25. Teo. sacramentos de la misión. El presbiterado.
25. Teo. sacramentos de la misión  

EL PRESBITERADO.

El Presbítero participa de la potestad episcopal, en el modo y forma señalado por la Iglesia. En este sentido es verdaderamente sacerdote con el Obispo, que preside la comunidad, y que envía Presbíteros, como delegados suyos, con sus mismas funciones: rectoras, sacramentales y magisteriales.

En medio de la parroquia o porción del pueblo de Dios encomendado, el sacerdote gobierna en comunión, tanto con el Obispo como con el colegio de los Presbíteros, en los que se inserta desde la ordenación. Este gobierno pastoral es delegado al Presbítero por el Obispo, que en un acto jurídico canónico nombra y envía en su nombre, y en el de toda la comunidad cristiana a dicho sacerdote. Este gobierno debe hacerse a la escucha de todo el pueblo de Dios, y en servicio constante a la evangelización y aumento de la Iglesia, atendiendo a los pobres y enfermos de la comunidad con especial cuidado.

Tiene también el ejercicio magisterial, la predicación de la palabra, que realiza como servicio de unidad para toda la comunidad cristiana. En este sentido es obligatorio para el sacerdote la predicación dominical, y esta debe estar siempre orientada a fortalecer la vida cristiana en la comunión con el Obispo.

Finalmente, la función de santificar la comunidad la realiza en la forma señalada por la Iglesia. Esta función supone fundamentalmente la comunión y el perdón, que realiza presidiendo la Eucaristía y la Penitencia, pero también lo construye en su propia vida. El sacerdote será reconciliador y comunión en su vida cotidiana. Este ejercicio lo realiza en la neutralidad, acogiendo a todos, invitando a todos al Señor, sin exclusiones.

La espiritualidad apostólica, tan trabajada y estudiada en los últimos años responde fundamentalmente que el sacerdote, incluyo aquí al Obispo, vive en profundidad la llamada caridad pastoral, es decir, el amor lo especifica atendiendo y sirviendo a la humanidad. Lo específico será que como pastor realice una donación, su entrega en sacrificio como pastor, en obediencia, a la comunidad cristiana. El sacerdote conforma así su vida con el misterio de Cristo en la cruz, dando su vida por los hombres, encarnado en la realidad que le toca vivir, y al servicio de la Iglesia. De alguna forma, la obediencia que promete al Obispo y sus sucesores, el día de la ordenación, se ratifica en la obediencia a toda la comunidad cristiana, que necesita del sacerdote, cuando se encuentra sedienta del Señor. El mejor alimento para la comunidad será la Eucaristía que preside con su fieles.

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