25. Teo. sacramentos de la misión. Los rituales del orden sacerdotal.
25. Teo. sacramentos de la misión  

LOS RITUALES DEL ORDEN SACERDOTAL.

Comentamos los rituales del sacramento del Orden en sus diferentes instituciones. Es notable destacar como en todos ellos el ritual impone el llamamiento personal, por el nombre. De alguna forma se está realizando el consentimiento por parte del que lo recibe, pero de una manera expresa y pública, en una cierta semejanza con el sacramento del matrimonio. A estos candidatos se les llama tras la lectura del Evangelio y antes de la homilía del Obispo. Tras la homilía se hace una oración sobre el candidato, en el caso del lectorado y acolitado, se les bendice y se les entrega, o bien las Sagradas Escrituras en el lector, o bien la patena con pan o el cáliz con vino, respondiendo el ordenado: "amén".

En la ordenación de Diácono se nuevo se llama por el nombre al que se va a ordenar, se presenta, y reverencia al Obispo. El sacerdote designado por el Obispo, habitualmente rector o formador del candidato, pide en nombre de la Iglesia que sea ordenado a Diácono el candidato, el Obispo pregunta por la dignidad, se responde: "según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos". El Obispo continúa: "Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el orden de los Diáconos". Responden todos dando gracias a Dios.

Tras la homilía del Obispo, se continúa la celebración interrogando a los candidatos para que manifiesten su voluntad sobre el celibato, si procede, sobre si quieren ser consagrados por la imposición de manos, sobre si están dispuestos a desempeñar, con humildad y amor, el ministerio diaconal colaborando con el Orden sacerdotal y el pueblo cristiano; si quieren vivir el misterio de la fe con alma limpia, si prometen orar la liturgia de las horas, para bien de toda la iglesia, y si quieren imitar en su vida el ejemplo de Cristo. Seguidamente se realiza la promesa de obediencia, que se realiza de rodillas con las manos juntas entre las manos del Obispo, "prometes obediencia y respeto a mi y a mis sucesores", y la oración del Obispo: "Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término". Se invocan a los santos en las letanías mientras los elegidos se tumban postrándose en el suelo.

A continuación el Diácono se acerca al Obispo y de rodillas ante el se le imponen las manos en silencio, sigue una oración de consagración, donde el centro serán las palabras: "envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad el ministerio". Tras esta oración se colocan la estola al modo diaconal, sujeta en el hombro izquierdo cayendo hacia la cintura derecha, y revestidos por encima con la dalmática. De nuevo se acercarán al Obispo que entregará a cada uno de ellos el libro de lo Evangelios invitándoles a que lo difundan, lo enseñen y lo hagan vida en sus vidas. Finalmente el Obispo da el beso de paz a los ordenados. Se continúa con la celebración de la Eucaristía.

La ordenación presbiteral junto con los Diáconos se hace paralelamente a los mismos, añadiendo los elementos y particularidades propias. A los Presbíteros también se les llama por su nombre y se indaga su dignidad para el ministerio. En su manifestación de la voluntad de ser consagrados responden a su disposición para ser colaboradores del orden episcopal, apacentar el rebaño del Señor, presidir fielmente las celebraciones, santificar al pueblo cristiano, predicar el Evangelio y unirse más y más a Cristo Sumo Sacerdote. De nuevo prometen obediencia y respeto al Obispo y a sus sucesores. Se continúa con el rezo de las letanías y de rodillas con la imposición de manos, en silencio, realizada no sólo por el Obispo, sino por todos los sacerdotes presentes. Continúa la celebración con la oración de consagración del Obispo, cuyas palabras más destacadas son: "te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado, renueva en sus corazones el Espíritu se santidad, reciban de ti el segundo grado del ministerio sacerdotal y sean, con su conducta, ejemplo de vida".

Tras la oración se revisten con la estola al modo presbiteral, cayendo desde el cuello hacia delante, y encima la casulla. El Obispo unge con el crisma las manos de cada ordenado que está arrodillado ante él. "Jesucristo, el Señor, a quien el padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio". Se lavan las manos y se le entrega al ordenado el pan sobre la patena y el vino y el agua en el cáliz: "recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor". Finalizan estos rituales con el abrazo de paz, dado por el Obispo y por todos los Presbíteros presentes. Se seguiría con la consagración de la Eucaristía.

La ordenación episcopal la preside uno de los Obispos presentes, preferentemente el arzobispo que corresponda. Tras las lecturas de la palabra es llevado el Obispo electo, acompañado por los Presbíteros ante el consagrante principal, y uno de ellos lo presenta: "reverendísimo padre, la Santa Madre Iglesia Católica pide que ordenes Obispo al Presbítero...", se dice su nombre. Se interroga sobre el mandato apostólico y se lee públicamente, indicando al final "demos gracias a Dios". Se procede a una breve alocución sobre el papel del ministerio episcopal. Se sigue con un examen al Obispo electo: se le pregunta sobre si quiere ser consagrado Obispo, se quiere anunciar con fidelidad y constancia el evangelio, si quiere conservar íntegro y puro el depósito de los apóstoles, si quiere edificar la Iglesia y si obedecerá al sucesor de Pedro. Se le pregunta por su deseo de cuidar al pueblo santo de Dios, si será bondadoso y comprensivo con pobres, inmigrantes y necesitados, si buscará las ovejas dispersas y si perseverará en la oración. Se continúa con el Obispo electo tumbado en el suelo haciéndose la letanía a los santos. Se le imponen las manos, que realizan todos los Obispos presentes, se le impone el libro de los evangelios abierto sobre la cabeza, durante la oración consecratoria, cuyo momento principal será el que dice: "Infunde ahora sobre este su elegido, la fuerza que de ti procede: el Espíritu de gobierno que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y él, a su vez, lo comunicó a los santos apóstoles, quienes establecieron la Iglesia como santuario tuyo en cada lugar para gloria y alabanza incesante de tu nombre". Se sigue con la unción sobre la cabeza del ordenado de rodillas, y tras lavarse las manos se le entrega el libro de los evangelios, se le impone el anillo, la mitra y el báculo. Se le invita al nuevo Obispo a que se siente en su cátedra, dando el beso de paz a los Obispos presentes. Después de la comunión puede el nuevo Obispo dirigirse a los presentes bendiciéndoles y diciendo unas palabras.

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