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Dra Marta Zabaleta
Pero no, tal vez no: ahora que lo pienso tal vez para ella, el animal que caminaba hacia el lago del parque de Palermo era apenas un inocente más. No un terrorista. Pero: ¿iría él adquiriendo automáticamente, conforme avanzaba hacia su nuevo desprotegido destino, la sensación de pertenecer en condición de total igualdad a su especie animal? Y a la etnia de los patos y patas amarillos con unas manchitas negras en la cabeza, igual casi como los dos patitos atorrantes que yo criaba en la acequia que pasaba por el patio de mi casa cuando tenía seis años, en Bouquet, Provincia de Santa Fe. En suma: esos patos sin abolengo ninguno, pero que son todos argentinos, che. La pertenencia a una nación sin razas otra que la blanca o, perdón, la identidad de los patos de etnia amarilla la proveería, me imaginaba yo, el sabor y el olor del agua, dado que eran cosas de patos. No como a mí. Que cuando era una nena jugando sola en el parque de última gran casa que tuvimos en el campo, también ubicada en la cañada del Río San Antonio, o con las iguanas que venían a comerse los huevos de las gallinas a la hora de la siesta, o con mis primos Nocho y Babilito, los Lacosta Zabaleta en las estancias de mis tíos, vivía siempre persiguiendo mariposas en aquella interminablemente plana, pacifica, caliente y noble tierra de la llanura litoralense. Donde la identidad espacial provino de mirar girar a los girasoles en flor y el sentido del color mirando a los mares de lino mecerse en su vaivén celeste. La obsesión con los cuerpos anónimos en el Río de la Plata. ( 1975-76, Buenos Aires) Pero: ¿qué pensaría Patito en noviembre del 1976 que le pasaba a la gente en Buenos Aires? ¿Qué eran esos veinte, treinta, cuarenta cadáveres que decía el Buenos Aires Herald que aparecían en el Río de la Plata casi todos los días? Como buen pato patriota, pensaría que todo era lindo en Buenos Aires. Desde la tumba de Evita hasta el Obelisco. Una vista porteña, como le dicen acá a los cuatro metros cuadrados que fotografían cuando van a Buenos Aires algunos papagayos de la TV local. Buenos Aires, Patito, ojalá haya sido para vos también nada más, ni nada menos, qué eso. Figúrate por un momento que tu dueño es un jugador de polo que juega con el príncipe y los parientes de Fergie. Pero ándate con cuidado, porque, ¿sabes, Patito? Aunque en la patria hasta los chicos muy pobres pueden llegar a ser campeones de fútbol, no por eso nunca pasan a ser propios Che. Ah, no, eso no, te diría la Reina Isabel. Juntos sí, pero no revueltos, ¿me entendés ahora? ¿Cómo que no? Vamos, che, ¿de qué te hacés, boludo comunista? Mirá que te voy a romper el pico y te voy a comer hasta con las plumas. Puto de mierda, maricón terrorista, pato peludo, rata podrida, guerrillero. _¿Qué decís, Romo? _ Nada, déjamela a mi nomás a esta mina concha de su madre, la seooooooñorita que sabe jugar teeeenis. -Vas a ver, nenaaaaaaa..., - le dice mientras la manosea-, que después que me veás el coño te lo vas mamar entero, pero primero, dejá que te saque una por una toditas todas, las uñas, y los dientes todos se los baja de otra trompada. Y la chica cae, que del dolor se habla, o se ríe una. Pero no escribe._ Tortilleras, nenas de mamá, que se asilan en Madrid y la siguen laburando de prostitutas. ¡Qué Che Guevara ni qué que ocho cuartos! Terrorista. Perra Muerta.- Sin papeles, sí, me los comí antes de que parara el taxi, la noche que me escondí con la nena en San Isidro en la casa de uno de mis mejores amigos: R.P. Mis fantasmas (1973-2002) _ Vai a cantar al tiro nomás, huevona, o te vai a ir cortá como la Lumy, le dijo el Romo a Carmen Rojas, refiriéndose a Lumi Videla, cuyo cadáver los criminales de la policía política de Chile bajo el gobierno del Gral. ahora Retirado A. Pinochet, tiraron adentro de la Embajada de Italia. A ver flaca concha de tu madre, ahora no te vai a hacer más la blanca paloma le dijo el hombre maloliente y furioso, mientras la llevaba al interrogatorio. Y por esas mazmorras viajaron mis ex estudiantes ahora desaparecidos. Caminaba esa tarde del verano pasado por San Diego, y de repente te encontré allí estirado, Trostko Fuentes. Pero no eras más que un nombre en una página. Este año te vi de nuevo, en Ámsterdam. Y eso que yo no paseo por las capitales cuando asisto a conferencias. El turismo académico no es para mí, en absoluto. Trabajo, duermo, estudio, voy a un zoológico, o algún jardín. Pero allí una noche Katerina me pasó el libro sobre Kissinger, y se abrió solo, como por arte de magia, en tu página. Con tu sonrisa jocosa, esos anteojos de aumento, con un hijo recién nacido que te sacaba sonrisas de angelote. Con un cariño sincero por Luciano, por la Milo, por tu profesora de Economía Política y Desarrollo de América Latina: ¿ porqué te matarían a ti en Paraguay y no a mí, ni a Almino, ni a Pablo ni a Arturo OConnell ni Ricardo Lagos ni a mi marido ni a Luc ni a Emir en Buenos Aires? Te me apareces así, de repente, en medio de esta tarde calurosa escondiéndote detrás de dos picaflores que jugaban a tomar agua azucarada, un agua rosa, transparentemente plácidos, como lo eras tú. El dolor me venció, y mudé de página. Menos mal que enseguida apareció la sonrisa de mi amiga Joan Lindgren, enmarcada por sus flores y sus mantos españoles. Mi tristeza le sonrió. Y en la fila que había partido hacia la muerte apareció ahora Muriel Dockendorff. La sentí fragante, como cuando vivía en nuestra casa, en Chile, y yo no tenía hijos. Incandescente, hecha ahora jirones, roja, despedazada, y sola, en la espera ya de su muerte. La muerte a los 23 años, mi hija, mi alumna, mi hermanita. Asesinada por cuidar de los derechos indios, por confiar en políticos, por odiar a la muerte... te he encontrado hecha hoy nombre en una hoja de este libro de Carmen Rojas, Muriel mi hermana. Página 87. Casi treinta años desde que fuiste la alumna de Economía Política sentada en la tercera fila, junto a la ventana y a ese chico que poco antes del golpe se casaría contigo. Yo me avergüenzo de tu horrible, inmerecida muerte. Y de la del Flaco Negrete, y la del Mechón, y los Tres Chanchitos, que me sonrieron con las manos en alto cuando vieron que me sacaba el cónsul argentino Muro del estadio penquista. Para que me repatriaran a Argentina: en libertad bajo sospecha. Hoy, Muriel, Berenice, Ana María, hacen ya casi 26 años del golpe de Videla y Masera. Por eso duele más escribir hoy. No quiero recordar que no estoy allá, hoy no es de día aquí, hoy es una noche de comunión con el alma de mi pueblo. Aquella mañana del Jueves Santo, abril de 1976, en que Alberto desapareció cuando se disponía a viajar a Europa con Luc Banderet, su amigo el periodista suizo, y partirían desde la casa de este, nos tomamos un taxi luego de dejar la casa de Graciela, adonde ella había escondido a Yanina. Ella quería separarla de mí en caso de que yo fuera secuestrada. Y lo hizo. Pero yo la fui a buscar y de allí nos fuimos, en la nochecita, nos fuimos, con la nena. El papá de Andresito vino otro día sin él a saludar a Yanina en su escondite, y le trajo ropas de varón. Con ellas volvería a su casa, el día en que regresamos de nuestro escondite, el lunes siguiente. Yo interpuse entonces un recurso de Habeas Corpus, y le pagué al abogado que me recomendó Susana, la hija de un brigadier y mi gran amiga de trabajo, mil dólares por anticipado (eso me hubiera durado para vivir por un año, y estaba desempleada). Yanina al oír lo del Habeas desarrolló su segunda gran depresión profunda. Ahora sabemos que mientras tanto, a Alberto lo interrogaban con los ojos vendados, y que le decían que ese llanto que oí era el de Yanina. Pero eso no nos lo dijo a nosotras: se lo oí decir a la periodista de la BBC de Escocia, dos años después, mientras preparaban una entrevista. La respuesta al pedido oficial de información fue que Alberto estaba desaparecido. Que doce servicios de Inteligencia del estado habían dicho que no lo tenían entre sus prisioneros. Pero yo revolví cielo y tierra, hasta que apareció: presísimo, pero entero, en la cárcel de Villa Devoto, Provincia de Buenos Aires. 5. Andante ma non tropo, un poco maestoso (hoy es otra vez, 24 de marzo) Aquí, es domingo y no pasa nada. Sólo la soledad respira fuerte en nuestra casa. Allá, en cambio, en medio del caos nacional la gente sale a la calle a protestar: pero eso es en Argentina. En el planeta primer mundista, aquí, hoy es nada más que un domingo cualquiera, 24 de marzo del 2002. En la vida real, a vos Patito, aquí te hubieran tomado más bien como para jugar al pato, no al polo, ¿sabés? Así que vos, nene, en esa argentina posproceso, cuidáte mucho: no te salgas para nada de tu charco. Pensá mejor que Palermo es la Argentina. Con árboles, con canteros arreglados, con glorietas, con lagos. Para vos seguro sería tan extraña esa visión de una multitud de animales que vivían en las adyacencias: cisnes, gansos, gaviotas, y otros patos, como para mí lo eran los Ford Falcon de la Alianza Anticomunista Argentina, o de otros paramilitares o militares o de los policías federales o provinciales. Salió a la calle. Tuvo su libertad. Y ellos: ¿lo aceptarían a nuestro pato como a un igual? ¿O le darían purgas hechas con esa planta que mató al otro patito de la nena? Pienso. No lo sé. No lo sabremos nunca, Yaninita. Perdona. Cuando llegué a Ezeiza en 1984, con especial permiso de ambas chancillerías para despedirme para siempre de mi papá, que se murió al poco tiempo de yo regresar a Londres, (el 11 de noviembre de 1984, Q.E.P.D.), alguien me había venido a esperar en un Ford Falcon. Era un amigo que estaba por entonces en el gobierno democrático de Alfonsín en un puesto muy importante. Le sonreí, nos abrazamos, pero ocho años después, todavía me sentía muy mal. Le tenía desprecio a ese gobierno también. Entonces me subí muy rápido al otro auto. Así volví a verte, tierra querida. Cosas que pasan... Me fui a la casa de los Gutmans y Graciela Guilis manejaba el auto: era un día de mayo soleado y templado como el día de abril en que desapareció Alberto en 1976, pero ahora yo iba regresando. Ellos dos una vez más tenían el coraje de recibirme en su casa. Por eso siempre digo que mis amigos judíos argentinos son de oro puro. ¿O no, Horacio Baldomero Traful Álvarez? Por eso los milicos les han dado a ustedes tanto más duro que mí o a Alberto, cuando compartimos las mismas mazmorras de Chile y de Argentina. Me da una vez más pena y desprecio por los criminales que las instrumentaron. E instrumentan: en Argentina el gobierno planea construir quince nuevas prisiones, leí anoche, 28 de agosto de 2002, en los diarios de Buenos Aires. 6. Finale presto alegro- Dedicatoria A mis amigas y amigos abusadas / os por otros hombres o mujeres en todo el mundo. A los parientes de mis alumnas y alumnos detenidas / os por razones políticas. A quienes me ayudaron a develar ciertas verdades ocultas en mi memoria y mostrarlas aunque fuese a medias en estas páginas. A quien las lea y se esfuerce en entenderlas. 7 Protocolo Prosopopéyico: Proscripta Al impávido, irreducible, incorruptible, irreverente, insoslayable, impenetrable, inenarrable, irreemplazable, inabarcable, impecable, impaciente, indeleble, imperioso, impelente, indomable, Imán e indispensable Otro, de quien adoro la figura cuando bailamos tangos: gracias muy especiales por lo poco y por lo mucho que me das. Y por lo poco o mucho que me darás, con imperecedera amistad. Hubo un ayer, cuando te dije en el vertiginoso vuelo fugaz a nuestro arco iris sin antípodas, nuevamente sean por ello y para Vos todas mis Gracias: Chinito: como lo sabe yo tengo Más paciencia que un cangrejo No se me quede ahí pensando que no he de vivir penándolo . Con puro pan y aun sin vino de ilusión los pobres viven. No le den miedo las machas total al cielo no vamos. Me ha contado una feita que hasta al diablo lo chamulla que entre el barullo y la bulla lo encabronaron las minas. Le pido amigo recuerde y si es posible ahora mesmo antes que al avión me lleven que allá en la pampa le esperan sus chinitas, ese fuego y el facón cuando llegue la ocasión. No se me enoje, compadre, Ni al género se eche a la broma. Pues como dijo Martín Fierro Siempre el gaucho necesita un pingo pa fiarle un pucho: No siempre me haga entrar en razones. Tate, tate, falloncicos! De ninguno sea tocada; Porque esta empresa, buen rey, para mí estaba guardada ¿ Iconocastla, idealista, ideática, idiosa, idílica, idiota, ideotizante, idólatra, ignora, ignífera, ignota, inigualada, igualitarista, ilesa, ilícita, ilimitada, iluminada, ilusiva, ilusoria, ilustrísima, imaginista, Imana, imbatible, quién, YO? Pero vos a quién le ganaste, decime. ¿Que te pensáis que sos, sapo atorrante? Soy una ilusionista que vive como sapa en charco ajeno. Insolente e impertérrita, inoportuna e incorregible, cual la popular Martita sin hache criolla De Zabaleta. Siglo XXI Litoral:¿Cambalache, yo? Fumate un puro. Vale Marta Zabaleta © Londres 2002 Notas |
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