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Nervo Amado




Nervo, Amado


México (1870-1919)
Nació en Tepic, ciudad de la costa mexicana del Pacífico. Durante su adolescencia cursó sólidos estudios de lenguas y humanística, y a los 21 años se inició en el periodismo, profesión que habría de continuar ejerciendo durante el resto de su vida.
En 1886 dio a conocer "El bachiller", novela corta.
Su estilo se encuadra en el movimiento modernista.
Sus principales libros en verso son: "Perlas negras" (1898), "Místicas" (1898), "Los jardines interiores" (1908), "En voz baja" (1910), "Serenidad" (1911), "La amada inmóvil" (1915), "Elevación" (1917) y "El arquero divino" (1918).
Murió en Montevideo, siendo ministro plenipotenciario de su país en Uruguay y Argentina. Se iniciaron entonces unos funerales sin precedente en la historia: ocho meses de cortejos solemnes, guardias militares, banderas a media asta, discursos y honores a todo lo ancho del continente, para quien fuera, quizás, el más amplio y rico de todos los poetas mexicanos.

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PERLAS NEGRAS - V

¿Ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
Así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.

Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.

¿Ves el faro en la peña carcomida
qu'el mar inquieto con su espuma alfombra?
Así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡como el rostro de un ángel en la sombra!




Perlas negras - XII

Sol espledente de primavera,
a cuyo beso, fresca y lozana,
la flor se yergue, la mariposa
viola el capullo, la yema estalla;
sol espledente de primavera:
¡yo te aborrezco! porque desgarras
las brumas leves, que me circundan
como rizado crespón de plata.

A mí me gustan las tardes grises,
las melancolías, las heladas,
en que las rosas tiemblan de frío,
en que los cierzos gimiendo pasan,
en que las aves, entre las hojas,
el pico esconden bajo del ala.

A mí me gustan esas penumbras
indefinibles de la enramada,
a cuyo amparo corren las fuentes,
surgen los gnomos, las hojas charlan...
Sol espledente de primavera,
cede tu gloria, declina, pasa:
deja las brumas que me rodean
como rizado crespón de plata.

Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada,
¡os aborrezco! Vuestros encantos
ni me seducen ni me arrebatan.

A mí me gustan las niñas tristes,
a mí me gustan las niñas pálidas,
las de apacibles ojos obscuros
donde perenne misterio irradia;
las de miradas que me acarician
bajo el alero de las pestañas...

Más que las rosas, amo los lirios
y las gardenias inmaculadas;
más que claveles de sangre y fuego,
la sensitiva mi vista encanta...

Bellas mujeres de ardientes ojos,
de vivos labios, de tez rosada:
pasad en ronda vertiginosa;
vuestros encantos no me arrebatan...

*

Himnos vibrantes de las victorias,
notas triunfales, bélicas marchas,
¡os aborrezco! porque, al oíros,
trémulas huyen mis musas blancas.

A mí me gustan las notas leves...
las notas leves... las notas lánguidas,
las que parecen suspiros hondos...
suspiros hondos de almas que pasan...

Chopin: delirio por tus nocturnos;
Beethoven: sueño con tus sonatas:
Weber: adoro tu Pensamiento
Schubert: me arroba tu Serenata.

¡Oh! Cuántas veces, bajo el imperio
de vuestra música apasionada,
Ella me dice: ¿Me quieres mucho?
y yo respondo: ¡Con toda el alma!

Himnos vibrantes de las victorias,
notas triunfales, bélicas marchas:
¡chit! porque huyen al escucharos,
trémulas todas, mis musas blancas...

Sol espledente de primavera,
lindas mujeres de faz rosada,
himnos triunfales...; ¡dejadme a solas
con mis ensueños y mis nostalgias!

Pálidas brumas que me rodean
como rizado crespón de plata,
vagas penumbras, niñas enfermas
de ojos obscuros y tez de nácar,
notas dolientes: ¡venid, que os amo!
¡Venid, que os amo! ¡Tended las alas!


Perlas negras - XLII

Yo también, cual los héroes medievales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!

Hoy que Dios ante mí su faz esconde,
que la Patria me niega su ternura
de madre, y que a mi acento no responde
la voz angelical de la Hermosura,

rendido bajo el peso del destino
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.

Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡Quién me ame que me siga!

...Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese,
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad qu'en mi redor el ruido cese,
que la brisa noctívaga me bese
y el Olvido me de su flor de Loto...


(De "Perlas negras", 1898)


A FELIPE II

Ignoro qué corriente de ascetismo,
qué relación, qué afinidad obscura
anlazó tu tristura y mi tristura
y adunó tu idealiamo y mi idealismo;

mas sé por intuición que un astro mismo
surgió de nuestra noche en la pavura,
y que en mí como en ti riñe la altura
un combate mortal con el abismo.

¡Oh rey, eres mi rey! Hosco y sañudo
también soy; en un mar de arcano duelo
mi luminoso espíritu se pierde,

y escondo como tú, soberbio y mudo,
bajo el negro jubón de terciopelo,
el cáncer implacable que me muerde.

(De "Místicas", 1898)

EN PAZ

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles y la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coceché siempre rosas.
... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas,
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado; el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

(De "Elevación", 1817)



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