Estudiante de Shao Lin Ch'i

El sacerdote budista de Chou tiene una mandolina: baja del Monte de las Cejas hacia el poniente, y hace sonar sus cuerdas en mi honor.   Sus vibrantes notas se parecen al alboroto de un bosquecillo de pinos mecidos por el viento.   Mi corazón se siente purificado como si lo hubiesen lavado las aguas del río.   La dulce melodía se une a los lejanos tañidos de una campana. Insensiblemente desciende, en torno, el crepúsculo, y los montes se esfuman en la bruma ligera.

(Esto es una mera reflexión sin pies ni cabeza; no le busques sentido)

Todo está en nuestra mente; fuera de ella nada existe. Cada objeto o ser sintiente toma existencia cuando cada uno de nosotros toma conciencia de ello. ¿Qué significa esto? Desde luego no seré yo quien intente expresarlo con palabras; al menos no aquí y ahora. El caso es que nuestra mente discriminatoria es la encargada de crear las distinciones, las formas, los conceptos; es la encargada de encasillarlo todo, de pasar la experiencia viva al plano muerto de la abstracción. Cuando creamos dichas abstracciones, pasamos a confundir esas abstracciones, esas creaciones mentales, esas ilusiones fugaces, con la esencia real (por llamarla de alguna forma) de nuestra verdadera experiencia viva. ¿Qué es el árbol? Para la mayoría de la gente no existe el árbol como tal, sólo la asociación mental que tiene formada de él, solo sus conceptos y distinciones. Creamos el concepto mental y perdemos la experiencia y su percepción directa. El árbol ya no solo queda encasillado por su forma, color, textura, aroma, ..., sino que ha quedado oculto tras todo ello. Entonces ya no somos capaces de percibir el árbol como tal.

¿Donde encontrar entonces esa esencia? Para mi, dentro de nuestro ser. Dentro mío tengo las respuestas. Pero, ¿donde es ese "dentro mío"? ¿Qué es ese "dentro mío"? Si debo darle un nombre, es fácil. Estamos acostumbrados a ello. Y nuestra mente ayuda en este engaño, haciéndonos creer que lo hemos captado, pero no es así. Cuanto más creemos haberlo comprendido, mas nos estamos alejando. En realidad, si me diseccionan no encontrarán dicha esencia dentro de mí. Por tanto, "dentro" es meramente una palabra, un sonido que sale por mi boca, un garabato que dibujo sobre un papel, una idea en mi mente; un falso e ilusorio concepto. Pero todos lo aceptamos por válido.

Buscando ese dentro mío, llego a encontrar ese algo sin forma, pero con algo que no deseo confundir con sentimiento, pero cuya posibilidad tampoco deseo descartar. Y eso que no acabo de comprender, de captar plenamente, me hace recapacitar sobre un tema. Llamémosle Grettel, simplemente por darle un nombre; aún sabiendo que una vez bautizado ya lo estamos matando.

Profundizando en ese "dentro mío", percibo que no se da la forma, no se dan las clasificaciones, ni los sexos. Percibo que nuestra naturaleza es esencialmente asexual. El sexo solo se da en nuestra forma externa, en el cuerpo que nos sirve temporalmente de vehículo. Pero dentro de esta envoltura, lo que veo carece totalmente de esa estúpida clasificación.

Entonces mi mente deriva hacia una reflexión. ¿Qué es una pareja? ¿En qué consiste? Esencialmente en compartir, en fundirse en una sola entidad. Pero para que sea real, para que sea plena, no son los cuerpos los que deben fundirse, sino dichas esencias (aunque sea a través de sus cuerpos y mentes). La unión de dos esencias asexuales. La fusión de los sentimientos y sentidos de dos entidades. Grettel podría ser lesbiana, pero veo una solemne hipocresía que un budista la catalogue. Ella es una esencia pura y viva que comparte un sentimiento, o que da y recoge dicho sentir, con otra esencia viva. Ese sentimiento, ese sentir, como nuestra esencia mas profunda e íntima, es asexual.

Esto es sólo una reflexión que deseaba expresar, no un intento de justificar nada ni a nadie. No tiene conclusión, como tampoco principio ni fin. Es solo esto.

Gracias por tomarte tu tiempo en leerlo.

Plantador de Pinos > Comprendiendo > Sin pies ni cabeza