LIBROS
"El Pelotero" On Line
 

   Dr.  Jaime Cervantez Pérez,
escritor y gran fanático de
este bello deporte "El Béisbol"
en su tierra natal Puebla 
(México).

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"El Béisbol y su Dios Teobol"
Historia del béisbol de USA, México y Puebla

INTRODUCCIÓN

Con mi más grande humildad quiero pedir perdón al  béisbol y al lector, por la falta de respeto al incluir palabras muy fuertes en  este libro; pero he querido narrar las anécdotas tal como sucedieron en  los campos, nunca me ha gustado ser hipócrita y el béisbol está lleno de estas  palabras que le dan bastante colorido y animación cuando se cuentan tal como sucedieron. Todo esto nos ha hecho morir de risa en momentos de problemas que hemos tenido en la vida. Al leer, la monotonía se rompe y se pone más interés. Con el ánimo de que les guste este libro, las hemos incluido rogando a ustedes nuevamente me perdonen. Pedí opiniones de gente culta  y educada como son maestros universitarios con postgrado y la mayor parte decía que se debía dejar el libro tal como está, ¡Ojalá sea bienvenido! 

El béisbol es eminentemente americano y como tal se debe usar su  inglés. No han podido suplantar sus palabras y cuando lo han intentado, algunas no tienen traducción o es burda y se oye mal. Nosotros somos partidarios de que empleemos las palabras del béisbol tal como están en  el inglés. Es necesario que el mexicano sea bilingüe, algunas veces emplearemos las mismas palabras en inglés y otras en español como homerun o jomron. 

Con el tiempo el que quiera progresar tiene que aprender inglés. Esto no es técnica sino un poco de historia del béisbol de Puebla.

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PRO L O G O

Muchas veces he soñado el pequeño cuarto donde mis papás vivían en una vecindad del barrio de Santiago en la 19 Poniente 1503 y en medio de él me recuerdo rodeado de pelotas, bats y guantes, pegándole con el bat a la pelota como si estuviera jugando golf; recuerdo a mi papá...  vestido con el uniforme de béisbol. Y así, fue como se creó el amor en nuestro ser, por esto;  y se volvió más fuerte que la religión. 

Tocaban las campanas para ir a misa, para ir a ofrecer flores, eso no era importante para mí, ni para mis hermanos Leopoldo y Fernando; era más importante salir a jugar béisbol que ir a esas cosas de obligación y que nos inculcaron nuestros padres. La atracción por este deporte se volvió una necesidad y necesidad de ganar, de someter al contrario. Pero para llegar a batear, a correr, a agarrar la pelota, nos enseñaron que había que practicar; practicar y más practicar. Y mi papá nos decía: "si lo hacen en la práctica, también lo van a hacer en el juego". Una, dos o tres veces a la semana nos llevaban a entrenar y a jugar los domingos. Mi papacito salía a las cinco de la mañana a repartir a los mercados su carga de legumbre en su camión; y ya, como a las 10, lo esperábamos muy limpios de ropa y bien bañados para ir con él al juego.

Veíamos jugadas de bastante calidad junto con los jugadores, de lo mejor que había en Puebla y de los que traían de fuera, como "el Barrilito Hunter", Bernardo López, Ángel Castro, "el Zungo Pedrozo", "Polín", Roberto Villarreal, Fritche, Juan Luna, Domingo Figueroa, Beto Ávila, Mario Collazo, Emilio Sardá, etcétera. Estos jugadores, con el probablemente cuarto o quinto equipo profesional que había en Puebla que era el Chevrolet y que jugaban en el parque Puebla alrededor de los años de 1940; a estos, les cargábamos los guantes; cuidábamos sus chamarras; les íbamos a comprar refrescos; convivíamos con ellos; aprendíamos a vivir sin complejos en la vida tratando al pobre y al rico en iguales circunstancias. No se desarrolló dentro de nosotros ningún complejo de inferioridad, sólo anhelábamos que llegara el próximo domingo para estar en el parque Puebla. Así aprendíamos a amar profundamente el béisbol; veíamos cómo se aventaban los jugadores; con qué garra llegaban a las bases; los pitcheres, con qué coraje lanzaban la pelota, siempre, tratando de ganar. Así empezamos a sentir el béisbol. Oíamos que eran de Cuba, de E.U.A., pensábamos: ¿Dónde será eso?. Con el correr de los años queríamos saber de dónde había venido el béisbol, quién lo inventó; y hasta que tuvimos la oportunidad de vivir en E.U.A.; hasta que se llegó a dominar el inglés fue entonces cuando comenzamos a escudriñar los secretos apasionantes de este hermoso deporte que nos había envuelto totalmente.

Si existe otra vida después de la muerte, Dios debe estar de fanático en tribuna de sombra, contemplando a cada jugador de estos santos del béisbol; y si no existe otra vida, entonces que se quede este libro para que quienes lo lean recuerden la calidad de estos jugadores de ayer, sus jugadas y anécdotas.

Los Aztecas tenían Dios de la lluvia, del viento, de la fertilidad. Los Griegos y los Romanos igual. Para el béisbol urge que nazca su Dios y ese es TEOBOL, del Griego Teos Dios y del inglés bol pelota.

Este libro es un tributo al beisbolista de ayer y al de hoy, pero también una queja por quienes no lo amaron por no conocerlo (mis amistades me decían que yo jugaba un deporte de obreros). Jugué con todo, física y mentalmente, para ganar, no para competir.

El esfuerzo da sus frutos y nada es más dulce que una tarde después de haber ganado una batalla (juego), paladeando la supremacía del vencedor.

El béisbol nos dio disciplina, nos alejó de vicios, nos hizo hombres trabajadores, honrados y responsables. Bendito el que en la vida tuvo béisbol, música, trabajo, mujeres; pero el que en la vida sólo tuvo béisbol, ese debe ser canonizado.

En la Catedral del Béisbol de Puebla (Parque Puebla) conocimos a los siguientes Santos:

San Cátcher, San Pitcher, San Primerabase, San Segundabase, San Tercerabase, San Shortstop, San Leftfilder, San Centerfielder, San Rigthfielder; San bat, San pelota, San Mascota, San Newman, San Guante. Y por medio de ellos se llegó a la solemnidad.

Aquí se jugó el béisbol profesional, el estudiantil, el amateur. Los fanáticos hacían procesiones hacia el parque para atender con devoción cada uno de los partidos y ponían en el altar a sus héroes para adorarlos.

El propósito de este Libro es inmortalizarlos e inspirar al devoto la fe que no se debe perder en el béisbol, reavivarla periódicamente para seguir teniendo la alegría de existir.

Hemos escrito este Libro con verdadera devoción, para plasmar nuestras letras en el alma de los aficionados, con el ahínco de que los viejos beisbolistas de Puebla no se pierdan en el olvido. Amanecía, anochecía, y entre sueños programábamos a cada uno de los que conocíamos y que con el correr de los años aprendimos a querer. Porque la lucha en el campo se acabó para mí y dejaremos de existir como los otros han pasado y tendremos que seguir su mismo camino. Cuando escribimos este Libro jamás hubo depresión, pues quien escribe ha vivido a toda su capacidad la vida y lo ha obtenido ¡TODO!. Y si la hubo, el sólo hecho de pensar que teníamos que terminarlo, nos ha provocado ansiedad, la que nos ha dado las ganas suficientes de hacerlo.

Se había almacenado tanto en mi cerebro y en mi corazón, que hubieran estallado si este Libro no hubiera sido escrito.

Hubo algunos que no quisieron cooperar pero ¡qué le vamos a hacer! Hubo tantos que sí lo hicieron, mientras aquellos se perderán para siempre en el anonimato.

Vencimos todos los obstáculos, porque a eso estamos acostumbrados para lograr nuestros fines. Nos enfrentamos a problemas muy fuertes, pero no escatimamos ni esfuerzo físico ni económico para lograr este hermoso Libro.

 

Dr. Jaime Cervantes Pérez

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