19. Escatología. La escatología contemporanea. Siglo XIX y XX.
19. Escatología  

LA ESCATOLOGÍA CONTEMPORANEA. SIGLO XIX Y XX.

La creciente secularización del pensamiento cristiano en el siglo de la Ilustración hizo una crítica fuerte contra una escatología popular, donde se recreaba más en la superstición, el infierno y los males de la muerte, que verdaderamente el seguimiento de Cristo. El antecedente de estos cambios podemos verlo en Kant, que plantea desde la razón "¿qué puedo esperar?". Lo hace como paz eterna, como algo que se realiza en este mundo y que desarrolla unos valores políticos y sociales. Kant lo fundamenta en un Dios omnipotente, providente y sabio, y en la autoconciencia humana.

Si nos vamos al XIX vemos el pensamiento de Hegel, que comprende el cumplimiento de la historia en el espíritu absoluto, la totalidad del todo que integra el ideal de vida, la moralidad y el saber absoluto. Surgen, como primos hermanos de la escatología, otros estudios como la teleología, cuya preocupación en la filosofía es el fin de los seres, del mundo y de las personas, es el interrogante del sentido o del azar para lo que existe. También estas utopías del siglo XIX, como realizaciones del "espíritu" o de la "historia" enlazan con la escatología de la Iglesia, es el sueño de la perfección utópica querida y alentada por el cristiano, que coincide, en algunos casos, con el deseo sincero de un mundo mejor. Distinta perspectiva, pero necesaria para entender la escatología del siglo XX es el pensamiento del ateo Marx, que entiende la solución de la historia en el comunismo, como la sociedad idílica que libera a los hombres de las realidades alienantes de la propiedad, el capital, la religión o el poder oligárquico. La salida es fundamentalmente la revolución, la ruptura con aquello que esclaviza a los hombres. Marx niega la muerte como problema, lo importante es el colectivo.

Son diferentes las aportaciones que la filosofía va haciendo al sentido y finalidad de la historia. Muchas de ellas influyen y llegan desde sectores muy dispares. Así, por ejemplo, Bergson aporta su diferencia entre el tiempo pensado y el tiempo vivido, no como algo idéntico. Lo primero sería el tiempo en sí mismo, y lo segundo el experimentado. También en términos clásicos podemos distinguir el "cronos", como tiempo constante, definitivo, directo, y el "kairos", el tiempo de la salvación, el tiempo especial de Dios. Toda la cuestión del tiempo es importante para la escatología, cosa que no había sucedido antes.

En el tiempo descubrimos como se va haciendo importante separar el "pasado", como algo cargado de hechos, con una consistencia y fuerza para el hombre, el pasado está ya fosilizado y es fruto de una libertad ejercida por el hombre. El "presente" sería el instante inalcanzable, que cuándo se quiere atrapar se escapa y se convierte en pasado. El "futuro" abarcaría todo un campo de posibilidades y novedades para el hombre. Le interesa el espacio en cuanto que busca en el mundo concreto la construcción del reino utópico de Cristo. Es lo que llamamos la teología de la esperanza, que resurge con fuerza tras una segunda guerra mundial que deja Europa sumida en la destrucción por la masacre y la guerra.

El movimiento histórico escatológico del siglo XX, tiene como principal teólogo a Oscar Cullmann que afirma que Dios ha actuado en la historia. Por eso decimos que es historia de salvación. Esta historia de salvación tiene un especial significado escatológico, por la tensión entre el reino, que "ya" está entre nosotros, pero que "todavía no" ha llegado a la plenitud. Erns Bloch, un filósofo marxista del siglo, muy interesante por sus estudios sobre la esperanza, dice que la religión no es el opio del pueblo, sino que abre al hombre a nuevas perspectivas. La clave del hombre es el futuro, que se hará en la intrahistoria, el hombre es una posibilidad que no se agota y que está abierto al infinito. El ser de Bloch es el deber ser, siendo el futuro un proceso dialéctico entre sujeto y objeto, hombre y ambiente, e individuo y sociedad. El final será la sociedad sin clases, humanizada y en comunidad.

El autor que sintetiza estas dos líneas de pensamiento, tanto a Cullmann como a Bloch, es Moltmann, el cual fundamenta su teología en el principio esperanza, que debe tener primacía, y que empuja al hombre a la caridad y a la fe. La resurrección es un hecho histórico comprobado en este teólogo, y es una esperanza, una garantía para el creyente. El hombre de hoy debe redescubrir la esperanza, y la escatología se debe centrar en la esperanza de un mundo mejor, que intentamos construir ya. Dios es la potencia del futuro, Cristo es aguardado en espera y la redención debe ser entendida en Iglesia, en la comunidad cristiana, como cuerpo social que trasforma el mundo con la ayuda del Señor.

Otro importante autor, que influyó en el Concilio Vaticano II es el holandés Schillebeeckx, que habla de tres funciones en la teología esperanza. La primera sería la función kerigmática, el anuncio debe ser reformulado y acercado a los hombres para poder mirar el futuro. En segundo lugar, la teología de la esperanza tiene una función política, debe presentar un ideal de futuro, motivando al hombre a luchar, comprometerse y trabajar por la realidad, haciendo de ésta una praxis y una construcción de un mundo mejor. La tercera función de la teología esperanza es la liturgia, la unión de lo humano y lo divino en la mesa de la Eucaristía.

También el pensamiento de la teología política de Metz y la teología de la liberación en Latinoamérica han trabajado estos temas. Se busca descubrir mejor la intervención de Dios en la historia, y replantearlo desde el compromiso preferencial por los pobres, que lleva a la comunidad cristiana a liberarse del pecado en todas sus facetas, dicho de otra forma, se quiere la construcción de un mundo mejor, más justo y solidario.

Los estudios escatológicos, tradicionalmente olvidados en la teología, fueran tenido en cuenta en mayor medida. No olvidemos además que en la primera mitad del siglo XX se va produciendo una renovación teológica importante, que pasa por la construcción de la teología desde los escritos Bíblicos y que confluye en el Concilio Vaticano II (62-65), donde se quiere encajar correctamente la escatología con la pastoral de la Iglesia. La esperanza y la escatología contemporánea pide así a los hombres tomar conciencia de las injusticias actuales, de la necesidad del cristiano de denunciar las estructuras de opresión. Pide también actuar comprometiéndose por la liberación integral de los hombres. La escatología es acción por el Reino, no una espera pasiva, o una salvación individual. La escatología donde los hombres se salvaban individualmente, cada uno por su cuenta, donde los hombres hacen méritos para ir al cielo, supone una práctica hoy considerada poco encarnada. La misión del laico es el compromiso con el hombre de hoy, la transformación de las realidades temporales en la construcción de un mundo más justo, fraterno y solidario. Un mundo que llega por obra del Espíritu Santo, pero que cuenta con nosotros para llevarlo a cabo. Todo esto confluye en el Concilio Vaticano II.

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