22. Intro. liturgia sacramental. La teología sacramental en la Reforma y Contrarreforma.
22. Intro. liturgia sacramental  

LA TEOLOGÍA SACRAMENTAL EN LA REFORMA Y CONTRARREFORMA.

El enfrentamiento Protestante con las doctrinas Católicas tuvo en la eclesiología y los sacramentos uno de sus debates más encarnizados. Lutero elabora un sistema teológico completo, coherente y cerrado y con una especial diferencia en la antropología, los sacramentos o la eclesiología.

Si una de las principales afirmaciones de Lutero es que la Iglesia debía ser una sola estructura espiritual, sin proyección material, y que las mediaciones humanas, sean eclesiales o simbólicas están de más, entenderemos la profunda transformación que se produjo en la concepción de la vida sacramental entre las filas protestantes. Los principios de "solla scriptura", solla fides", implicaban que las mediaciones entre los hombres en particular y Dios son excesivas; y los sacramentos, salvo que tengan una base Bíblica, deben ser rechazados. Los sacramentos como signos visibles de algo sagrado no caben en el luteranismo. Lo sensible no es sacro.

Sin embargo, no se niega totalmente la práctica de los sacramentos, si bien queda reducida a algunas consideraciones. La primera es que los sacramentos pueden ser unos signos motivantes en la fe, no signos de Dios, sino que pueden ayudar al sujeto que lo recibe. Se subraya la subjetividad y el comportamiento personal del que lo recibe, pero se vacía de acción divina. En segundo lugar, dadas esas características, los sacramentos son radicalmente individuales, la comunidad no tiene peso, son prácticas personales y privadas, no comunitarias.

Se afirmaba también en ese momento, por parte de la teología Católica, que los sacramentos habían sido instituidos por Cristo, por eso debían ser respetados en su número. Es verdad que los sacramentos son instituidos muchos directamente por Jesús, pero también la Iglesia indirectamente propone y organiza. Desde el Catolicismo no es problemático, dado que ella misma es un signo sacramental de la gracia; pero esta posición, era negada por Lutero, admitiendo sólo dos sacramentos: el Bautismo y la Eucaristía, los únicos que consideraba instituidos directamente por Jesucristo. El sacramento de la Penitencia lo admitió en sus inicios como algo bueno para la vida cristiana, pero acabó siendo rechazado. No podía la Iglesia, según Lutero, decir que Dios había instituido unos sacramentos cuando estos no constaban en el NT. En el fondo está atado a su tiempo, si hubiera conocido en profundidad la teología patrística habría llegado a conclusiones contrarias, si son acciones de Cristo son válidas y eficaces independientemente del Mediador.

Los sacramentos, para Lutero, deben alimentar la fe, dado que el hombre ya está justificado por la fe en la salvación de Cristo. El sacramento es así una ocasión para profesar la fe, no un instrumento eficaz para la gracia. El "ex ope operato", es decir, que obre el sacramento, o que imprima carácter, de manera objetiva, es negado radicalmente por Lutero. Si puede llegar a tener algún valor es en virtud de la fe del sujeto que lo recibe.

La reforma Católica, o Contrarreforma, analizó en el Concilio de Trento las cuestiones suscitadas por los protestantes, a fin de resolver las dudas y aclarar las posturas teológicas, que eran muchas. Su intención no era contestar sin más la Reforma, sino intentar desde la doctrina de la Iglesia sentar opinión y conciliar los ánimos. Está claro que lo segundo no lo consiguió, pero la intención de los padres conciliares sí fue en parte el reconocer y dialogar con la verdad. Aun hoy el diálogo ecuménico encuentra en estas cuestiones el mayor punto de fricción con la teología reformada, tanto por parte de Católicos como Ortodoxos.

Trento respondió a las cuestiones sacramentales en la sesión séptima, aprobada el 3 de marzo del 1547. En ella se declara que los sacramentos son siete y que fueron instituidos por Jesucristo Todos ellos son necesarios para la salvación, no son signos meramente externos y confieren esa misma gracia "ex ope operato", basándose en la promesa de Dios para otorgar la gracia. Habla también de que imprimen carácter tres de ellos: Bautismo, Confirmación y Orden sacerdotal. Todo esto lo afirma Trento sin entrar en más consideraciones de tipo general. Es relevante como lo expuesto lo hace desde la negación a lo que indican los protestantes, con el consabido "anatema sit".

Esta catalogación y enumeración que el Concilio de Trento hace de los siete sacramentos, responde a la teología elaborada hasta el momento. Los padres de la Iglesia no habían concretado el número de misterios o sacramentos, de ahí que la Escolástica tuviera un interés, no sólo por indicar cuales eran, sino por jerarquizarlos y clasificarlos. Trento no entra en clasificaciones o categorías, simplemente indica que son distintos en dignidades, no son menos y no son más.

En la cuestión del "ex ope operato", la gracia del sacramento recibida de manera objetiva, Trento está contestando a la reforma desde una posición radical. La reforma afirmaba el valor del sacramento, de tenerlo, en la recepción del individuo, en su muestra de fe. Sin embargo, la Iglesia Católica quiere dejar claro que la promesa de Dios para el sacramento se cumple verdaderamente. Es Cristo el que promete su presencia en los mismos, que no puede estar condicionada a la fe subjetiva del que lo recibe. Porque Cristo muere por todos los hombres, incluso los no creyentes, su salvación y redención es independiente de la opción humana. Dios no puede estar condicionado a la voluntad y la fe de los hombres, porque dejaría de ser Dios. Por eso los sacramentos confieren la gracia, aunque la persona que los reciba sea un menor, como en el Bautismo, o se realice con miedo al castigo, como en la Penitencia. Aunque la persona no sepa que recibe a Dios en la Eucaristía, realmente lo recibe, de ahí la importancia que tiene para Trento, y para el Catolicismo la formación catequética para que la recepción de los sacramentos no se haga en la ignorancia.

La separación entre Protestantes y Católicos es fuerte. Para los primeros es importante lo subjetivo de la fe, la creencia concreta de los hombres, para los segundos lo objetivo de la fe se recibe en las mediaciones que Cristo ha dado a los hombres para conferir su gracia. Posiblemente el equilibrio se ajuste a lo intermedio, no se deben administrar sacramentos sin la suficiente preparación, aunque la gracia pueda actuar, ni tampoco calibrar su posible eficacia en la fe de los individuos. Esto es importante de cara a las múltiples comunidades cristianas, o experiencias de fe juvenil, que muestran su apego o desapego a la Eucaristía según los sentimientos que ha suscitado. La Eucaristía es siempre la misma, y si bien, los sentimientos del que los recibe, su disposición pueda ser diferente, la gracia conferida es siempre misterio de Dios para los hombres, acción divina en la comunidad cristiana, y en el creyente en particular. Mejor será vivirla con convencimiento y esperanza, pero la realidad humana nos permite comprobar lo difícil que puede llegar a ser su vivencia Que los sacramentos sean eficaces y objetivos es una liberación para nuestra subjetividad, antes que una carga.

Tras el Concilio de Trento la teología sacramental Católica no recorrió grandes avances, quizás por olvidar el espíritu y las circunstancias que movieron al gran concilio tridentino. La aceptación del hilemorfismo para la explicación de los sacramentos en los siglos siguientes sólo ha sido fracturada en el siglo XX. La viveza de la vida sacramental quedó postergada a la objetividad del sacramento. Los siglos venideros tuvieron como principal preocupación sacramental que la vivencia se hiciera en rigor, ajustado a lo objetiva y canónicamente dispuesto y a la formación catequética.

El siglo XX supuso para la teología sacramental una revolución, sin olvidar lo pretendido en Trento, se buscaban pasos nuevos, y se fueron dando volviendo a las fuentes Bíblicas y patristicas. Era preciso no dar tanta importancia al ritual externo, preciso y solemne, para volver a la celebración viva, al modo de los primeros cristianos. Las teología sacramental volvió a sus raíces, relegando en parte la teología sacramental de la neoescolástica. Si los sacramentos son encuentros con Cristo mismo, deben relativizarse otras cuestiones. Los ritos no son actos de magia objetiva y formal, sino que son encuentros con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y eso es lo más importante. No tendríamos tampoco que desdeñar la celebración correcta, manteniendo los signos que en la comunión de la Iglesia reconocemos como comunes y necesarios, pero el centro del sacramento no puede ser el ritual formal y concreto sin más, el centro es Cristo, y lo demás expresa la comunión de la Iglesia. Sin ritos no hay celebración, por eso es importante cuidarlos, pero lo que se celebra es lo determinante.

<< >>
1
Hosted by www.Geocities.ws