CIUDAD DEL VATICANO, 24 MAR 2000 (VIS)
Servicio informativo del Vaticano .-
Esta ma�ana Juan Pablo II se traslad� en helic�ptero a Korazim, a 135 kil�metros
al norte de Jerusal�n donde celebr� misa ante unas 100.000 personas, entre
ellas 45.000 j�venes procedentes de los pa�ses de Oriente Medio y de otras
zonas del mundo. En el camino del helipuerto al lugar donde ser�a
celebrada la misa, el Papa se detuvo para bendecir la Domus Galilaeae, un
centro para la formaci�n, el estudio y el retiro de seminaristas y sacerdotes
de todo el mundo construido por el Camino Neocatecumenal en un terreno que les
ha regalado la Custodia de Tierra Santa. El Monte de las Bienaventuranzas es actualmente
una colina que se eleva a 150 metros sobre el nivel del lago de Tiber�ades o
Mar de Galilea, cuyas aguas se ven desde la cima. Cinco religiosas
franciscanas, misioneras del Inmaculado Coraz�n de Mar�a, viven en la casa
del Santuario del Monte de las Bienaventuranzas. En la homil�a, el Santo Padre hizo extensivo
su saludo a los fieles de las comunidades greco-melkita, latina, maronita, siria, armenia y caldea as� como a los miembros de otras Iglesias cristianas
y comunidades eclesiales, y a "nuestros hermanos musulmanes, a los
miembros de fe jud�a y a la comunidad drusa". "Estamos sentados en esta colina como los
primeros disc�pulos y escuchamos a Jes�s -dijo el Papa a los j�venes-. En
silencio escuchamos su voz amable y urgente, amable como esta tierra y urgente
como la invitaci�n a elegir entre la vida y la muerte". "�Cuantas generaciones antes de nosotros
se han conmovido profundamente escuchando el serm�n de la Monta�a!. �Cuantos
j�venes en el curso de los siglos se han reunido en torno a Jes�s para
aprender las palabras de vida eterna, igual que vosotros os hab�is reunido
aqu�!. �Cuantos j�venes corazones han sido inspirados por la fuerza de su
personalidad y por la verdad irresistible de su mensaje irresistible!. �Es
maravilloso que est�is aqu�!. �Este gran encuentro es como una prueba
general para la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrar� en Roma en el
mes de agosto!". A continuaci�n, refiri�ndose al Monte Sina�,
donde Dios entreg� a Mois�s los Diez Mandamientos y al lugar del Monte de
las Bienaventuranzas, observ� que "estas dos monta�as (...) nos ofrecen
el mapa de nuestra vida cristiana y una s�ntesis de nuestras
responsabilidades hacia Dios y hacia el pr�jimo. La Ley y las
Bienaventuranzas trazan a la vez el camino del seguimiento de Cristo y el
camino real hacia la madurez y la libertad espirituales". El Papa subray� que los Diez Mandamientos
"pueden parecer negativos (...) pero en realidad son sumamente
positivos". Y el mensaje de las Bienaventuranzas "puede parecer
raro" ya que "Jes�s exalta a los que el mundo considera en general
d�biles", pero esas palabras representan "un desaf�o que requiere
una 'metanoia' profunda y constante del esp�ritu, una gran transformaci�n
del coraz�n". "No lejos de este lugar -record� el Santo
Padre- Jes�s llam� a sus primeros disc�pulos, as� como hoy os llama a
vosotros. Su llamada ha supuesto siempre una elecci�n entre las dos voces en
lucha por la conquista de vuestro coraz�n, ahora tambi�n aqu� en la colina,
la elecci�n entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (...) Depositar
vuestra confianza en Jes�s significa elegir creer en lo que El dice,
independientemente de lo extra�o que nos pueda parecer y elegir no ceder a
las lisonjas del mal, por muy atractivas que puedan parecer". "Como los primeros disc�pulos sobre el
mar de Galilea -prosigui� el Papa- deb�is abandonar vuestras barcas y
vuestras redes y esto no es nunca f�cil, sobre todo cuando ten�is que
afrontar un futuro incierto y est�is tentados de perder la confianza en
vuestra herencia cristiana. Ser buenos cristianos puede parecer una empresa
superior a vuestras fuerzas en el mundo de hoy. Sin embargo, Jes�s no se
queda al margen y no os deja solos par afrontar ese desaf�o". "Ahora, en el alba del tercer milenio
-finaliz� Juan Pablo II- deb�is ir por el mundo y anunciar el mensaje de los
Diez Mandamientos y de las Bienaventuranzas. (...) Ahora os toca a vosotros
ser los valerosos ap�stoles de ese Reino". Al final de la misa el Santo Padre salud� a
los j�venes presentes en italiano, franc�s, alem�n, espa�ol, polaco,
hebreo y �rabe. Observ� a varios que soltaban palomas blancas al aire y a
continuaci�n bendijo algunos reto�os de �rboles que ser�n plantados en el
Monte de las Bienaventuranzas. Juan Pablo II tom� de nuevo la palabra para
referirse a la situaci�n en Etiop�a y Eritrea y dijo: "Durante estos d�as
mis pensamientos se han dirigido con esperanza a las iniciativas emprendidas
por la Organizaci�n de la Unidad Africana para restablecer la paz entre Etiop�a
y Eritrea. Esos esfuerzos han llegado a una fase muy delicada. Se trata de
encontrar un camino que lleve a las condiciones necesarias para el bienestar y
el progreso de los pueblos de la entera regi�n, ya muy afectados por la
carest�a. Oremos para que esta parte del mundo encuentre una soluci�n
justa". Despu�s de la celebraci�n eucar�stica el
Papa se traslad� al Santuario del Monte de las Bienaventuranzas donde almorz�
con los miembros de su s�quito. |