19. Escatología. La escatología de los Santos Padres. La muerte eterna.
19. Escatología  

LA ESCATOLOGÍA DE LOS SANTOS PADRES. LA MUERTE ETERNA.

La teología de la vida eterna tiene su paralelo con el camino que conduce a la muerte eterna. De alguna forma está indicado en el AT, el "sheol" es el lugar de los muertos, es lugar de oscuridad y de tinieblas, más se parecería a la idea que tenemos de infierno hoy, que de vida eterna. Esta categoría sucede a todos los hombres. Hay un cambio anticipado en el Judaísmo tardío, no hay un mismo final para todos, y esto está avalado por la idea de justicia divina. En el mismo Jesús hay dos posibilidades, la salvación o la condenación, el camino ancho o el estrecho. Esta segunda posibilidad está representada en una imagen de tinieblas, donde será el llanto y el rechinar de dientes. Es una idea algo alejada de la concepción popular del infierno, con calderas y fuego para los malos, que la imaginación popular luego ha recreado.

La época patrística elabora una teología sobre el infierno, sin ser el centro de la predicación cristiana, tampoco lo fue de Jesús ni de los apóstoles, no rehuyen el tema. Desde los apologistas se va interpretando el infierno como un elemento de justicia social, castigando a los que se escapan de éste mundo sin juicio ni condena. Esta justicia eterna no deja inmunes a los malvados. Incluso el miedo al castigo puede empujar a los hombres a cumplir las normas morales.

Orígenes de Alejandría, de nuevo rompe con la tradición hasta ahora expuesta, concibiendo la pena como algo medicinal, no tendría sentido una condena eterna, sino que al final tendría que haber una nueva opción del alma a favor de Dios, una especie de segunda oportunidad para las almas condenadas, doctrina que va a coincidir con la purificación de las almas en el llamado "purgatorio". Estas tesis de Orígenes fueron condenadas poco después, volviéndose a afirmar la eternidad de la muerte en el infierno.

La muerte eterna, es concebida como una condena, una pérdida definitiva del Reino, y es presentada por otros Padres de la Iglesia como la mayor de las desgracias posibles para el hombre. Es una pérdida que lejos de ser física, indica San Agustín, es el dolor absoluto por la ausencia de Dios, es la total soledad.

No aparece estas cuestiones del infierno ni de la condena en el Magisterio de la Iglesia de esos siglos. Hay una descompensación, es más importante la gracia que la desgracia, no es mencionado siquiera por los símbolos cristianos. Sólo en el "quicumque" símbolo de finales del siglo V aparece la mención de la condena para el fuego eterno. Hasta el siglo noveno no se menciona para nada el infierno en el Magisterio, lo cual prueba el poco interés que suscitaba en los Padres de la Iglesia.

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