ESCATOLOGÍA COLECTIVA. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.

La fe en la resurrección no es algo añadido al final del proceso humano o cristiano, sino que en la entraña del diálogo del hombre con Dios, se encuentra la presencia de un Dios que es vida, dueño, creador o vivificador,... Es la fuente de la vida. Por eso la fe en la resurrección está unida a la fe en la creación y en la salvación, es una unidad estrecha entre los dos estudios de la protología y la escatología, el principio y el final.

En el AT había un triunfo de la vida sobre la muerte, bajo la doctrina de la retribución, Dios devolvía la vida a aquel que se la había entregado. El justo, mártir de la fe, tenía que ser recompensado de alguna manera. También en Jesucristo, y en el NT, encontramos la fe en la resurrección, pero abundando en que no se trata de una vuelta a la vida mortal, sino como transformación en una realidad distinta y novedosa respecto a la llevada hasta ahora. Desde el NT comprendemos la fe en la resurrección de manera no independiente a la fe que tenemos en Jesús. Su enseñanza comporta la asunción en la corporeidad en la vida futura. Igual que la trasfiguración de Cristo, así seremos en la vida eterna, como Cristo ha resucitado, así resucitaremos con Él. Así es ratificado en la Escritura, como ya hemos visto.

La fe de los primeros apóstoles entendía que se estaba ante algo no fácilmente analizable. Cristo se situaba en unas categorías diferentes, resucitado les trascendía, no podían asirlo, no estaba ya sometido al tiempo y espacio. Así expresaban la ascensión, está resucitado, junto a nosotros, pero en una dimensión que no podemos controlar. El dato revelador para los discípulos es el sepulcro vacío, no estaba el cuerpo. También son determinantes las apariciones del resucitado, en ellas el cuerpo de Jesús no es reconocible a la primera por los discípulos de Emaus, está sujeto a unas categorías distintas a las nuestras. Pero además hay un interés especial de los escritos en decirnos que era él mismo, era su cuerpo con las marcas de la cruz. Los discípulos comen con Él, incluso Tomás mete la mano en su costado. Hay un interés especial para ratificarnos que era Él mismo, pero resucitado de la muerte.

La antropología dualista clásica, al separar al hombre en cuerpo y alma, estaba comprometiendo la escatología. El alma pasaría a gozar de la visión divina desde el instante de la muerte, y el cuerpo resucitaría solamente al final de los tiempos. Con el juicio final se volverían a encontrar, se fundirían otra vez en uno. Pero la teología contemporánea ha intentado retornar a la unidad de la resurrección, es todo el hombre el que vuelve de la muerte, todo hombre y todo el hombre. Hoy la antropología teológica trata de volver a la concepción hebrea del hombre, quiere recuperar al hombre entero como unidad. Esa resurrección del todo entero podemos entenderlo como la resurrección de toda la persona, todo el hombre, íntegro, delante de Dios. La resurrección final se produciría de todo el hombre, con una vuelta a las categorías de vida. El justo recibiría el premio escatológico en el mismo momento de la muerte, pero el momento común de la resurrección comunitaria sería en el juicio final, como algo comunitario y colectivo.

El Concilio Vaticano II aborda en un Magisterio extraordinario el problema de la resurrección de los muertos. El tema se enfoca desde la nueva creación y la restauración de todas las cosas en Cristo. En el fondo la resurrección de los muertos, el cómo, que interesaba tanto en otros tiempos a la teología, pertenece al campo de la fe. Las herramientas de Dios nos superan, pero además, la antropología debe dar sus pistas para poder elaborar correctamente esta noción, y hoy tal vez, nos falte instrumental: el hombre sigue siendo un misterio para nosotros. La resurrección de los muertos no podemos decir que sea sino como Cristo ha resucitado, en cuerpo vivo, es Él mismo pero distinto. Lo destacable es la vuelta a la escatología comunitaria. Es una edificación colectiva, la resurrección de los muertos es comunitaria y grupal.