23. Teo. sacramentos iniciación |
EL
SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA EN LA IGLESIA En segundo lugar la Eucaristía es una acción de gracias, es decir, es un reconocimiento de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Por eso la Eucaristía es un don y un regalo, una tarea de la Iglesia, un esfuerzo y un regalo, siendo perfecto don. En tercer lugar se podría hablar de un fin propiciatorio, la Eucaristía nos otorga la salvación y la gracia, el perdón de los pecados, se aplica a nosotros. Lógicamente no es sustitución del sacramento de la penitencia, pero tiene un sentido de perdón, se aplica por los hombres, es una oración de reconciliación con Dios y con los hombres. También es la Eucaristía y una oración de súplica, de intercesión, de petición a Dios. En este sentido es mediación con la gracia. La Eucaristía beneficia así al que la celebra, pero también a toda la comunidad cristiana. La Iglesia hace la Eucaristía, la realiza en el misterio de la comunidad, en su seno y como lo más íntimo con Dios. Sin embargo, esa Eucaristía está también edificando los cimientos de la Iglesia. Desde la Eucaristía la Iglesia se descubre falta de unidad, es sacramento de la comunión, y su vivencia realiza más y mas la unidad en la Iglesia. La Eucaristía construye la santidad de la Iglesia. La hace ser más y más Santa, acercándose a Dios por medio de su Hijo en la unidad del Espíritu. Es el sacramento culmen de la vida cristiana, ya que constantemente renueva el interior del hombre, y en su acción edifica el Reino de Dios. La Eucaristía construye la universalidad de la Iglesia. Hace el reconocimiento en todos los lugares, nos encontramos en la Eucaristía, pero hace humanidad, es el banquete al que está convocado toda la Iglesia. La evangelización es perceptible en la celebración, su extensión y propagación es muestra de la universalidad de la Iglesia, siempre incompleta, y siempre en crecimiento. Finalmente la Eucaristía hace que la Iglesia sea fiel a sus orígenes apostólicos. Está hecha para la evangelización, para la misión, para los hombres. La escucha atenta de la palabra y la comunión del pan y el vino nos ayudan a ser más auténticos, fieles, arraigados en el cuerpo, y así a la cabeza que es Cristo. |
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