19. Escatología. La Escatología de los Santos Padres. La resurrección de los muertos.
19. Escatología  

LA ESCATOLOGÍA DE LOS SANTOS PADRES. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.

Si la resurrección de los muertos en el contexto Hebreo indicaba que Dios devolvía y no abandonaba a los elegidos al poder de la muerte, en el NT, la resurrección de Jesús trastoca y da definitivamente el espaldarazo a esta doctrina: los muertos resucitarán. Es muy importante para los Padres de la Iglesia la interpretación y aportación de San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, donde habla claramente de que resucitaremos con Cristo en el final, 1Tes 4, 17. El problema era si iban a resucitar todos a una nueva vida, o sólo los todavía vivos. Pablo reafirma que los muertos en Cristo resucitarán primero, y después nosotros los vivos. Esta doctrina de San Pablo ha suscitado a lo largo de la historia de la Iglesia muchas dudas y problemas. El peligro de desviación en grupos sectarios, gnósticos era muy fuerte al principio, pero el riesgo de una fuerte influencia del platonismo en el cristianismo dispara la duda.

Por eso constatamos como en los Padres de la Iglesia, especialmente San Justino o San Agustín, hay tantas alusiones al respecto. El problema está sobre todo en el modo de resucitar, no en la resurrección en sí. Es problema la corporeidad de los resucitados, la reconstitución y mantenimiento de algo considerado culturalmente como corruptible y negativo. La resurrección de la carne era rechazada por el mundo griego, que no comprendía que algo material e inferior, como el cuerpo, tuviera que volver a la vida. Por eso son abundantes los grupos heréticos y gnósticos que eliminan la fe en la resurrección de la carne. Estos grupos, incluyendo el platonismo, no ponían obstáculo en la resurrección del alma, pero la constitución de nuevo de los cuerpos era muy extraña, incluso absurda para los griegos.

La apologética cristiana buscaba convencer del hecho de la resurrección, aunque pareciera imposible devolver la vida a los cuerpos corrompidos y descompuestos, no lo era para Dios, para quien no hay nada imposible. Dios sería un alfarero que vuelve a modelar lo destruido por la muerte. En el fondo buscan alejarse del platonismo y de la teoría de la reencarnación de las almas, también huyen del retorno perpetuo. Para la apologética cristiana hay un final, no una reencarnación sucesiva y sin límite. Ese final es la resurrección de los muertos, entendida como la resurrección de la carne. Esta defensa de la corporeidad se hace también en la encarnación misma, Dios se hace hombre carnalmente, toma carne, es hombre verdadero. La carne no es tan mala para el cristianismo como para el helenismo: Cristo es hombre de carne, y en el cielo sigue teniendo esa carne, ahora resucitada.

Para defender el hecho salvífico de la resurrección de los muertos, la patrística se ampara en el poder creador de Dios. Se recurrirá a la figura de Cristo para exponer la encarnación, muerte y resurrección del Señor, como anticipo e inicio de un itinerario. El último problema será la identidad del cuerpo y su reconstrucción. Es necesario echar mano de una antropología más elaborada, que es lo que late en el fondo del asunto, un problema antropológico pendiente.

Tampoco los padres entran muy a fondo en estas cuestiones, y cuando lo tratan es indirectamente en un contexto cristológico o antropológico. A pesar de estar presente su afirmación en los símbolos de la fe, en lo que llamamos el credo. Ahí aparece el dogma de la resurrección de los muertos como equivalente a resurrección de la carne, está expresado permanentemente y se relaciona con una escatología colectiva, universal y para todos los hombres. Será en el último día, en la parusía, y los muertos lo harán con sus cuerpos, en la carne que tenemos que será resucitada. Se afirma que resucita el cuerpo humano, y el mismo cuerpo humano. Resucitaremos al igual que Cristo resucitó de entre los muertos.

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