres Apologistas.
17. Cristología  

LA CRISTOLOGÍA DE LOS PADRES APOLOGISTAS.

Con los Padres Apologistas va apareciendo una defensa de la fe cristiana desde categorías filosóficas estoicas del logos. Su intención es deshelenizar la filosofía estoica de la que parten y cuyo lenguaje utilizan. La fe de estos Padres es fuertemente Trinitaria y Cristocéntrica.

En el estoicismo se defendía la objetividad de la palabra y la idea frente al escepticismo académico, para eso elaboran la tesis del logos, el círculo del logos que diferenciaban en tres tipos: "logos spermatikos", como alma del mundo que da la vida, es como un fuego; "logos endiazetos", es una chispa de ese fuego pero en el interior del hombre, lo llaman ennoia, porque es capaz de pensar; y finalmente el "logos proforikos", que expresa también un logos interno pero proferido al exterior en forma de palabra. La palabra es parte de la idea y éste parte de la realidad, es un panteísmo materialista universal lo que conciben los estoicos.

Los Apologistas entienden el logos de forma diferente, usan un lenguaje parecido, pero le dan la vuelta afirmando que el logos interno de la salvación y de la creación (el logos endiazetos), es engendrado directamente por Dios. La base está en la relación eterna, es eternamente creado, engendrado, encarnado de María y el Espíritu Santo para nuestra salvación. Para Teófilo de Antioquía el "logos endiazetos" interno está en el corazón del hombre. Con esta interpretación deshelenizan el estoicismo, convierten el panteísmo en monoteísmo.

Es importante que emplean el término "engendrado por Dios", confundiendo en ocasiones con el término "creación". La teología no ha podido precisar tanto todavía, es significativo, sin embargo que tienen ya la metáfora de la luz que enciende otra luz, Jesús es engendrado, es "Dios de Dios, luz de luz", igual que una llama enciende otra llama, sin perder nada de sí, así es engendrado el logos, el Hijo Unigénito, Jesús, lo cual supone un corte con el emanantismo estoico.

De todos estos autores destaca por un lado San Justino, que llega a usar conclusiones antropológicas muy platónicas. Habla de teoría de la participación aplicado a la creación, "todos son hechos también por el logos", esto implica eficiencia, ejemplaridad y presencia. La rectitud de conciencia viene de eso, que Dios nos ha hecho libres y capaces de rectitud de conciencia. Hay una presencia especial del logos en Cristo, para San Justino, pero no logra desarrollar ésta idea.

Vemos tres autores decisivos en la cristología, pertenecientes al siglo II y III. El primero de ellos es San Ireneo, pertenece al Occidente, aunque escribió en griego original. Luchó denodadamente contra el gnosticismo. Insiste en la unidad de Cristo: va a ser uno y el mismo, Dios y hombre. La Cristología que elabora es ante todo soteriología, tratado sobre la salvación, recapitulación de la creación, Cristo cósmico. Es la creación que gime con dolores de parto, siguiendo a San Pablo. No olvidemos que San Ireneo es un autor muy vigente y de moda por la teología contemporánea.

En San Ireneo la salvación es hecha como un intercambio. El hijo de Dios se hizo hijo de hombre para que nosotros nos hagamos hijos de Dios. Intercambiamos la filiación, la inmortalidad, Cristo muere para que nosotros vivamos, da su vida por nuestra vida. Contra los gnósticos manifiesta que "sin encarnación no es posible la redención". Nos redime siendo Dios, para divinizar la naturaleza humana. Su clave terminológica es la "kénosis", el abajamiento, la humillación para la elevación. La Eucaristía la dibuja como promesa de fidelidad. La redención conlleva en San Ireneo una educación para la libertad, el pecado no desaparece en San Ireneo, como en ocasiones se ha querido interpretar.

Nuestro segundo autor es también latino, Tertuliano. El grupo herético de entonces era el modalismo o sabelianismo que decía que Dios es una sola persona divina que se manifiesta de tres modos en la historia, es una mónada con diferentes disfraces. Tertuliano es decisivo por haber desarrollado el lenguaje trinitaria, es el iniciador del lenguaje latino referido a la trinidad: persona como individualidad en sentido metafísico. Dice Tertuliano que es "una sustancia y tres personas". Esta terminología es empleada en Occidente y aceptada en Calcedonia, el problema del lenguaje sólo se mantuvo en Oriente durante algún tiempo más. Tertuliano más tarde abrazó la herejía montanista, muy catárquica y excesivamente rígida y ascética, que en aquel momento estaba extendida por el Norte de África. Su soteriología es muy imperfecta, no hay intercambio sino simplemente enseñanza, especulación. De la afirmación "Jesús es el camino, la verdad y la vida" se queda en la verdad, sin descubrir el sentido del camino y la vida. El cristianismo es demasiado parecido a una escuela de aprendizaje, es un pre-pelagianismo, el hombre casi se redime por sí solo, no necesita más que conocimientos.

Nuestro tercer importante autor es Orígenes de la escuela Alejandrina. Este autor vivió en la misma época de Plotino, la influencia que recibe de la filosofía neoplatónica es mayor que otros coetáneos cristianos, siendo difícil de entender por su gran complejidad. Alberga el deseo de explicar la trinidad cristiana desde la trinidad filosófica de Plotino. En Plotino todo viene desde la emanación, que hace proceder todo. El "pneuma" o "nous" son espíritu de inteligencia, el alma es sensible. Al cristianizar esto lo hacen mal. Orígenes inicia un lenguaje dogmático para oriente, la frase "mia fisis, tres hipostasis", es de él, podríamos traducirla hoy por "una naturaleza, tres sustancias". La interpretación que hace es problemática porque incorpora la emanación como teoría, que para los cristianos será derivación. Las "hipostasis" están jerarquizadas, en orden al ser, como hicieran los platónicos. Es decir, el logos es un Dios de segunda división, es eterno y procedente del Padre por generación pero inferior ontológicamente, no es un subordinacionismo en sentido estricto, pero sin duda está muy cerca.

La cristología de Orígenes es aún más extraña. Dice que el alma de Jesús estaba unida al logos antes de la encarnación, por eso no fue castigado a la cárcel humana el alma de Cristo. En esta comprensión el alma es criatura y el logos engendrado. El alma queda unida al logos que es eternamente engendrado. Si lo interpretamos vemos que identifica logos e hipostasis, partiendo además de la preexistencia del alma, que tiene que vincular así al logos. En el fondo hay un cierto desprecio por la materia, no captando bien el sentido de la vida terrena y la resurrección de Cristo en cuerpo. No obstante fue condenado unos años después de su muerte, aunque su herencia fue decisiva para las distintas escuelas teológicas. Fue un santo varón maltratado por la historia.

En lo soteriológico vuelve a caer en un cristianismo sapiencial, Cristo se encarnó para enseñarnos cosas, es misterio y símbolo pero en un sentido comunicativo de la verdad, muy semejante a Tertuliano.

Previo al Concilio de Nicea del 325 nos encontramos con signos de tensión teológica y política, que en el futuro se amplificarán. El Apolinarismo, que arranca en Apolinar de Laodicea, afirmaba que el alma de Cristo es del Hijo y dirige la acción, Jesús no tiene alma humana. Para ellos, en Jesucristo existe una naturaleza, encarnada del logos de Dios. Apolinar admite del platonismo el cuerpo y el alma sensible. Así el logos haría las veces de alma espiritual porque el alma sensible es libre y puede pecar, en Cristo no hay lugar para un alma humana dotada de libertad. Apuntando con esto ya a una cierta negación de la humanidad de Jesús.

Malción dice que el logos haría las veces del alma humana. El problema es que el alma humana no es posible en Cristo, porque ésta es libre e impecable, por lo que acaban destruyendo la humanidad de Cristo. No conciben la libertad y la impecabilidad unidas, piensan que la libertad siempre lleva el pecado de hecho, no como posibilidad.

El panorama se va tensando, hay una necesidad de aclarar conceptos e ideas, de formular unas definiciones que sean iguales, que expresen la unidad de los cristianos. Un deseo que es querido además por el Emperador Constantino, el cual convocará el primer Concilio en Nicea en el 325, para salvar la unidad religiosa del Imperio.

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