25. Teo. sacramentos de la misión. El orden sacerdotal en la Iglesia antigua.
25. Teo. sacramentos de la misión  

EL ORDEN SACERDOTAL EN LA IGLESIA ANTIGUA.

En los documentos cristianos de los padres apostólicos aparecen mencionados confusamente los principales ministerios, al igual que sucede en el NT, se emplean indistintamente los nombres: Presbíteros, Diáconos,... en ocasiones se emplea el nombre de apóstoles, profetas y maestros. Estamos en la transición de unos ministerios itinerantes a unos ministerios estables.

En la Didajé se mencionan los ministerios de Obispo y diacono. En Clemente de Roma se fundamenta el ministerio en Jesucristo y los apóstoles. El ministerio lo integran claramente los Presbíteros, Obispos y Diáconos, siendo instrumentos de la sucesión apostólica especialmente los dos primeros dada la predicación de la doctrina que tienen como encargo. En Policarpo encontramos que cuando se dirige a las comunidades lo hace a los ancianos de la comunidad, los Presbíteros y junto con éstos los Diáconos. Suponemos que alguno de ellos ostentaría el episcopado. En san Ignacio de Antioquía apreciamos la diferencia entre los tres ministerios, distinguiendo funciones diferentes. En el siglo II, pensamos que esta evolución se está produciendo en todas las comunidades cristianas de Oriente. Esta fijación de los tres órdenes: Diáconos, Presbíteros y Obispos, está asegurada en el siglo III para toda la Iglesia, ya incluido Occidente. Lo cierto es que encontramos una relación muy fuerte entre Obispo y Presbíteros, con una misión semejante, y una presidencia monárquica (el Obispo) y colegial (se habla de presbiterio). Se configuran en estos primeros siglos como una institución divina trasmitida por los apóstoles, con la función de la predicación y la presidencia del culto.

Desde el siglo III, y por influencia del Derecho Romano, se van introduciendo términos distintos para referirse al ministerio ordenado. El sustantivo "ordo", orden, se va designando a las personas separadas del pueblo, "plebs" con una función distinta. Se habla también de "ordo sacerdotalis", es decir, se va sacralizando la figura e imagen de los ministros. San Cipriano emplea dos términos contrapuestos y complementarios: "plebs", o pueblo, y "ordo o clerus", que lo componen los Obispos, Presbíteros y Diáconos. El Obispo asume unas funciones de unidad y de autoridad en la Iglesia, junto con el presbiterio, subrayando el sentido de colegialidad ministerial y de honor sacerdotal.

Hipólito de Roma habla desde la liturgia y nos indica cómo debían hacerse las ordenaciones. Estamos ante el ritual de ordenación más antiguo que conocemos. El Obispo está en la cúspide de la comunidad y debía ser ordenado por los Obispos vecinos, siendo elegido por el pueblo. Es importante comprender que el pueblo ni enviaba ni constituía al enviado, sino que simplemente lo designaba. Con el tiempo esta selección quedará menguada a un mero asentimiento y aclamación. El Presbítero recibe del Obispo la imposición de manos, y el diacono está al servició del Obispo, sólo le impone las manos el Obispo. Aparecen otros ministerios menores como confesores, viudas que oran por la iglesia, subDiáconos, con la función de ayudar a los Diácono, y los lectores. Para estos segundos carismas no es necesario ser ordenado, basta el reconocimiento de la comunidad.

Eusebio de Cesarea habla de su comunidad cristiana e indica el número de Presbíteros, Diáconos, subDiáconos. Menciona como ministerios los exorcistas, los lectores y los ostiarios, es decir los porteros, encargados de las puertas de la iglesia. Lo que es determinante es que las órdenes mayores se asientan y consolidan, mientras que las menores tienden a cambiar y a desaparecen en función de las necesidades comunitarias. Los subDiáconos se asimilan a las órdenes mayores, las viudas desaparecen como carisma. A su vez encontramos nuevos ministerios como cantores. Con el tiempo se tiende también a que los ministerios menores se conviertan en escalafón, en itinerario para las demás órdenes, así van a ir quedando el exorcista, el portero o el lector, antecedente y preparación para el sacerdocio.

Lo central en la vida pastoral y litúrgica es asumida por el ministerio episcopal en la iglesia. Presiden la liturgia y perdonan los pecados, también suelen bautizar y conocer a los que se van a casar. Le ayudan en su tarea los Diáconos. Los Presbíteros actúan colegiadamente con el Obispo, le aconsejan, sustituyéndole en alguna de estas funciones. Con el crecimiento de las comunidades cristianas, con la expansión del cristianismo al mundo rural, aparecen nuevas necesidades. Esto se produce con el reconocimiento por parte de las autoridades Romanas de la Iglesia, en el siglo IV. Entonces se produce un cambio en la dinámica pastoral del presbiterio, que serán enviados y delegados del Obispo en los pueblos, con algunas funciones ministeriales litúrgicas semejantes a él. Los Presbíteros se les llama cada vez más "sacerdotes", relacionando el culto que ejercían en su envío. Los Diáconos, que hasta entonces habían sido la mano derecha de los Obispos, siendo algunos muy influyentes, incluso más que los Presbíteros, van a ir sufriendo desde el siglo IV una decadencia creciente. De ahí los escritos de San Jerónimo, en los que relaciona la dignidad superior del Obispo con la del Presbítero, sólo el Obispo impone las manos, colocando inferior al Diácono. También se considera que los obispos aclamados por el pueblo no siempre son lo mejores. En el Concilio de Nicea se dispone que la elección del Obispo la lleven a cabo los restantes obispos y la confirme el Metropolitano, frenándose la elección popular, más tendente a los que favorezcan sus costumbres que a un gobierno adecuado y ejemplar.

En la Iglesia Occidental y Oriental se va produciendo un cambio en el estado de vida de los Obispos, Presbíteros y Diáconos. En el siglo I era importante que los Obispos, Presbíteros y Diáconos fueran buenos padres de familia, ejemplo de vida para las comunidad cristiana. Pero con el tiempo se va prefiriendo que estos ministerios sean célibes. Siguiendo así el ejemplo de los apóstoles y Jesús, que mantienen ésta práctica muy aceptada por las sociedad y la cultura grecorromana. En principio se recomienda a los Obispos y Presbíteros que no se casen, pero con el tiempo se hace obligatorio. Es de destacar como es más aceptado el ministerio y el matrimonio en Diáconos que en sacerdotes u Obispos, por eso va desapareciendo la figura del Obispo casado, muy pronto desaparece. En cuanto al sacerdote, en Occidente se introduce la práctica del celibato, siendo recomendada y obligatoria casi desde el siglo III. En Oriente por el contrario, las costumbres mantienen las dos posibilidades: sacerdotes casados o sacerdotes célibes. Lo mismo sucede con el diaconado, admitiéndose las dos posibilidades en Oriente, y restringiendo Occidente, apostando más por el celibato. El episcopado en las dos culturas se prefiere célibe.

Lo relevante para nosotros es que es una cuestión canónica, es decir, no hay elementos teológicos para indicar una práctica u otra. De hecho la Iglesia Católica admite las dos posibilidades. En Occidente los Presbíteros son célibes, y el Oriente son célibes o casados. En el caso de los Diáconos, hoy tras el Concilio, tanto en un sitio como otro, se permite la existencia de Diáconos célibes y Diáconos casados o permanentes. La discusión sobre el celibato obligatorio en el Presbítero tiene más que ver con la tradición histórica y lo cultural, la atención a las comunidades, y el desarrollo sólido del ministerio en la Iglesia.

A finales del siglo V disponemos de un documento llamado "de Septem ordinibus Ecclesiae", que fue atribuido a San Jerónimo, y que indica los siete órdenes. En su contenido indica que los Presbíteros son sacerdotes, y por tanto pueden consagrar igual que los Obispos, también pueden ordenar, y sólo por sentido de unidad eclesial y para evitar disensiones, restringen la potestad de orden al Obispo, aunque podría ser ejercido por los sacerdotes.

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