17. Cristología. La cristología posnicena: la crisis arriana y el Concilio de Nicea del 325
17. Cristología  

LA CRISTOLOGÍA POSNICENA: LA CRISIS ARRIANA Y EL CONCILIO DE NICEA DEL 325

La aparición del sacerdote Arrio en Alejandría pondrá en marcha todo un proceso de elaboración dogmática, especialmente ante la división escandalosa de los Obispos Orientales. El punto de partida del pensamiento de Arrio es el aristotelismo racionalista de fondo.

Arrio establece la separación de las especies, al igual que Aristóteles, de ahí que las substancias no sean compartibles. Así, lo mudable no podrá ser a la vez inmutable. Su silogismo es racional: Dios es eterno e omnipotente, es inmutable. El hijo, Jesús, sufre y muere en la cruz, es mudable. Como lo mudable y el inmutable no pueden ser de la misma naturaleza, luego el hijo no es consustancial al Padre, son de naturalezas distintas. Su conclusión es que el hijo no es Dios, negando la divinidad del logos encarnado.

En el Concilio de Nicea del 325, cuando se tratan estas cosas, hacen una defensa de la fe trinitaria y cristológica contra los gnósticos y contra los que niegan la humanidad de Cristo, arrianos y otros. Elaboran una profesión de fe, un símbolo de unidad: Cristo es nacido Unigénito del Padre, es de igual sustancia que el Padre, es Dios de Dios y luz de luz, es Dios verdadero de Dios verdadero. Son sentencias que pronunciamos en nuestro credo.

Las afirmaciones son tajantes: "es engendrado, no creado", refutando a Arrio que afirmaba precisamente lo contrario, que Cristo había sido creado, era criatura, hubo un tiempo en que no existía. Para los padres de Nicea es verdadero Dios, y por tanto eterno. La afirmación "consustancial al Padre", tendemos a traducirla por "de la misma naturaleza que el Padre", pero puede dar lugar a confusión. Nicea quiere decir sin más que la misma divinidad tiene el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El problema es luego la interpretación de ese término "homoousios", consustancial al Padre. Los distintos Obispos participantes no acabaron de aterrizar, para algunos hay que interpretarlo aristotélicamente, como una unidad numérica, otros como en una jerarquía.

Después continúa el credo recogiendo las afirmaciones salvíficas. La condena y los anatemas de Nicea son para aquellos que negaban la eternidad del Hijo, o que fue hecho o creado. Para Nicea fue engendrado, es eterno, y aunque su naturaleza pueda parecernos mudable, es igual a la de la divinidad. Nicea defiende la divinidad y la humanidad de Cristo, con la historia de salvación en el centro. Fue una fórmula de consenso, pero no satisfizo totalmente a la mayoría.

De los pocos defensores de Nicea, uno de ellos será San Atanasio, que se mantuvo fiel a lo afirmado allí, a pesar de las persecuciones por defenderla. San Atanasio es imprescindible por haber introducido en su teología las formulas Trinitarias de Tertuliano: "una naturaleza y tres personas". Su cristología está ordenada a la soteriología, al igual que San Ireneo, también desarrolla una dialéctica y teología del intercambio. Se diferencia en que no hace una teología de recapitulación. Su tendencia es más sapiencial y mística. Su teología es la contraposición entre humanidad del verbo y la divinización del hombre, la corporalidad del Verbo y el conocimiento del Dios invisible, la mortalidad y la inmortalidad. Ese intercambio para nuestra divinización es el principal argumento contra los arrianos. El verbo es consustancial al Padre, y por su participación nos hacemos partícipes a Él, si hubiera sido criatura no podría hacernos partícipes de Dios, no nos deificaría. Este argumento es similar al empleado para defender la divinidad del Espíritu Santo, no es posible nuestra santificación si no es Dios mismo.

Esta teología eleva el Misterio de la Encarnación, lo hace signo especial de la Redención. El intercambio se produce en la encarnación, corriendo el riesgo de olvidar, o poner en segundo plano la cruz y la resurrección. Esta es una característica de la teología en Oriente y en el mundo Ortodoxo, la teología de la gracia y del intercambio ascético, la edificación del cristiano y la manifestación del Padre en la encarnación. Es una teología más optimista que la teología de la cruz y la resurrección de San Pablo.

San Atanasio proclama también la tradición Alejandrina, Jesús es uno y el mismo. Es decir, se va llegando al segundo problema, el de la comunicación de la naturaleza de Jesús. San Atanasio lo explica partiendo del intercambio, para que Cristo pueda redimir a todo el hombre es necesario que asuma la naturaleza humana completamente. Pero la tendencia platónica le hace interpretar la actividad humana de Cristo insuficientemente. Los sufrimientos de Cristo son mera apariencia de su encarnación, quitando el verdadero sentido a la existencia humana y reduciendo la "kénosis", el anonadamiento de Cristo. Esta tendencia estará presente también más tarde. Lo decisivo es que mantiene la formula: "Cristo, Dios y hombre, uno y el mismo", fórmula decisiva en el Concilio de Calcedonia del 451.

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